* Víctor M. Godínez *

El contacto estadunidense/I

La expansión extraordinaria que vive Estados Unidos desde el segundo trimestre de 1991 hizo que la economía mexicana tuviera en los últimos nueve años un entorno externo globalmente favorable para su desempeño. Este hecho fue especialmente importante desde 1995, cuando estalló la crisis financiera que sigue trabando las posibilidades de un crecimiento estable y sostenido en nuestro país. En ausencia del vigor mostrado por la economía estadunidense durante estos años es poco probable que México hubiera salido con la misma rapidez de la recesión que desató aquella crisis. Y sin esta expansión excepcional tampoco hubiera sido posible sostener el dinamismo del sector exportador, el cual es el único que en México puede acreditar un incremento permanente de sus índices netos de producción, empleo y generación de ingreso en la década de los noventa. Ahora, la viabilidad del proyecto de una transición presidencial sin sobresaltos económicos depende en una proporción muy importante del curso que tome el ciclo expansivo que está viviendo nuestro poderoso vecino.

Como ocurrió en los mejores momentos de la llamada época de oro de la posguerra, no faltan ahora los economistas que, ante la evidencia de una ola de crecimiento que en Estados Unidos ya es la más larga desde 1854, proclaman la desaparición del ciclo económico. Esta hipótesis es rebatida de manera contundente por Alan Greenspan, que al frente del sistema de la Reserva Federal (Fed), viene manifestando su preocupación sobre un posible descarrilamiento de la poderosa locomotora estadunidense. Desde una posición, que bien podría ser interpretada como una auténtica vindicación de las venerables leyes del mercado --empezando por las más elementales: las de la oferta y la demanda--, el señor Greenspan está advirtiendo desde hace ya un buen número de meses sobre la aparición de síntomas cada vez más agudos de sobrecalentamiento en la economía de su país. Para evitar que éstos precipiten un fin abrupto e inopinado de la expansión, la Fed ha venido incrementando progresivamente el costo del crédito. El alza de 5.5 a 5.75 por ciento de la tasa de interés sobre los fondos federales (y de 5 a 5.25 de la tasa de descuento) que decidió el Comité de Mercado Abierto el día de la santa Candelaria, continúa una tendencia iniciada en junio de 1999, fecha desde la cual la autoridad monetaria estadunidense puso fin a la postura relativamente relajada que hasta entonces había sostenido. De acuerdo con el diagnóstico de la misma Fed, nuevos aumentos podrían decidirse en la próxima reunión de ese comité, que será el 21 de marzo, día de la primavera.

Una de las mayores preocupaciones de las autoridades monetarias con respecto al futuro del actual ciclo expansivo es el auge sin precedentes del consumo privado auspiciado por el crédito. Datos del sistema de la Reserva Federal revelan que el monto de la deuda al consumo desembolsada a noviembre de 1999 ascendía a la fabulosa suma de 1.38 billones de dólares, lo que representa un aumento absoluto de 80 por ciento en relación con 1990. Entretanto, la tasa de ahorro personal alcanzó en 1999 su nivel anual más bajo en el último siglo: 2.4 por ciento. Tales tendencias parecen ser insostenibles. Para empezar a desinflar esta burbuja de prosperidad a crédito, la Fed está decidida a seguir encareciendo el costo del dinero. Debido a ello algunos expertos consideran que durante el presente año la tasa de interés podría acumular en Estados Unidos un incremento de 1 a 1.25 puntos porcentuales.