* Jean Meyer *

La paja y la viga

Haríamos bien en olvidar nuestra histeria anti-rusa, la cual empezó a manifestarse en la primavera, en el verano de 1999, meses antes de la segunda guerra de Chechenia. Todo empezó con el escándalo, bastante artificial por cierto, del lavado de dinero ruso en bancos de Nueva York; incluso un dinero, supuestamente prestado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. ƑManiobra republicana contra el demócrata Clinton y su candidato Al Gore? Posiblemente. Poco importa. La ofensiva prosperó como llama en un pajar. Al rato toda la prensa europea y americana ardía de coraje contra Rusia y contra su presidente. De repente descubría la violencia, la ilegalidad, la corrupción, la mafia rusa, la "familia" presidencial; descubría que no había democracia, que el KGB y los "barones rojos" soviéticos seguían en el poder, que el antisemitismo y el imperialismo, quien sabe si ruso o soviético, eran más fuertes que nunca.

Con la nueva guerra de Chechenia, al otoño, redobló la histeria. Recuerdo cómo en una semana salieron tres portadas sangrientas, de tres semanales europeos famosos: The Economist "Rusia sangrienta", L'Express "Los crímenes de Yeltsin", L'Observateur "El genocidio ruso". La primera ola descubría de repente el Mediterráneo, la segunda olvidaba alegremente la gravedad de la situación en el Cáucaso; en ambos casos la prensa internacional prefirió volver a antiguas convicciones rusófobas, del tiempo del zarismo y del comunismo, antes que ver con seriedad las dimensiones del problema ruso: "Rascale tantito, debajo del ruso encontrarás al tatar".

Geografía es historia, historia es geografía, me enseñaron mis maestros. La Rusia de hoy se encuentra en su geografía de 1650. Se han esfumado 350 años de historia y los rusos han perdido todas sus referencias históricas, al grado que no saben cómo contestar a la pregunta de Ƒqué es Rusia? El problema mayor de los rusos es encontrar su identidad, situarse en el mundo. Veinte millones de rusos viven fuera del Estado llamado Federación de Rusia. De los imperios zarista y soviético no queda nada; la crisis económica corre al par del declino demográfico acelerado (que no es propio de Rusia, vean a España, Alemania o Japón). Liquidar la herencia negativa soviética y reconstruir al país tomará dos generaciones.

Frente a tal situación se puede entender la nostalgia del "puño duro", el deseo, si no es que la necesidad del "hombre fuerte". Putin tenía en su oficina de primer ministro, no la foto clásica del presidente, sino un retrato de Pedro el Grande. ƑSerá su modelo el constructor de San Petersburgo y de la Rusia moderna y poderosa? ƑO será otro Pedro, Stolypin, el gran ministro reformador asesinado en 1911, a quien Lenin consideró como el único adversario serio de la revolución? Sería mejor que transformarse en un Slobodan Milosevic ruso, aunque posiblemente más difícil. El ultranacionalismo de Milosevic le ganó una enorme popularidad y le permitió mantenerse en el poder. 85% de los rusos eran favorables al déspota serbio a la hora de la intervención de la OTAN en Kosovo.

La guerra de Chechenia puede ser tan desastrosa para Rusia como lo fue la operación Herradura en Kosovo para Serbia. Milosevic había repetido que el destino de Serbia se jugaba una vez más en Kosovo. Putin dijo que "el destino de Rusia se decide en Chechenia". ƑCómo? ƑSaldrá de esa guerra un Pedro Stolypin o un Milosevic ruso? La incógnita es mayúscula. Mientras, deberíamos bajar el tono de nuestra rusofobia y reflexionar en la mejor manera de convencer a los rusos de que tienen su lugar en un mundo cada día más interdependiente.