* José Cueli *
El pensamiento, Ƒse someterá?
Algo apunta en la UNAM, como el huso a la rueca. Los primeros choques, los contratiempos indescifrables, un ''no se qué" nos conduce al sufrimiento. La Policía Federal Preventiva en el campus universitario, imágenes que miraban tanto al vacío como a la invasión en una sensación turbulenta. Mientras, algo se entrevé en la lejanía, un agujero negro, una claudicación inquietante.
El futuro de los jóvenes universitarios paristas se derrumba. Ellos llegaron e invadieron la UNAM y nosotros nos quedamos afuera; pero unos y otros fuimos desplazados retomando lo que se abandonaba por la fuerza. šQué lento y qué rápido ha sido todo!, tan desconcertante que ocurrieron situaciones muy conflictivas, terquedad, afectos contradictorios, groserías y desencuentros. Ambas partes respirábamos lo mismo ƑY ahora qué?
Fueron ellos los desaparecidos, pero están sin estarlo. Se extinguieron los gritos, porras y defensa de la universidad pública, sin embargo continúan ahí. Entre tanta herida y espectro lo único que realmente desapareció fue la razón de ser de la Universidad. Los maestros queremos consolar y asustar al mismo tiempo. Nuestra presencia no explica nada, pero lo resume todo. No es consuelo, ni perdón (Ƒde qué?) lo que los jóvenes paristas necesitan para la aceptación (?) de su pérdida. Lo que necesitan más que nunca es entereza. En sus palabras, en la cárcel se adivinaba una grave inquietud, ahínco para conseguir una victoria de tipo conceptual como arma sobre la sombra acechante.
ƑCómo dejar de preocuparnos por la UNAM, por los jóvenes universitarios?, Ƒqué nos pasó que no supimos educar y canalizar su rebeldía juvenil si ésta es un bien que pronto pasa? En vez de educar, cansados hasta la madre de sus incongruencias y actuaciones los sometimos por la fuerza. A partir de esa ''paliza" todo se turbará y esa turbación echará raíces de castración. La paliza a los jóvenes paristas es una afrenta a toda la juventud universitaria, a la juventud en su conjunto.
El pensamiento queda, en cambio, sin vencer, protestando, inquieto, lastimado, con heridas de difícil cicatrización y cuyo deleznable tejido puede volver a abrirse a la mínima tensión. Tal vez aceptarán la humillación dada por la fuerza, pero no la frustración de las ansias juveniles de vida y de dignidad.
Haber nacido pobre, rechazado, al margen, en los márgenes, resulta difícil de comprender y elaborar. Haber nacido para seguir en el exilio, en la exclusión, repugna a la razón y a la dignidad.
Si bien es cierto que los jóvenes paristas incidieron vía la fuerza en la UNAM, no menos cierto es que nuestro papel de educadores fracasó en mostrarles el empleo de la razón y terminó en un enganche de fuerzas. Lo menos que podemos hacer es presionar por su liberación de los reclusorios. Como maestros, seamos de izquierda, derecha o centro, debemos negarnos a aceptar, en nuestro papel de razonadores, lo anárquico y ciego del proceder instintivo; si se los negamos a los alumnos con más razón lo debemos negar a nosotros mismos.
Después de estos últimos acontecimientos desgarradores y convulsos, otra vez estamos como al principio, en el círculo cerrado y en el por qué. Todo parece indicarnos que la respuesta no tiene nada de racional. Todo es porque sí, šque te lo digo yo! Detrás de una aparente victoria sorprendemos, escondida, una traición y dentro de las palabras, agazapada por el estilo, la irracionalidad.
Los universitarios, unos y otros, perdimos contra la razón, ƑHabrá forma de darle la vuelta a lo sucedido? ƑPodremos recuperar la tolerancia? Esto reclama un trabajo delicado y voluntarioso (de ambas partes) que requiere extraer de su fragilidad, pujanza; de la castración, vida; de lo desafiante, cordialidad y solidaridad. Así y sólo así las heridas podrán cicatrizar y todos juntos retomar la reconstrucción de nuestra universidad.