VIERNES 18 DE FEBRERO DE 2000

Un mar de corrupción

* Jorge Camil *

Transparencia Internacional se creó con el propósito de combatir la corrupción internacional, un enemigo formidable que reúne las siniestras características de Specter, el villano favorito de James Bond: una nebulosa presencia internacional, impunidad, recursos ilimitados, complicidad en las más altas esferas del poder y ausencia de principios morales.

En nuestro país, donde la corrupción ha permeado todas las capas de la sociedad, la palabra debiera ser "falta de honradez", pues "corrupción" no tiene en el Diccionario de la Real Academia una acepción que vincule el ejercicio de las funciones públicas con la práctica del soborno ni el uso indebido del poder con el lucro mercantil. Este vínculo es esencial para entender el deterioro mundial de la política denunciado por George Soros en el Foro de Davos: "se ha vuelto un negocio", lamentó. šY qué negocio! Es una ola incontenible que envuelve a los gobiernos de la tierra arrasándolo todo, como esas catástrofes devastadoras que no perdonan ni a ricos ni a pobres.

La globalización contribuyó a diseminar la corrupción a los cuatro vientos, y la cosecha ha sido abundante. Ahora, el fruto está sirviendo en forma inverosímil como rasero democrático que equipara a la República Alemana con Nigeria y a México con Estados Unidos; a Israel con los Emiratos Arabes. Nadie se salva. Por los tenebrosos corredores de la corrupción deambulan de la mano, de dos en dos, criminales consumados y meros sospechosos, los paladines de la democracia y los más abyectos dictadores, fantasmas del pasado y pesadillas del porvenir.

En México la búsqueda de culpables es mucho más sencilla; la corrupción somos todos: los que damos, los que recibimos, los que instigamos y los que nos beneficiamos de una práctica perversa que se ha convertido en uso común. Pero, eso sí, somos de piel sumamente delicada. Hace un par de años declaramos persona non grata al ex embajador de Canadá porque declaró públicamente, con poco tacto diplomático, pero con el sonoro chasquido de una bofetada en plena cara, que México era uno de los países más corruptos que había conocido. Será porque aquí los pagos indebidos fluyen como ríos caudalosos, convenientemente disfrazados de comisiones mercantiles, en todos los niveles de gobierno y en los elegantes rascacielos donde opera la iniciativa privada. Todo el mundo tiene la mano metida en los bolsillos ajenos.

Con un realismo impresionante, Christine Deviers-Joncour, ex amante de Ronald Dumas (el secretario de Relaciones Exteriores de François Mitterrand implicado en el affaire Elf Acquitaine), nos recuerda que detrás de cada jugoso contrato internacional existe un hormiguero de personas en la sombra que reciben cientos de millones. Ella debe saberlo, fue a prisión por su participación en el asunto mencionado y posteriormente describió los pormenores de su oprobiosa explotación en unas incendiarias memorias tituladas La pautain de la république. Es cierto que muy pocos viven hoy en día en el país de las maravillas. Pero no dejan de sorprendernos los sobornos escandalosos que contribuyen al empobrecimiento social y a la destrucción del estado de derecho.

Sin embargo, la corrupción internacional se ha vuelto más eficiente. Ya no se limita a ofrecer "comisiones" para obtener contratos estratosféricos que hunden a los países en la miseria. Ahora, en forma más inteligente, hace aportaciones millonarias a campañas estructuradas por abogados especialistas en evadir las leyes electorales. Es algo así como un seguro de vida. Abundan los ejemplos: Helmut Kohl (llamado por la prensa alemana Don Kohleone), François Mitterrand (acusado de canalizar fondos secretos a la campaña de Kohl, su amigo entrañable), Ezer Weizman, presidente de Israel, Roberto Madrazo, Ernesto Samper y Ehud Barak. Finalmente, los santurrones estadunidenses que, tras echarnos en cara la práctica de la mordida, ahora salen con el vergonzoso incidente de Chiquita Banana, sucesora de la United Fruit. Time reveló la semana pasada que a cambio de contribuciones al Partido Demócrata el Departamento de Comercio castiga a los inocentes exportadores de países europeos que imponen aranceles a los plátanos exportados por la multinacional desde Centroamérica. šViva la globalización! *