El secuestro de Elián
* José Steinsleger *
Para muchos analistas, las relaciones Cuba-Estados Unidos se parecen a la de esos matrimonios malavenidos que sólo pueden vivir si se pelean. Supongo que esta opinión resulta poco profesional frente a la que puede esbozar un politólogo, un historiador o un funcionario de Estado. Pero hay motivos válidos, pues por debajo y por encima de la manipulación informativa o el debate intelectual-académico, la guerra abierta y encubierta de Washington contra Cuba ha segregado, en la dinámica de estas relaciones, una suerte de racionalidad tan incoherente como desquiciante.
Ningún gobierno de América Latina conoce a Estados Unidos tanto como Cuba. Y viceversa. Tal es así que luego de su retiro o jubilación, muchos funcionarios estadounidenses, que en otras épocas fueron declarados enemigos de la revolución, suelen darse un paseito por La Habana donde acaban haciéndose el mea culpa frente a las conquistas sociales de la revolución.
Nudo gordiano: Cuba sabe que la normalización de relaciones con Washington podría redundar en favor de la reunificación de la familia cubana, auténtica tragedia nacional, y Washington sabe que esto conllevaría la aceptación implícita de que es posible resistir su prepotencia imperialista, ese contrasentido del canto de sirena globa-lizador. Un mal ejemplo.
Hoy, el caso del niño Elián González, de seis años, representa el último capítulo de los dramáticos ribetes de este matrimonio malavenido. La historia es conocida: sin la aprobación del padre, de quien estaba divorciada, y con el propósito de llegar a Florida, la mamá de Elián murió luego de lanzarse al mar con su hijo, en una precaria embarcación en la que también fallecieron varias personas.
Elián se salvó. Llegó a las costas de Miami y allí la mafia cubana empezó a hablar del ''moderno Moisés caribeño'' que arribó al ''...país de la libertad en el día de Acción de Gracias, protegido de los tiburones por un círculo cerrado de delfines". El drama se convirtió en melodrama y el niño fue transformado en símbolo mediático de la histeria contrarrevolucionaria.
Voceros oficiosos de Washington, como los periodistas Jorge Ramos Avalos y Andrés Oppenheimer, y organizaciones como Freedom House, que asesoran conocidos terroristas cubanos, echaron leña al fuego del asco como recurso de la información sensiblera. Y otras plumas que medran con el oportunismo de quienes aseguran no estar "ni con unos ni con otros", sacaron partido del asunto.
El gobierno de Estados Unidos sostiene que el caso de Elián es "complicado". Sin embargo, la Convención Internacional para los Derechos de la Infancia, aprobada por Naciones Unidas y puesta en vigor en septiembre de 1990, es muy precisa en cuanto a los derechos individuales reconocidos a cualquier persona menor de 18 años.
La convención establece medidas como la preservación de la identidad (artículo 8, relativo a nombre, nacionali-dad y vínculos familiares); separación de los padres (artículo 9, derecho a mantener contacto con ambos); retención y traslados ilícitos (artículo 11, el Estado tiene la obligación de luchar contra los raptos y las retenciones ilícitas de niños en el extranjero por uno de sus padres o un tercero); derecho a la opinión del niño (artículo 12); protección de la vida privada (artículo 16, todo niño tiene derecho a que se proteja su vida privada, su familia, su domicilio, su corres-pondencia y a no ser atacado en su honor); responsabilidad de ambos padres (artículo 18, protección de los niños privados de su medio familiar) y la obligación del Estado para garantizar estos derechos del niño (artículo 20).
La convención ha sido suscrita por todos los países del orbe. El único que no la firmó es Estados Unidos, país que prefiere reservarse el derecho de actuar y opinar en torno a quién es y quién no es secuestrable en este mundo. Porque a juicio del imperio y sus marionetas in-telectuales, lo que realmente importa, ''ya tú sabe'', es la "libertad". *