VIERNES 18 DE FEBRERO DE 2000


* Juan Moreno Pérez *

Las razones de Luis Téllez

L as declaraciones del secretario de Energía, Luis Téllez, respecto a que conviene a México aumentar las exportaciones de petróleo y disminuir los elevados precios que ha alcanzado ese energético, han provocado todo tipo de comentarios adversos. Esas negativas opiniones se han acentuado con la visita de Bill Richardson, secretario de Energía de Estados Unidos, quien supuestamente viene a "pedir consejo" a Téllez, precisamente sobre cómo bajar los precios del petróleo.

Desde un punto de vista muy superficial, la coincidencia entre las declaraciones de Téllez y la visita de Richardson, hace aparecer a la posición del funcionario mexicano como la de un vasallo frente al Imperio. En el actual contexto, esa apreciación es incorrecta, ya que la posición de Téllez resulta la más favorable para los intereses de nuestro país y, por tanto, no merece la satanización de que ha sido objeto.

Las razones de Téllez se pueden resumir de la siguiente manera. El actual precio del petróleo resulta insostenible. Si no se hace nada para acomodar la oferta ante la creciente demanda, lo que seguirá será un nuevo derrumbe en las cotizaciones, con un mercado de nuevo desordenado, que no conviene a nadie. Por ello, propone un nuevo acuerdo para aumentar la producción, inducir una disminución ordenada del precio y buscar su estabilización, en el mediano plazo, a un nivel que resulte atractivo para los productores.

Desde una posición ideal, a México le convendría vender su petróleo a precio de oro, ya que se trata de un recurso no renovable, es decir, que está condenado a agotarse. Desde otra óptica, lo mejor sería no vender crudo, sino productos ya procesados, lo cual sería factible si contáramos con una infraestructura capaz de hacerlo a precios competitivos. Pero desafortunadamente, ambas posturas tienen muy poco que ver con las realidades del mercado petrolero internacional, y con la situación que vive actualmente nuestro país.

Las autoridades mexicanas, y el secretario Téllez en particular, parecen haber aprendido bien la lección de que ignorar a los demás productores, en un mercado de características oligopólicas como el petrolero, puede resultar funesto. Es importante recordar que entre 1995 y 1997, México aumentó su plataforma de exportación de crudo en más de 30 por ciento, contribuyendo con ello al derrumbe de los precios a principios de 1998. Esa política resultó un tanto suicida, debido no sólo a la gran dependencia del gobierno mexicano respecto a los ingresos petroleros, sino a las necesidades urgentes de recursos adicionales para enfrentar las secuelas de la crisis de 1995.

A partir de 1998 el gobierno mexicano modificó su política petrolera, contribuyendo de manera activa a buscar acuerdos, primero con Arabia Saudita y Venezuela, y después con los demás miembros de la OPEP y otros países productores que no pertenecen a esa organización. Esa política ha sido acertada, y no es justificable restarle méritos al secretario Téllez en la realización de la misma. Ese reconocimiento adquiere mayor relevancia si se considera que esa posición ha ido en contra del dogmatismo, a favor del mercado, que ha caracterizado a los miembros del actual régimen.

La pretensión de mantener las cuotas de producción convenidas entre los países miembros de la OPEP y otros productores no pertenecientes a ese cartel, como México con la esperanza de que los elevados precios actuales se mantengan, no parece realista. Desde fines del año pasado, el grado de cumplimiento de los compromisos se ha ido reduciendo, ya que el incentivo para cada país, ante los elevados precios, es aumentar la producción esperando que los demás no lo hagan.

Así. Mientras países miembros de la OPEP, como Nigeria, Indonesia y Libia, han mantenido niveles de producción por encima de las cuotas a que se comprometieron, aprovechando los elevados precios para colocar más crudo en el mercado, países como México y Venezuela han respetado lo acordado. Ante esa situación, pretender que México mantenga su actual plataforma de exportación, no sólo no permite defender el actual nivel de los precios, sino que impide aprovecharlo antes del inevitable ajuste.

El tratar de convencer a los demás productores para que acuerden nuevas cuotas, un poco más elevadas, y se comprometan a respetarlas, constituye la mejor política para prevenir un nuevo derrumbe de los precios del petróleo. Una política que busca mantener el control de los productores sobre el mercado para garantizar un mantenimiento de los precios a niveles atractivos, debería ser apoyada.