* El Estado cerró la brecha que separaba a la izquierda
Marcha que abrazó a los huelguistas de la UNAM
* Otra generación hizo suya la consigna: šPresos políticos, libertad!
Hermann Bellinghausen * Fue una marcha por los ausentes. "Libertad". No hubo otra palabra, aunque se hayan dicho muchas. En las camisas, en las mantas, los carteles y los papelitos, de todos los tamaños y de todas las tendencias, se repetía una frase, lamentablemente conocida por varias generaciones de mexicanos: "Presos políticos, libertad". Ahora, la nueva generación la ha hecho suya.
"Encarcelaron a la raza, pero no al espíritu. El CGH vive", escrito con plumón negro en una cartulina que portaba un ceceachero, grave y seco, vestido de negro, que caminaba con la firmeza de quien no tiene miedo suficiente para ahogar la rabia.
"ƑSabe joven qué fue lo que hizo el gobierno? Patear el hormiguero", decía un hombre ya mayor, quien observaba la marcha de los universitarios desde las escalinatas del Banco de México. Lo decía en tono neutro, de entomólogo, como si no le incumbiera, pero no pudiera dejar de expresarlo.
Andrés Manuel López Obrador, envuelto por el último contingente de la gran marcha, el del PRD, del brazo de Arnoldo Martínez Verdugo, dijo: "Cualquier cosa que haga el gobierno que no sea liberarlos a todos, será simple demagogia".
Y a la vista de la estremecedora manifestación que ayer recorrió el centro de la ciudad, en la cual una vez más había de todo e iban casi todos, López Obrador agregó: "Con su inmensa torpeza, el Estado permitió cerrar la brecha que nos separaba, y aquí estamos todos. Al gobierno no le queda sino liberarlos a todos".
Fue una marcha que abrazó a los estudiantes huelguistas de la UNAM. Muchos de ellos iban allí, con sus rostros al aire, y con una orden de aprehensión en su contra. Las organizaciones sociales satanizadas por los medios durante el conflicto, como la CUT y el MPI, así como los trabajadores y alumnos de otros centros educativos, los padres de familia, el PRD y hasta organismos independientes de derechos humanos, envolvieron con su presencia de decenas de miles a los estudiantes agredidos, dolidos, en espera del famoso diálogo, y en primer lugar, de la liberación de sus compañeros presos.
Y las palabras de Paul Mizan, el escritor francés que rebasó por la izquierda a su amigo Jean Paul Sartre, resuenan inevitablemente: "Yo tenía 20 años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida".
La marcha de los abrazos
Marcharon los padres, los hermanos, los tíos, los cuates y los vecinos, llevando escritos los nombres de los detenidos: Saúl, Pedro, Itzel, Axa, José, Carmen. Y entre tantas consignas, frases, demandas y rimas, nada sonaba más fuerte que la dureza de un hombre desnudo, y luego otro, y otro.
Un chavito como de siete años sostenía una cartulina: "Más escuelas, y no cárceles". Una anciana como de 80 años agitaba una banderita: "Libertad inmediata".
Da qué pensar que la marcha más grande de protesta en muchos años (se habla de 100 mil participantes) fuera para exigir la liberación de presos políticos y refrendar la defensa de la educación pública, que parece haber caído en manos de la policía. O de las autoridades universitarias que se comportan como policías.
Finalmente, las listas de órdenes de aprehensión responden a los deseos de venganza particulares de los directores de facultades y escuelas.
Los estudiantes de la UNAM marcharon en un número superior al acostumbrado, pero además se manifestaron abrumadoramente los alumnos, trabajadores y maestros de la ENAH, la UAM, el IPN, las universidades de Chapingo y Puebla, el Centro Nacional de las Artes y las universidades Iberoamericana y Pedagógica Nacional.
De las presencias obreras, la más impresionante fue la del Sindicato Mexicano de Electricistas, de donde salían las consignas más iracundas contra el Presidente de la República, y este cartel dirigido al obispo Onésimo Cepeda, un entusiasta de la represión en curso: "Fariseo. Moderno Caifás, por el cuidado del templo entregas a tu pueblo". Y las oleadas cómicas de los estudiantes intercalados, abrazados, protegidos por los demás: "Auxilio, socorro, De la Fuente es un porro".
Los próceres de la Reforma en sus bronces llevaban pegadas cartulinas con una sola palabra en rojo: Libertad. "Su delito, defender la educación pública gratuita", decían cientos de pequeños estandartes a lo largo de Reforma, Juárez y Madero.
Una gran manta: "Gobierno, no encierres niños y jóvenes. Podrás encarcelar sus cuerpos, pero no sus pensamientos ni sus ideales". De banqueta a banqueta.
Los huelguistas de Economía sostenían otra leyenda: "El gobierno creyó que con la prisión acallaría a los estudiantes, y consiguió lo contrario".
Centenares de padres de familia echando el bofe junto a la Alameda por alcanzar al grandísimo contingente de Ciencias, corearon riendo: "Ni un voto al PRI, ni un voto al PRI".
Ferrocarrileros, telefonistas, trabajadores de imprenta, las campesinas triquis urbanizadas, empujando a sus bebés en carreolas, los otomíes de Guanajuato llevaron, junto con los universitarios, el clamor de su descontento. Los gays y las lesbianas desplegaron sus banderas arcoiris en un contingente nutrido, y eso que era de los chicos. El ambiente fue de todo, menos de derrota. El grito de "Huelga" y la exigencia de los puntos del CGH (ya son 7), se ahogaban en una urgente reiteración: "Libertad".
Altos buitres de papel y trapo aleteaban su negrura, y a su lado se meneaban mojigangas y fantoches del demonio. Los buitres se llamaban Ramón de la Fuente y Francisco Labastida. Los demonios no llevan escrito ningún nombre.
A fin de cuentas, los nombres que importaban eran otros. Algunas madres enarbolaban además las fotografías de sus hijos encarcelados.
"Hongo, peyote y mota, en Filos no hay derrota". Como quiera, los más bailadores no fueron los de la UNAM, como anteriormente. El baile por sus compañeros presos, al son de maracas y tambores, que del Angel de la Independencia al Zócalo, no se cansaron, corrían a cargo de los uameros, los politécnicos, los del CNA y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuyos contingentes fueron considerados "históricos", dadas sus dimensiones.
No sólo marchaban los padres que han apoyado la huelga desde marzo pasado. También muchos otros que no habían participado, hasta que los alcanzaron las aguas de la represión.
"Terrorista, la Policía Federal Preventiva", decía una manta de la Preparatoria 9, y otra, grande, de padres de familia, ponía a Walt Whitman diciendo en las fauces de un gran perro dientón y negro con casco de la PFP: "La luz no puede evadirse".
Un grupo de rock tocaba Bella ciao y la gente coreab: "No habrá diálogo ni congreso mientras haya un solo preso". En todo caso, no habrá reconciliación ni nada.
Mal rato pasaron los camarógrafos y reporteros de Tv Azteca, quienes se colocaron ostentosamente en alto para ser vituperados por los estudiantes. Manos anónimas comenzaron a arrojarles objetos, y voces de orden advirtieron a los estudiantes: "No caigan en la provocación, los que avientan botellas no son estudiantes". Y, en efecto, no lo eran. Pero los estudiantes no reprimieron las mentadas. Y los padres de familia gritaban a las cámaras que no los filmaban: "Vendidos". Pero recobraron el paso todos gritando: "Pueblo y UNAM unidos vencerán", y otra vez, y las que hicieron falta: "Libertad".
Un hombre trajeado, y en apariencia distante, dijo: "Una cosa era no estar de acuerdo con la huelga, y otra eso de la cárcel. El país no puede tratar así a sus jóvenes. Y menos por defender lo que ellos creen justo".
Esta noche, la ciudad de México abrazó a los jóvenes. La gente de la calle entendía.
La libertad, esta noche, tuvo nombres. Muchos nombres, y apellidos. Y fue una palabra urgente.