* La Sinfonía de los mil, de Gustav Mahler *

Integrantes de la Sinf—nica Nacional durante los ensayos en el Palacio de Bellas Artes n Fotos: Elsa Medina Angel Vargas * Hablar de la Octava Sinfonía de Gustav Mahler es como referirse a la Muralla China o las pirámides de Egipto: sus dimensiones son monumentales y su belleza, extrema.

Por ello, Enrique Arturo Diemecke no duda en considerar todo un acontecimiento el montaje que la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) hará de esa obra, en su primer programa de la temporada Invierno 2000, cuyos conciertos se realizarán esta noche y el mediodía del domingo próximo en el Palacio de Bellas Artes.

Con ésta, sumarán cuatro las ocasiones en que la ''Sinfonía de los mil" ųllamada así por el elevado número de músicos que requiere su ejecuciónų se presenta ante el público mexicano. La primera vez fue ofrecida por el desaparecido director Eduardo Mata, mientras que las dos restantes estuvieron a cargo del actual titular de la Sinfónica Nacional, en 1991 y en 1994.

Mahleriano confeso, explica Diemecke que abrir la temporada con esa obra tiene un significado especial para la orquesta en su conjunto y para él como director, pues encierra el balance de la creación de la vida y del universo, enfatiza, y ''es importante recalcarlo en este siglo que apenas nace''.

 

Viaje al interior de las notas

 

''Se trata de la creación más grande, más completa del repertorio romántico germánico, además de que fue la última obra que Mahler pudo dirigir. Ahora, la octava también encierra varios motivos profundos. Uno de ellos es la expresividad de lo femenino, tan importante en esta temporada y, en general, en este año que la orquesta lo dedica a la mujer compositora, creadora, partícipe", apunta.

''Tiene que ver con lo épico, con esas cosas que no se pueden repetir todos los días, por sus dimensiones y sus características. Es una obra que demanda mucho; compleja, de una gran magnitud y de una orquestación inmensa. Tenemos seis flautas, seis oboes, seis clarinetes, seis fagots, ocho cornos, cuatro trompetas, cuatro trombones, una serie de percusiones; hay armonio, órgano, celesta, piano, dos arpas y aparte una banda externa; intervienen un coro infantil, dos coros mixtos y ocho solistas, de los que cinco son voces femeninas y tres masculinas."

La presencia de más de 350 músicos en el escenario del palacio de mármol impone a cualquiera. Es una sinfonía atractiva no sólo para los oídos, sino para los ojos.

El elenco lo integran las sopranos Dinah Bryant, Conchita Julián y Martha Molinar; las mezzosopranos Mariana Karpatova y Verónica Alexanderson; el tenor Ronald Hamilton, el barítono David Maze y el bajo Mark Embree, así como los coros del Teatro de Bellas Artes, de México, el Convivium Musicum y el de los Niños Cantores del Valle de Chalco.

A decir de la batuta titular de la OSN, ésta llega preparada a plenitud para enfrentar una encomienda de tal envergadura, con madurez y conocimiento: ''Siempre la primera vez lo espanta a uno; la segunda es todavía un entusiasmo; pero la tercera es una experiencia recorrida que no va a detenerse en las cosas pequeñas, porque antes trabajábamos sólo en pulir un concepto. Ahora viajamos al interior de cada nota, para vivirla y disfrutarla. No se puede vivir esta sinfonía sin participar en ella, sin gozarla".

Diemecke no vacila en considerar a Mahler el compositor que mejor se retrató en sus obras: ''Escribió su música basado en su propia forma de existencia, con sus goces, triunfos, fracasos, golpes. Vemos en su quehacer esa profundidad, esa forma de describir la vida con todas sus sensaciones, que lleva de la mano a enseñar lo que él realmente era".