* Se pidió una carta para garantizar que no ocurriría un temblor, dice
El Museo Estatal del Hermitage se desdijo y no prestó a México un óleo de Rivera: Lozano
* Nature morte no pudo incorporarse a la muestra del pintor que se exhibe en el MAM
* Su cancelación de última hora impidió ser remplazada por otra pieza, lamenta el curador
Merry Mac Masters * Todo por no predecir los fenómenos naturales. Después de meses de satisfacer requerimientos, la petición de una carta del Instituto Sismológico de México mediante la que se garantizara que en los próximos dos meses no habría aquí un gran terremoto, dio al traste con los trámites para que el cuadro Nature morte (1913), de Diego Rivera, perteneciente al Museo Estatal del Hermitage, en Rusia, pudiera incorporarse a la muestra del pintor guanajuatense que se exhibe en el Museo de Arte Moderno (MAM). Sería la primera vez que esa obra se viera en México. Además, nunca ha estado en una retropectiva del muralista. El préstamo temporal de la pieza ya había sido autorizado meses atrás por la dirección del museo de San Petersburgo. Incluso, fue enviada una placa del cuadro para reproducirse en el catálogo.
Cosas de la burocracia
Nature morte no formó parte de la muestra Diego Rivera. Arte y revolución, durante su itinerancia estadunidense en los museos de arte de Cleveland, del condado de Los Angeles y de Bellas Artes de Houston. Reforzaría la etapa final de la exhibición inaugurada el pasado 17 de diciembre en el MAM. Su cancelación de última hora no permitió que fuera remplazada con ninguna otra obra.
Los trámites del préstamo comenzaron desde mediados de 1999. Los requerimientos originales cayeron dentro de los parámetros internacionales que exigen todos los museos, en cuanto al seguro, las condiciones de conservación y preservación de la obra, así como de seguridad de la misma. ''Conforme fueron solicitados, todos los trámites fueron cumplidos por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)", asegura el curador de Arte y revolución, Luis-Martín Lozano. Sin embargo, cada vez aparecían nuevos requisitos que, lejos de satisfacer la gestión inicial, la dificultaban.
Un mes antes de la inauguración, cuenta Lozano, en aras de los enlaces para recoger la pieza, surgieron los primeros problemas ''burocráticos". Los responsables del Hermitage notificaron que la disponibilidad del comisario ruso para viajar determinaría cuándo arribaría el cuadro. Eso resultó una ''contradicción", porque el oficial que acompaña la pieza viaja según las necesidades del museo, no cuando él pueda. Una vez acordada la fecha de salida y el nombre del comisario, se tramitaron los permisos aduanales correspondientes y se mandó la póliza del seguro. La parte mexicana accedió a que la travesía se hiciera los primeros días de enero en vista de los temores por la llegada del nuevo milenio. Incluso, se colocó una cédula en el MAM anunciando que a partir del día 6, la pieza ya estaría en exhibición. Tras varios avisos de salidas no cumplidas, los responsables rusos empezaron a poner como ''pretexto" que de haber un terremoto no había nada que protegiera la pieza. A pesar de un nuevo envío de cartas aclaratorias por las autoridades mexicanos, los rusos ahora solicitaron una misiva del Instituto Sismológico de México garantizando que en los siguientes dos meses no ocurriría un ''gran" terremoto.
Para esto ya era finales de enero, apunta Lozano. Traer una obra a México también implica una inversión económica ųseguro, empaques, transporte, gastos del comisarioų, y como Arte y revolución concluiría el 19 de marzo, se acercaba la fecha, por lo que se decidió que ya no tenía sentido continuar la negociación.
Irrisorio, desdecirse
Lozano lamenta la burocracia suscitada en torno del préstamo de Nature morte. Señala lo penoso de que un museo serio se desdiga de lo que ya autorizó por un trámite, ''además, irrisorio". Supone que ''ni siquiera las mismas altas autoridades rusas supieron bien a bien" del asunto. Apunta que en estos casos es el jefe del registro de obra el que lleva el control del préstamo y si a sus ojos no se satisfacen los procedimientos, ''la pieza no sale". Recuerda que en un principio y ante la escasa comprensión de los rusos de quienes pedían la pieza, ''querían una carta del ministerio de Cultura español como garantía. Creo que se imaginaban que México no era independiente. Las autoridades del INBA les contestaron que si querían les mandaban una del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ellos se disculparon diciendo que habían metido la pata".
Pero, lo más lamentable es que una situación así se puede remediar con otro préstamo, pero no cuando la exposición ya está armada. Quedó, entonces, un hueco en el guión. Si Lozano juzga ''capital" la presencia de Nature morte, es porque permitiría entender cómo Rivera pasó gradualmente de la figuración a la abstracción. Esta naturaleza muerta, además, obedece a un momento de experimentación en el trabajo del guanajuatense, en el que "transita del estudio de la figura a la fragmentación de la composición geométrica, rumbo al cubismo". Ahora, no es la única pieza que cumple con este objetivo dentro de la muestra. También lo hacen los óleos Paysage, Toledo, proveniente del Museo de la Ciudad de Nagoya, Japón, y El puente de San Martín, de una colección privada mexicana, ambos de 1913.
Es necesario recordar que Rivera partió por segunda ocasión a Europa el 3 de enero de 1911, después de inaugurar el 20 de noviembre de 1910 una exposición en la Escuela Nacional de Bellas Artes, con la presencia de Carmelita Romero Rubio, esposa del presidente Porfirio Díaz. Regresaría a México hasta 1921. Nature morte fue pintada en París. Sobre la llegada de esa obra al Hermitage, Lozano dice: ''Si se considera que Diego formaba parte de la vanguardia internacional, se entiende que sus pinturas eran igualmente coleccionadas como podía ser un Picasso o un Braque. Además, hubo coleccionistas rusos que vivían en París o viajaban allí y compraban obras de la vanguardia. Hay varios cuadros cubistas de Diego en Europa".
Rivera también experimentó con el puntillismo. Según el catálogo razonado de obra de caballete del artista, un cuadro realizado con esta técnica se encuentra en el Museo Pushkin de las Bellas Artes. Establecido el contacto con la institución de Moscú, ''nos contestaron que ellos no lo tenían", dice Lozano. Y ante un segundo intento, ''nos pidieron que comprendiéramos que ellos tenían un enorme acervo, que no tenían el tiempo de evaluar sí estaba o no. Pero si teníamos el dato de que sí, debería aparecer en un museo en un momento dado". Como la obra se solicitó con unos tres años de anticipación, se pudo sustituir con una pieza también puntillista proveniente de una colección mexicana.
A decir de Lozano, situaciones de este tipo no son ''ninguna'' sorpresa: ''Mucho del arte mexicano en el extranjero, no es que no sepan el nombre del autor, porque está firmado o lo tienen registrado, pero no saben quién es el artista. Ha ocurrido que piezas, ahora muy importantes para nosotros, los museos las llegaron a vender porque no tenían la más remota idea de quiénes eran los creadores".
Detrás de la burocracia, muchas veces subyace la ignorancia.