El fantasma de la derecha en Europa

* Soledad Loaeza *

LA INMINENTE formación de un gobierno de coalición de derecha en Austria ha provocado una abrupta reacción de rechazo por parte de la Unión Europea y de Estados Unidos. En un movimiento francamente audaz, el primer ministro portugués Antonio Guterres, quien actualmente ocupa la presidencia de la UE, advirtió a Wolgang Schuessel, líder del Partido Popular austriaco, que su país se vería sometido a un severo aislamento internacional en caso de que el Partido de la Libertad participara en el gobierno. Guterres hizo esta advertencia después de que los gobiernos de Alemania, Francia y Bélgica habían repudiado las posturas xenofóbicas de Joerg Haider, el líder de la extrema derecha austriaca, así como sus expresiones de simpatía hacia el nazismo, con el argumento de que eran incompatibles con los valores de la UE.

La reacción de los europeos es explicable porque el Partido de la Libertad está, en contradicción con su propio nombre, en contra de un régimen político liberal y de respeto a los derechos humanos. Su líder, Haider, ha expresado su admiración por la política de empleo de Hitler, por el valor de los oficiales del ejército nazi en su lucha "por la libertad y la democracia en Europa", y se refirió a los campos de concentración como instituciones penales, como si los internos hubieran sido criminales que cumplían una condena merecida. Sin embargo, la reacción de los europeos en contra de su entrada al gobierno se comprende mejor si se le mira como una manifestación de miedo antes que como una posición de principio. Lo que los europeos temen es que la integración de Haider al gobierno austriaco sea el inicio de una conversión a la derecha de los electorados en Europa. Su progreso prueba que este tipo de movimientos de opinión puede producirse en condiciones de prosperidad económica, y que ųcontrariamente a lo que nos gustaba creer en la segunda mitad del siglo XXų la intolerancia política tiene cabida en una sociedad bien empleada, bien alimentada y bien vestida. La situación austriaca ha introducido en el escenario europeo incertidumbres que se creían superadas.

Al igual que en Austria, en Dinamarca, Italia, Francia, Suiza y Alemania han surgido corrientes de opinión y organizaciones xenofóbicas muy agresivas, y aunque en ninguno de estos casos tengan la posición decisiva que actualmente ostentan en el parlamento austriaco, no hay razón para descartar la posibilidad de que en un futuro cercano se fortalezcan. Por lo pronto, todo sugiere que hay que encontrar nuevas explicaciones al fenómeno. En el pasado explicamos el surgimiento de la derecha como respuesta a la ofensiva de la izquierda revolucionaria o al deterioro social que propician las crisis económicas. Ninguno de estos factores está presente actualmente en Europa; en cambio, las comunidades de inmigrantes van en aumento en la región, y se han convertido en la motivación más poderosa del sentimiento de inseguridad que está detrás de la xenofobia. Su efecto puede ser devastador para los partidos democráticos en un contexto que se caracteriza por la volatilidad de los votantes, y el descrédito de muchos de esos mismos partidos. Algunos de los más respetables, por ejemplo, la democracia cristiana alemana, perdió en unos cuantos días el aura que le había impuesto su papel de liderazgo inequívoco en la reunificación alemana, y enfrenta graves acusaciones de manejo de donativos ilegales. La simultaneidad de esta crisis y el progreso de Haider no podía ser más desafortunada. Si la DC alemana se derrumbara por efecto de las denuncias de corrupción, como ocurrió con la DC italiana hace más de diez años, entonces el electorado conservador alemán, desilusionado de Helmut Kohl, podría lanzarse en brazos de otro líder que ųcomo Haider, si no es que él mismoų supiera hacerse eco de cualquier prejuicio o "causa popular", por ejemplo, la idea de que los turcos son una amenaza para la nación alemana.

Para evitar las sanciones internacionales los líderes austriacos de la derecha moderada pueden abandonar el proyecto de coalición con la extrema derecha, deponer sus diferencias con los socialdemócratas y formar un nuevo gobierno. Sin embargo, es muy poco lo que puede hacer la UE en el corto plazo para alterar las preferencias de un electorado que en octubre pasado le dio 27% del voto al Partido de la Libertad, el cual hoy ocupa 52 de 183 curules en el parlamento. Peor todavía, las encuestas revelan que si se llevaran a cabo elecciones el día de hoy, ese partido obtendría 33% del voto, un incremento que se explica primeramente como una reacción a las amenazas de la UE. La democracia es el gobierno del pueblo. Pero Ƒqué pasa cuándo ese pueblo lleva al poder a un líder o un partido antidemocrático? *