La Jornada miércoles 16 de febrero de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Ha vuelto a entrar al ojo del huracán el grupo periodístico-empresarial que edita la revista y el diario Milenio.

No da lustre a una publicación que lucha por hacer un periodismo profesional, serio, veraz y confiable el prestarle su espacio a una presunta entrevista realizada por Isabel Arvide al prófugo Mario Villanueva (entrevista a modo, hecha para dar un barniz de víctima al ex gobernador de Quintana Roo y para amenazar a diversos personajes con revelar secretos y complicidades como revancha por los agravios que ese mismo sistema le ha infligido durante 10 meses).

La señora Arvide ha hecho converger en su persona, a lo largo de muchos años, las más vigorosas críticas respecto a los riesgos de poner el periodismo al servicio de densos intereses políticos y económicos (maraña peligrosa, en la que se enredan nombres e instituciones de gran peso, al igual que personas y actividades redituables y peligrosas).

Pero, apenas unas horas después de que el espacio de Milenio fue puesto al servicio de tan peculiar colaboradora externa (quien ya antes había publicado en forma de artículo de opinión una defensa de sí misma respecto a los litigios que sostiene con Sasha Montenegro), esa empresa de capital regiomontano ha vuelto a acomodar un sonoro golpe que, sin embargo, ha sido, en lo inmediato, desmentido. Una nota firmada por el columnista Jorge Fernández Menéndez (especialista en narcotráfico y en política, que pasó de El Financiero a Milenio diario con su columna) hablaba de que Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox se habrían reunido personalmente, cuando menos en dos ocasiones, para llegar a acuerdos en los que el perredista declinaría en favor del panista si en las encuestas de opinión confiables el michoacano iba 18 puntos abajo del guanajuatense.

Fernández Menéndez aseguró: "En todo caso, y según nuestras fuentes, esos resultados tan cerrados entre Labastida y Fox habrían llevado a la realización, hace dos semanas, de un primer encuentro privado entre Cárdenas y Fox. La reunión se realizó en la casa del señor Alberto Sánchez, cuñado del señor Juan Hernández, secretario particular de Vicente Fox. Luego del encuentro, ambos realizaron consultas con su gente más cercana para analizar los términos de un hipotético acuerdo, y antes del último fin de semana hubo otro encuentro directo entre Vicente Fox y un representante personal de Cárdenas".

Los acuerdos incluirían otras maniobras para equilibrar los intereses electorales del partido declinante, que sería el del sol azteca. Por ejemplo, el que los panistas cedieran la plaza a los perredistas en los casos de las diputaciones federales donde las encuestas favorecieran a los del sol azteca. También se pediría la salida de Santiago Creel del escenario capitalino para consolidar a Andrés Manuel López Obrador.

Ayer mismo, Cárdenas negó tales encuentros de manera tajante. Fox hizo lo mismo. Tal coincidencia, por sí misma, resulta peculiar, y a más de uno le parecerá sospechosa, sobre todo en el caso del guanajuatense, que normalmente no deja escapar ocasión propia o impropia para asestar golpes hirientes o burlones a sus adversarios, y que ahora se comportó con ejemplar cuidado. Por lo demás, los desmentidos de Cárdenas respecto a encuentros políticos secretos tienen poca fuerza, luego de que durante años negó la reunión que sí sostuvo en su momento con Carlos Salinas de Gortari.

Lo único cierto, y eso no debe perderse de vista, es que las encuestas están imponiendo una dinámica implacable, acaso insalvable...

Las glorias de Graco

Graco Ramírez ha encabezado una significativa lucha de la sociedad morelense contra los excesos criminales de una banda de delincuentes habilitados como funcionarios públicos.

Confrontar al máximo poder de una entidad, como es el gobernador en turno, siempre es una tarea riesgosa. Más cuando el titular de ese poder es un militar; más cuando ese militar es un especialista en inteligencia, seguridad nacional y lucha contra el narcotráfico; más cuando ese especialista parece tener enredos justamente con los hilos de las drogas y sus capos.

En una batalla como esa, es la vida, entre otras cosas, la que se pone en juego. Por ello, no puede menospreciarse una lucha de esas dimensiones. Sin embargo, tampoco deben sobredimensionarse las hazañas. En una carta enviada a La Jornada, y que se publicó ayer en la sección de El Correo Ilustrado, Graco se queja de las líneas de Astillero, en las que se advierte el hecho de que el Poder Judicial federal haya retomado el asunto del juicio político contra Jorge Carrillo Olea justamente en tiempos políticos tan especiales, como son los que corren, a unos días de la visita del jefe estadunidense de la lucha contra el narcotráfico, Barry McCaffrey (visitas de esos zares que siempre reciben como ofrenda la puesta en picota de algún personaje mexicano, cuyo caso sea suficientemente explotable por el visitante cuando retorna a su país, como una forma de que no vuelvan con los bolsillos vacíos) y también en los momentos en que el sistema necesita desviar la vista de los mexicanos hacia otros terrenos que no sean los de la Universidad Nacional Autónoma de México (no se olvide que, para desgracia de esos intereses distractores, el asunto de Gloria Trevi no ha vuelto a levantar la suficiente polvareda que opaque el asunto universitario).

Graco, con sus más de 30 años de opositor, cree que el Poder Judicial federal, es decir, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se ha movido en el caso Carrillo Olea sólo a consecuencia de luchas populares, movilizaciones sociales y preciosismos jurídicos. Los máximos juzgadores de la nación, según su punto de vista, habrían tomado por sí mismos, en un acto autónomo, sin consideraciones políticas, a la buena de Dios, la decisión de someter a juicio político a un hombre cuyo despecho o temor puede develar grandes secretos de la seguridad nacional. Y no sólo eso: Graco sobrevalora la importancia real del susodicho juicio político, cuya consecuencia extrema sería, luego de tanto escándalo, la destitución de un gobernador, que en los hechos ya no lo es, y la inhabilitación para que durante cierto número de años pueda ocupar un cargo público.

Esta columna no puede sino preguntarse si acaso tanto ruido, para tan pocas nueces, obedece de verdad a un propósito legítimo, de genuina justicia, de oposición triunfante, o forma parte de las guerras intestinas que hoy viven el PRI y sus gobiernos. Esa duda no puede ser acallada por más que Graco se enoje y, en sus desahogos epistolares, se exponga a provocar reacciones airadas que no se darán, al menos en lo que corresponde a este tecleador, quien desea ser prudente para no añadir más escenarios de riesgo a alguien que podría estar en la mira de otros que, esos sí, son sus verdaderos y poderosos adversarios.

Por lo demás, esta columna no tiene responsabilidad alguna sobre los varios díceres que se han expresado sobre los patrocinios de un segmento del gobierno federal hacia Graco. Habrá que dejar a Carrillo Olea la obligación de demostrar sus dichos. Astillero ha dado cuenta de lo que ha expresado con reiteración el gobernador con licencia.

Astillas: Que dice el señor licenciado Labastida que no habrá continuismo... Que dice el señor licenciado Labastida que no habrá continuismo... Que dice el señor licenciado Labastida que no habrá continuismo... No hay que perder de vista los recientes asesinatos ocurridos en Chihuahua. Parecen ser las primeras venganzas por el asunto de las narcofosas de Ciudad Juárez.

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