Carlos Martínez García
La jerarquía eclesiástica y el movimiento estudiantil
En su ya muy conocida postura de identificarse con los proyectos emanados desde el poder político y económico, jerarcas de la Iglesia católica mexicana como Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda, despreciaron desde su inicio al movimiento estudiantil. Coherentes con su línea de pensamiento, hoy se congratulan de que la Policía Federal Preventiva haya realizado la toma de las instalaciones universitarias que estaban en manos de los huelguistas.
Partidarios destacados de la organización vertical de la Iglesia católica, donde las cúpulas son exclusivos admi- nistradores de los bienes simbólicos de salvación y los feligreses meros consumidores sin derecho a réplica de los mismos, los cardenales Sandoval y Rivera y el obispo Cepeda aspiran a que en la sociedad también prevalezca una inmovilidad semejante a la que buscan hacer prevalecer en la institución eclesiástica. Pero ni en la misma Iglesia mayoritaria dejan de darse cuestionamientos a la verticalidad y el autoritarismo, menos va a prevalecer el status quo en una sociedad como la mexicana que es crecientemente crítica, participativa y vigilante de los asuntos públicos. Los tres altos clérigos son conspicuos representantes de la opción preferencial por los ricos y poderosos. De ahí que decidieran respaldar el desplegado del Grupo por México (publicado el 29 de enero en todos los diarios de circulación nacional, con la honrosa excepción de La Jornada), que demandaba el cese de cualquier dialogo con el CGH y el restablecimiento del Estado de derecho en las instalaciones universitarias.
En el manifiesto golpista confluyeron las firmas de los mencionados jerarcas católicos con las de grandes empresarios: Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego, Joaquín Vargas y Alberto Fernández Garza, entre otros. Este último es el presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, y fue quien el verano pasado lanzó a la opinión pública la idea (de alguna manera hay que llamarla) de cerrar la UNAM y becar a los estudiantes en instituciones privadas nacionales y extranjeras. Ni el mí-nimo rubor tuvieron los príncipes de la Iglesia católica para demandar el estado de derecho en la UNAM al lado de empresarios que se han beneficiado de programas gubernamentales como el Fobaproa. Algunos de los signantes fueron privilegiados con el capitalismo de compadres impulsado en las privatizaciones salinistas. Los líderes eclesiales convenientemente olvidaron, por decirlo con elegancia, que los notables del 29 de enero serían de los primeros a quienes un auténtico Estado de derecho les ajustaría cuentas. ƑNo se supone que los líderes religiosos deberían ser de los más interesados en fomentar condiciones de paz, de formas civilizadas de dialogar para encontrarle salidas pacíficas a los conflictos? En lugar de esto Rivera, Sandoval y Cepeda declararon cerrada cualquier posibilidad de resolver la huelga universitaria por medio del sinuoso proceso de la negociación, para en su lugar favorecer el fast track policiaco. Rivera Carrera, al término de su homilía dominical, declaró que la toma de la UNAM era necesaria y la consideró un primer paso para que la institución "recobre vida". Juan Sandoval consideró que la policía actuó con apego a derecho y pidió que se distinga entre quienes fueron "arrastrados y engañados, y entre los agitadores profesionales, para que los identifiquen bien y vean sus raíces, que tienen nexos con Chiapas y con las organizaciones internacionales de izquierda. A esa gente se le debe tener a buen recaudo para que no le cause más daño al país" (La Jornada, 7 y 8/II, respectivamente).
Pero en la petición de mano dura del 29 de enero, que tuvo pronta respuesta en los acontecimientos de la Prepa 3 el martes primero de febrero y el domingo 6, hubo otras firmas de líderes religiosos. Firmaron Jorge Aby Yunes, de la Iglesia maronita; Emilió Berlié, obispo católico de Mérida; Sergio Carranza, obispo de la Iglesia anglicana; Antonio Chedraui, Iglesia ortodoxa, y Jaziel López, de la Iglesia luterana. Todos los no católicos romanos, estoy seguro, fueron invitados a participar para darle al manifiesto un sentido de pluralidad y aparecer ante la sociedad como un amplio abanico en el que concurrieron legítimos representantes de muy diversos sectores de la nación me- xicana. Si uno revisa los nombres de los empresarios, y de los peces gordos de la Iglesia católica, se llega a la conclusión de que su común denominador es el poder que concentran. ƑPero qué poder real tienen el maronita, ortodoxo, anglicano y luterano? Casi ninguno, las comunidades religiosas que representan (Ƒserá que firmaron a título perso-nal y los hicieron aparecer como voz de sus comunidades?) son muy pequeñas en el amplio espectro de la diversidad religiosa mexicana. Lo único que les valió ser incluidos es su cercanía ideológica con los señores del dinero y el ecumenismo light y cupular que comparten con el cardenal Norberto Rivera Carrera en el Consejo Interreligioso de México, tan cercano a la Secretaría de Gobernación.