* Bernardo Barranco V. *
Justo Mullor al Vaticano
Sorpresiva la designación de Justo Mullor como nuevo presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica. En apariencia, es un ascenso, una promoción. Sin embargo, a la espera de nuevos datos, es mejor guardar prudencia y no adelantar juicios precipitados. La Academia Pontificia no sólo forma a los futuros diplomáticos de la Santa Sede, sino que influye en la designación de los nuncios en diversas partes del mundo, así como una natural injerencia en el diseño de intervención de la política internacional del Vaticano, o dicho de otra manera, en la geopolítica del Papa.Justo Mullor, de 67 años, tendrá un puesto importante en Roma; sin embargo también es de todos conocida, la erosión y fricciones que ha tenido con sectores del Episcopado Mexicano que, seguramente, estarán felices por su designación y toma de distancia de México. Concretamente nos referimos al llamado Club de Roma compuesto por el cardenal de México, Norberto Rivera Carrera; el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez; monseñor Onésino Cepeda, entre otros. El grupo cuya presión propició la remoción de Raúl Vera.
Justo Mullor, andaluz, persona refinada, es un personaje de una vasta trayectoria diplomática con experiencia en Africa ante Naciones Unidas, Parlamento Europeo, en diferentes países europeos como Bélgica y Portugal y, sobre todo, su destacada labor como nuncio apostólico en las repúblicas bálticas (1991-1997) le llevó a gozar de un prestigio y liderazgo reconocidos en las esferas vaticanas. Hace algunas semanas, el Papa personalmente le solicitó su incorporación a la academia; sin embargo, cae la duda de que si la designación es por las necesidades de la Santa Sede o por presiones internas, o ambas quizá.
El nuncio Justo Mullor llega a México en 1997, y en el caldeado entorno de las elecciones por el Distrito Federal comete sus primeros tropezones ante la prensa, pero poco a poco demuestra su actitud dialogante, conciliadora, discreta que restituye una nueva actitud en el quehacer del diplomático, contrastando con su principal sombra: el ex nuncio Girolamo Prigione. Mullor no otorga un trato especial ni preferencial a la élite en el poder, tampoco se convierte en su interlocutor frente a los problemas eclesiásticos. Una de sus primeras declaraciones, y como lo reiteró en la conferencia de prensa, es que esperaba ser un nuncio 90 por ciento pastoral y 10 por ciento diplomático, contrastando con el absoluto porcentaje político de Prigione. El representante del Papa en México enfrentó situaciones relampagueantes y muy tensas, particularmente la situación de la Iglesia católica en Chiapas, aquí apoya a los obispos de San Cristóbal por quienes "mete las manos al fuego". Le toca parte de la organización de la cuarta visita del papa Juan Pablo II a México, actividad que le ocupa casi todo el año de 1998. En dicha visita se pone de manifiesto la distancia que ha tomado frente al Club de Roma y el apoyo que otorga a gran parte de los obispos como Luis Morales, Sergio Obeso, Carlos Talavera, entre otros. En otras palabras, Mullor equilibra fuerzas y pesos.
Mullor enfrenta también los escándalos provocados por el ex abad Guillermo Schulenburg, a quien le solicita se retracte y pida perdón al pueblo mexicano. Mullor se ve obligado a conciliar y negociar en conflictos eclesiales internos delicados con posturas opuestas en torno al asesinato del cardenal Posadas Ocampo; las fuertes discrepancias en Tehuantepec entre monseñor Arturo Lona y monseñor Felipe Padilla; enfrenta los escándalos derivados por los supuestos abusos sexuales del padre Maciel; el tema de las narcolimosnas y por si fuera poco tiene que atemperar frente a un enfurecido Presidente de la República los embates de sus agresiones verbales ante los obispos de Chiapas.
Justo Mullor anuncia la remoción de Raúl Vera en diciembre del año pasado, muy a su pesar porque lo apoyó. Esta posición sin duda provocó reacciones y recelos no sólo del grupo referido, sino de sectores vaticanos.
Su salida implica un reacomodo de fuerzas y de los diferentes grupos al interior del Episcopado Mexicano. Los cardenales no tendrán contrapesos y probablemente se robustecerán. La promoción de Mullor y su presencia en el Vaticano podría llevar voces frescas y alternas a las que actualmente predominan, que incluyen a Javier Lozano Barragán y al propio Prigione. Sin embargo, es indudable que su salida tendrá consecuencias políticas en un año electoral y en una situación riesgosa como la que vive actualmente el país. En escenarios catastróficos figuras como la de Mullor resultan benéficas, pues tienden a conciliar. Tiene que ser muy urgente la necesidad del Vaticano para llevarse a Mullor porque la situación candente que se vive en México amerita sagacidad, actitud dialogante, discreta, no protagónica, características con las que cuenta el nuncio saliente. Queda un lado oscuro que probablemente con mayores datos podremos dilucidar. Flota en el ambiente la sospecha de si la sombra de Chiapas también alcanzó a Justo Mullor. Seguro lo sabremos.