Ť Nula presencia mexicana
Cincuenta aniversario del festival de cine de Berlín
Leonardo García Tsao, enviado, Berlín Ť El primer festival de Berlín se celebró en junio de 1951, en una ciudad que, seis años antes, había sido devastada al final de la segunda guerra. Mucho ha pasado desde entonces. Se levantó un muro, se dividió la ciudad; y décadas después el muro se vino abajo, cambiando nuevamente la topografía berlinesa.
Ahora la Berlinale festeja su 50 aniversario estrenando instalaciones que fueron construidas en Potsdamer Platz, tierra de nadie en los años de la Guerra Fría. Por vez primera, las películas de la competencia no serán exhibidas en la enorme sala Zoo Palast, que ha pasado a ser la sede de la sección paralela Panorama, sino en la reluciente Berlinale Palast.
En los siguientes días comprobaremos si el cambio le sienta bien a un festival considerado entre los mejor organizados. Para los veteranos de la Berlinale --con 20 años de asistencia casi ininterrumpida, yo me siento uno de ellos-- será un reto interesante romper con una tradición y una rutina que había tenido muy pocas transformaciones.
Por lo pronto, la sección competitiva parece cumplir con los intereses de costumbre. Antes de la celebración de los Oscares, la Berlinale ha funcionado como plataforma de lanzamiento de las producciones hollywoodenses de ambición. De 21 títulos en competencia, seis son estadunidenses; es decir, casi una tercera parte. Eso sin contar la exhibición fuera de concurso de otros tres largometrajes. No incluimos entre ellos a la película inaugural, The Million Dollar Motel, la más reciente realización de Wim Wenders, sobre un guión del rockero Bono y con las actuaciones de Mel Gibson y Milla Jovovich.
Para el rotundo director del festival, el perdurable Moritz de Hadeln, el hecho de contar con tres cintas alemanas en concurso ha sido motivo de satisfacción. No importa que dos de los directores --el propio Wenders y Volker Schlöndorff-- pertenecen a la vieja ola del Nuevo Cine Alemán de los 70; mientras el tercero, Rudolf Thome, no es exactamente una joven promesa.
Fuera de los nombres gringos y alemanes, los prestigios de otras nacionalidades son escasos: el chino Zhang Yimou, los franceses Laetitia Masson y Claude Miller y, fuera de concurso, el inglés Kenneth Branagh y el brasileño Bruno Barreto. Este último es el único representante latinoamericano en toda la sección oficial. Y para repetir un fenómeno que se dio el año pasado en Venecia y en San Sebastián, no hay un solo indicio del cine mexicano. Si bien la participación latinoamericana es escasa en todo el festival, hay algunas cintas argentinas y una peruana. Pero el cine nacional no ha sido convocado para nada a la fiesta.