El profeta de Maquilatitlán

* Luis Hernández Navarro *

En Davos, la meca del neoliberalismo, Ernesto Zedillo, el profeta de Maquilatitlán, predicó en contra de herejes, apóstatas y titubeantes que se atreven a cuestionar las bondades del libre mercado. Cobijado por la Montaña Mágica y la fiesta anual de los amos del universo, con la sombra de Seattle a sus espaldas, arremetió contra las ONG que se autonombran "representantes de la sociedad civil" y contra el desafío al pensamiento único: la globalofobia.

Envuelto en el manto de una pureza doctrinaria, que arrancaría fuertes aplausos de Margaret Thatcher y que por todos lados es cuestionada, ofreciendo en prenda un país al que ha convertido en una gran planta maquiladora, el jefe del Ejecutivo mexicano no sólo defendió ritualmente el combate a la inflación, la reducción de los déficit presupuestarios, la política monetaria restrictiva y la privatización (dogmas sagrados de la fe neoliberal), sino que cuestionó la posibilidad de condicionar el libre mercado a regulaciones ambientales o laborales. El nada sospechoso de excesos, que no sean eróticos, jefe del Imperio y presidente de Estados Unidos, el pragmático William Clinton, disintió de su vecino. Tal y como lo hizo inmediatamente después de la revuelta de los globalizados, llamó a no desestimar las protestas contra el libre comercio e hizo un enérgico llamado a discutir temas laborales y del medio ambiente.

Las afirmaciones del presidente Zedillo sobre libre comercio son difíciles de debatir porque no pertenecen al terreno de la ciencia, sino de la fe. Parten de considerar que la globalización es una nueva etapa histórica que encarna la idea de progreso en el nuevo siglo, resultado del despliegue "natural" de las potencialidades inherentes a las sociedades. Consideran que la economía global es una criatura nacida recientemente. Suponen que su despliegue conduce inevitablemente a un mundo único.

La realidad es, sin embargo, diferente. Obviamente, la mundialización existe como "intensificación de las relaciones sociales en todo el mundo por las que se enlazan lugares lejanos, de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por acontecimientos que ocurren a muchos kilómetros de distancia" (Anthony Giddens), pero sobre este hecho se ha construido una ideología que presenta como inevitable y única una determinada forma de globalización: aquélla basada en las políticas económicas neoliberales en la que los mercados financieros y las empresas transnacionales mandan, y las instituciones de Bretton Woods --creadas para garantizar la estabilidad financiera internacional-- son los responsables de impulsarla.

La ideología de la globalización ha emprendido --en nombre del "progreso", la "modernidad", la "eficiencia"-- una cruzada a fondo en contra del Estado de bienestar, las redes de seguridad social, las conquistas laborales, la conservación del medio ambiente, los derechos sociales, la soberanía alimentaria y valores como la solidaridad y la cooperación. La realización de su agenda ha permitido una enorme movilidad a las inversiones de capitales y su concentración en los países del norte. Con ello se ha concentrado la riqueza, tanto dentro de los países como entre éstos, y se ha engrandecido la brecha con los pobres, como nunca antes se había visto.

Aunque el presidente Zedillo parece no haberse dado cuenta, en todo el mundo se han comenzado a prender señales de alarma, que nada tienen que ver con la "pereza intelectual". El ejemplo de Seattle ha provocado una intensa reflexión en políticos y funcionarios de instituciones multilaterales. Medio ambiente, migración, destrucción de redes de seguridad social, incremento de la desigualdad y la pobreza son asuntos claves que los mercados no pueden resolver y que requieren de regulaciones e intervención estatal. De acuerdo con el World Watch Institute "el modelo económico acabará con el ecosistema. En los últimos 50 años se han consumido más recursos naturales que nunca". Millones de migrantes provenientes de las antiguas colonias invaden silenciosamente las metrópolis. Según Kofi Annan, 44 por ciento de los habitantes de Africa viven en pobreza extrema, mientras los habitantes de Estados Unidos gastaron 8 billones de dólares en cosméticos durante 1998, 2 billones de dólares más de los requerimientos anuales para dar educación básica a todos.

Las condenas a los globalifóbicos nacen del pensamiento dogmático. Aun los más convencidos defensores del amor libre enarbolan la necesidad de contar con ciertas regulaciones relacionadas con la higiene, la salud, la edad y el asentimiento de quienes lo practican. No hacerlo, hoy en día se convierte en una cuestión de vida o muerte. ƑPor qué el libre comercio debe ser distinto? ƑAcaso no ha demostrado su ineficacia para proporcionar justicia social y su incapacidad para cuidar el medio ambiente? *