* El pintor Juan O'Gorman/ II *
* Elena Poniatowska *
De 1949 a 1951, los domingos, algunas familias acostumbraban ir de día de campo y comer en Ciudad Universitaria para ver a Juan O'Gorman subido en su andamio, hora tras, hora añadiendo un nuevo mosaiquito azul a un mar de mosaicos que recubrirían la Biblioteca Central de la UNAM. Enfundado en un viejo overol, el maestro encogido, los ojos fijos bajo su visera, desafiaba al sol y el cansancio. Cubrió 4 mil metros cuadrados con la vida precortesiana, la colonial, las Leyes de Indias y las alegorías de nuestra raza y sus símbolos: la Santísima Trinidad, la espada, la cruz, el átomo, el progreso. šUn códice gigantesco, eso es lo que pretendía pintar O'Gorman!
Una piedrita tras otra, en un descomunal rompecabezas, Juan O'Gorman fue ensamblando con infinita paciencia, de 1961 a 1963, 3 mil 800 metros cuadrados, 200 metros menos que la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria con piedras naturales, su Alegoría de México para la SCOP. En 1985, a raíz de los dos terremotos del 19 de septiembre, la obra resultó tan dañada que los ingenieros de la Secretaría de Obras Públicas decidieron reducir el edificio a la mitad y gran parte del mural perdió su sentido. ƑHabría tolerado Juan esta catástrofe?
Malraux, devastadora crítica
En el campo de la pintura, Juan actuó como un libro de historia. Escribió con un pincel muy fino la zaga mexicana a 2.50 pesos el metro y todavía puso de su bolsa. Didáctico, quiso servir y enseñar. Pintó en un incesante y agotador trabajo de hormiga. A sus paisajes, a sus personajes nunca les faltó un solo detalle. Siempre me han espantado las pulgas vestidas o aquel señor en San Juan de Letrán que escribía los nombres y los apellidos de los transeúntes en un grano de arroz. Juan pintaba a pequeñísimas pinceladas la corbatita, la diminuta chispa en el ojo diminuto, los anteojos de arillo, la leontina, el disparador del fusil, cada cabello bien alisado, las medias de raya atrás, el cuello de encajes, cada pelito de las cejas arqueadas, los zurcidos invisibles, los pañuelos con orillas de llorar. A un bosque de hojas verdes que sólo servía de fondo y de ninguna manera era el tema principal, dibujó con primor la corteza de cada árbol y las nervaduras de cada hoja pero no sólo eso, los espectadores habrían necesitado binoculares para observar cómo Juan, ocurrente y lúdico, pintó periquitos sobre las ramas. Su cuidado de miniaturista era admirable y aterrador porque para hacerlo se exigía una disciplina y un esfuerzo de monje cartujo. Renunció a todo, se castigó, él mismo fue su propio silicio. Literalmente, a Juan, la exigencia le comía las entrañas.
A tal grado llegaba su perfeccionismo que Roberto Berdecio, su ayudante, cuenta que al pintar ųen el mural del Castillo de Chapultepecų la gran figura del padre Hidalgo en el momento de arengar a los mexicanos, no le salía la lengua dentro de la boca abierta lista para gritar: ''šViva la Independencia! šViva la Virgen de Guadalupe!" y la borró siete veces sin quedar satisfecho: ''No me sale, no me sale". Hasta que Berdecio, compadecido por su desesperación, le ofreció: ''A ver, déjame intentarlo" y Juan se dejó convencer de que ya estaba bien. Cuando André Malraux, titular de Cultura del gobierno de De Gaulle, vino a México en 1960 y lo llevaron a ver el mural de O'Gorman en el Castillo de Chapultepec, exclamó frente a él, en francés:
ųMais c'est un calendrier!
ųEfectivamente, es un calendario ųle respondió O'Gorman, también en francés.
Juan no se defendió, pero el autor de La condición humana lo lastimó muy profundamente. Si Malraux sabe de la lucha de Juan contra el academicismo y de sus esfuerzos por modernizar la arquitectura mexicana, su admiración por Gaudí, Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, no lo trata con desprecio pero ninguno le informó acerca de la noble trayectoria del pintor al que relegó con sólo cuatro palabras.
Para Raúl Flores Guerrero, los dos murales más importantes de O'Gorman son los del Aeropuerto y los de la biblioteca Gertrudis Bocanegra en Pátzcuaro. Hace énfasis en la preocupación del maestro por los detalles, los letreros constantes, el afán de enseñar, la limpidez de los paisajes. Historia de Michoacán, en la biblioteca de Pátzcuaro, le parece admirable y la de mayor aliento.
Juan O'Gorman siguió las enseñanzas de Diego Rivera, maestro del fresco en México y ''el resultado final fue esa gran obra que, como Justino Fernández ha observado, es el mural de mayor aliento y calidad que se ha ejecutado por un pintor de la generación posterior a Orozco, Rivera y Siqueiros. Hay en ella fragmentos estupendos, plenos de pasión y de entusiasmo por la interpretación plástica de la historia. El paisaje de volcanes y de lagos de Michoacán, paisaje de fuego y de agua, es la escenografía grandiosa en ese drama secular de los indios tarascos, creadores de una civilización que pudo ųla únicaų mantener su independencia frente al imperialismo guerrero de los mexicas, pero que sucumbió ante la perfidia y la crueldad del tristemente célebre Nuño de Guzmán y de sus soldados bañados en resplandores de armaduras y cuchillos. (...) Es por esta obra que puede incluirse a O'Gorman, con pleno derecho, entre los participantes de importancia en el movimiento muralista de México".
Verdades hirientes
šCuánto debió informarse O'Gorman para escribir esta historia de Michoacán y cómo se quemó las pestañas para no fallar en reproducir un solo pectoral, un solo relieve! šCon qué exactitud dibujó cada uña de cada mano y con cuánto amor retrató a Vasco de Quiroga y la cruz franciscana de fray Juan de San Miguel! Bordó hacendosamente filosofías, religiones, ciencias, héroes, santos y deseó con fervor que las mayorías tuvieran acceso a la cultura. Y sin embargo, por su carácter, fue el que menos agradecimiento recibió. Abeja diligente, se lo comieron las avispas. Diego decía cualquier cantidad de mentiras y nadie se las tomó a mal. O'Gorman dijo una serie de verdades y todos se sintieron heridos. ƑSería porque daba en el blanco y porque ųcomo lo dijo Eliotų el hombre no puede aguantar demasiada realidad? Si Juan fue áspero con los demás, también lo fue consigo mismo. Al final, la amargura se le revirtió y no encontró ningún antídoto contra su propio mal ni los males de México. Del odio de sí mismo pasó al odio de sus semejantes.
Contra Juan O'Gorman se cometieron varias injusticias. La escuela-hogar Gabriela Mistral en Peralvillo, donde pintó su primer mural en 1926, fue demolida. Dos de sus murales pintados al temple en el Aeropuerto para su tríptico Historia de la aviación fueron destruidos porque convirtió en víboras a Hitler y Mussolini, jefes de países con quienes el gobierno mexicano tenía relaciones diplomáticas. En vida, su obra no se valoró como lo merecía. ƑSe valora ahora? Los críticos se deshacen ante su Autorretrato y lo llaman ''excelente retratista", pero las figuras a escala relativamente pequeñas de sus murales sólo llamaron la atención por su exactitud pero no por el gran aliento que las inspiraba.
Los Tres Grandes pintaban con la furia de sus pinceles rojos y sus figuras se hicieron inmensas, Juan O'Gorman musitó para sí y nunca pudo quitarse de encima el peso de sus antecesores.