* Juan Arturo Brennan *

Guitarras: Portugal y Cuba

Después de que enero fue una especie de desierto musical en la capital (con la notable excepción de la temporada de la Filarmónica de la Ciudad), la llegada de febrero marca la realización del segundo Encuentro Internacional de Guitarra en el Centro Nacional de las Artes, que viene a sumarse a los ya numerosos actos y festivales que, dedicados a este atractivo y popular instrumento, se efectúan en otros ámbitos del país, como Cuernavaca, Saltillo y Tijuana. El encuentro guitarrístico del CNA, desde su primera versión, se caracteriza por ofrecer una programación sustentada en las expresiones tradicionales de la guitarra, con algunas excursiones hacia cosas menos convencionales. Es precisamente en este ámbito que se inscribe el primero de los conciertos del encuentro, encomendado al Dúo Ferreira-Antunes de Portugal.

Lo más relevante del concierto ofrecido por los dos ejecutantes lusitanos fue la combinación de la guitarra portuguesa con la guitarra clásica tradicional. Además de su indudable atractivo estético, la guitarra portuguesa posee un bello sonido, poderoso y metálico, de notables resonancias y reverberaciones. Su técnica, especialmente en lo que se refiere al punteo, difiere en muchos aspectos de la técnica de la guitarra española, y en ocasiones le confiere al instrumento una sonoridad emparentada de cerca con la del bouzouki griego. El repertorio abordado por José Rocha Ferreira y Manuel Antunes se concentró en música portuguesa de mediados del siglo XX, con algunas piezas del comienzo del siglo y otras más nuevas. En el programa ofrecido por los portugueses estuvo representado de manera especial el compositor Carlos Paredes, autor de obras en las que la raíz popular es sometida a un interesante proceso de estilización y refinamiento, así como a su combinación con formas y expresiones de la música de concierto. En lo general, la música de Paredes y los otros compositores interpretados por Ferreira-Antunes resultó ser poseedora de algunas de las cualidades agridulces típicas de la música popular de Portugal, especialmente el fado y otras formas afines. Y si bien el dueto mostró tener un muy buen ensamble, lo cierto es que por sus cualidades sonoras propias la guitarra portuguesa dominó a plenitud el espacio sonoro, dejando a la guitarra española en un segundo plano de discreto acompañamiento. Unos días después del dueto portugués, se presentaron en el auditorio Blas Galindo los guitarristas cubanos Eduardo Martín y Jorge Luis Zamora, para encargarse cada uno de una mitad del programa.

Eduardo Martín interpretó obras de su propia creación, en las que destaca en general la influencia de músicas populares latinoamericanas diversas, así como la ineludible influencia de lo español. Al interior de formas y expresiones ancladas en estas raíces populares, Martín introduce ciertos episodios más abstractos, pero sin alejarse mucho de sus orígenes. En su Introducción y danza, interpretada por el guitarrista-compositor en estreno absoluto se aprecian, además de las raíces mencionadas, ciertos apuntes sonoros surgidos de las partituras y las guitarras del venezolano Antonio Lauro y del paraguayo Agustín Barrios Mangoré. Por otra parte, en su Preludio, son y allegro, inspirado en las formas abordadas por Bach, Eduardo Martín demostró mayor soltura como compositor en el son que en las otras dos secciones de la obra. Evidentemente, su temperamento es más afín a los sones que a las arquitecturas musicales más severas.

Por su parte, Jorge Luis Zamora abordó con energía y convicción un repertorio plenamente español, a lo largo del cual fue posible percibir un sólido compromiso con el instrumento y su técnica, así como una sabrosa calidez en su actitud musical. Entre los momentos especiales de la actuación de Zamora habría que destacar la pureza y fuerza de su ejecución en armónicos en la primera parte de la Invocación y danza, de Joaquín Rodrigo, así como la sabia resolución de las propuestas rítmicas de Albéniz (Sevilla) y De Falla (danza de La vida breve). Para concluir el concierto, Martín y Zamora se unieron para tocar una reciente pieza a dúo compuesta por el primero. Este encore planeado resultó ser la mejor de las composiciones de Martín ofrecidas esa noche, destacando por el sabroso entramado armónico a doce cuerdas, por una rítmica que no por disciplinada dejó de ser contagiosa, y por un inteligente uso de las capacidades percusivas de las guitarras. Incluso, fue posible detectar por ahí algunas tangentes sonoras de la pieza de Martín con el sabroso Percusón de Gerardo Tamez. Quedan todavía seis conciertos de este Encuentro Internacional de Guitarra en el CNA; hay que acercarse a ellos, porque se están escuchando cosas buenas.