La Jornada martes 15 de febrero de 2000

Carlos Montemayor
Austria y el intervencionismo

El ascenso al poder en Austria del partido de Joerg Haider ha causado un dilema en la Comunidad Europea que puede hacerse extensivo a muchas regiones del mundo. ƑEs lícito intervenir en los asuntos internos de un país moderno? ƑEs lícito juzgar y condenar con criterios ajenos las decisiones de un país democrático europeo, de un país precisamente ubicado en la región política del "norte"?

El intervencionismo nunca ha sido asunto de legalidad o ilegalidad, sino de intereses. En las zonas del Tercer Mundo la intervención se propuso a veces derrocar a gobiernos democráticos y fortalecer dictaduras militares y sanguinarias en cualquier país latinoamericano, africano o asiático; o bien ocupar temporal o definitivamente territo- rios en América, Asia o Africa para convertirlos en Estados asociados, en colonias o incluso en nuevos países que se hacían surgir de la noche a la mañana. En cada uno de estos casos, la injerencia extranjera no obedeció a criterios de legalidad, sino a intereses económicos y militares.

La promulgación de la ley Helms-Burton para obligar a todos los países del mundo a aislar a Cuba es un ejemplo reciente. Acciones extremas de intervencionismo agresivo son el ataque descomunal de la Comunidad Europea y de Estados Unidos a Irak por la invasión a Kuwait (que era un antiguo territorio Iraquí) o a Yugoslavia para detener la persecución étnica en Kosovo. La agresividad de tales medidas contrasta con la actitud impasible de Europa y Estados Unidos ante la invasión de Rusia a Chechenia o la persecución turca a la minoría de los kurdos.

El caso de Austria es distinto a estas experiencias. No se trata de un país que esté agrediendo a sus minorías étnicas como Yugoslavia o Turquía; no se trata de un país que pretenda invadir territorios como Irak en Kuwait o retener viejas posesiones como Rusia en Chechenia. Se trata, solamente, del ascenso al poder del partido político encabezado por Joerg Haider. Un ascenso al poder que se deriva de la mayoría parlamentaria alcanzada por ese partido. Un ascenso que proviene de la decisión del electorado austriaco.

Las raíces del partido de Haider se extienden hacia el pasado del nazismo hitleriano. Su historia familiar y personal también se han alimentado de esa misma fuente. Podríamos considerar lógico, aunque no lícito, que la izquierda europea se oponga al ascenso del partido de Haider al poder en Austria y que insista en aislarla por ese hecho en el seno de la Comunidad Europea. También podemos considerar natural que el gobierno de Israel retire a su embajador y rompa relaciones. Pero no es natural que la derecha europea también se sume a la condena generalizada. ƑPor qué la derecha reaccionó tan tardíamente contra este partido del que fue socio durante muchos años? ƑAcaso porque no pensaron que ese partido pudiera llegar al poder?

Haider no es un asesino ni un dictadorzuelo latinoamericano (como sus propios colegas han argumentado), sino el dirigente de un partido político que ha prometido elevar y asegurar el bienestar de las familias austriacas amenazadas por la desigualdad que el orden económico mundial genera al interior de cada uno de los países del mundo.

No dudo que los recuerdos de la guerra mundial y el Holocausto sigan presentes en el mundo europeo y en el Estado de Israel. No dudo tampoco que muchos consideren que no debe permanecer Europa impasible ante el resurgimiento de un partido neonazi en la sociedad democrática austriaca. Pero también es difícil creer que esta actitud de rechazo generalizado y de aislamiento político y económico de Austria pueda prolongarse indefinidamente en el seno de la Comunidad Europea. Una división así puede favorecer a Estados Unidos. Debemos supo- ner que la diplomacia europea encontrará justificaciones suficientes para acostumbrarse a la nueva composición parlamentaria y de gobierno de Austria. No será este el caso, también podemos pensarlo, de Israel.

Pero más allá de los intereses que irán definiendo los límites del intervencionismo o del rechazo, es posible que estas primeras reacciones en Europa se relacionen con algo más amplio y más profundo que la trayectoria individual de un xenófobo y extremista como Haider. Quizá los europeos de izquierda, de centro y de derecha moderada temen que cunda el ejemplo del partido de Haider. Acaso temen a una memoria oculta y latente del subsuelo político europeo. Tal vez saben que el peligro no está en el corazón de Austria, sino en el seno de Europa.