Usos del suelo y la ciudad
* Marco Rascón *
El efecto creado por la corrupción en el crecimiento urbano fue el conservadurismo, la discrecionalidad en la aplicación de los planes parciales y la paralización de la ciudad. Esto generó grandes contradicciones en la conciencia de los habitantes, que difícilmente alguien desea enfrentar en lo político, pues al mismo tiempo que todos queremos mejores servicios, seguridad y una ciudad moderna, nadie quiere actividad económica en su colonia o barrio; todos quieren un automóvil, pero nadie quiere una gasolinera cerca o una estación de Metro. La dinámica de crecimiento se volvió desigual, pues los más ricos apartaron una porción de la ciudad para ellos; a los pobres, los lanzaron a la orilla o a las zonas deterioradas, y a la clase media se le abandonó a las contradicciones y tensiones de una ciudad segregada y sin planificación.
Los ''planes parciales de desarrollo'', más que criterios para el crecimiento controlado, se convirtieron en instrumentos para la aplicación discrecional de obras y la inversión inmobiliaria. Con los planes parciales, el gobierno corrupto sabía a quien permitir la construcción y a quien no. Los vecinos han sido utilizados en estos criterios y sus derrotas o victorias fueron relativas, pues obedecieron a otros intereses por encima de los vecinales. Sólo de esta manera es explicable el conservadurismo vecinal, aunque no justificable, pues de él no sólo se alentó la corrupción, sino la ciudad ha estado a punto de paralizarse y frenar su desarrollo.
La era inaugurada por Hank González tomó a la ciudad como rehén de la industria automotriz y se hizo una urbe para los automóviles. A partir de entonces se pisotearon no sólo patrimonios particulares, sino también ambientales, culturales e históricos, para darle paso a un urbanismo de alta rentabilidad, acorde con los tiempos de la especulación financiera e inmobiliaria, producto del fracaso económico general y el estancamiento.
Para salvar la ciudad es necesario que desde la sociedad y el gobierno se ponga a debate el crecimiento urbano. La tarea es legislativa, participativa y ejecutiva, basada en movilizar a los sectores más progresistas que lleven adelante y presionen para la reforma urbana que en el Distrito Federal se necesita.
Ese rumbo implica determinar hacia dónde crecer, cómo hacerlo y dónde no. Determinar el respeto a los valores ecológicos, culturales e históricos, a fin de determinar el universo para el crecimiento. La determinación es dejar de crecer espacialmente, hacerlo verticalmente y centrarse en crecer hacia adentro. Para ello, se requiere de una reforma catastral, que actualice la propiedad manzana por manzana, colonia por colonia, a fin de integrar la nueva reserva territorial para el crecimiento de vivienda, servicios, industria, comercio, centros educativos. Contra el despoblamiento de las áreas centrales, la política urbana deberá recuperarlos y hacerlos accesibles a la actividad económica regulada, pero intensa, pues sólo así es como la ciudad podrá volver a reencontrarse y ser segura.
La vocación autoritaria ronda permanentemente la ciudad y frente a ese peligro sólo la reforma urbana, la reforma catastral integral, pueden convocar a una inversión que mantenga lazos de concordia.
La ciudad segura es la ciudad productiva, donde sea respetado primero el valor del trabajo y luego la inversión, pues es el trabajo lo que liga a los intereses privados con el gran universo social que se concentra aquí. Para ello, el crecimiento debe ser no sólo cuantitativo sino cualitativo y llevar, particularmente al oriente y norte de la metrópoli, espacios para el esparcimiento y elevar la calidad de vida y transporte.
Frente al miedo que existe para hablar de la ciudad, hoy la urbe reclama que se le hable de manera directa sobre la solución a sus grandes problemas, pues la parte esencial de la democracia y lo que la ciudad ha vivido en estos dos últimos años, es la expectativa a tener respuestas directas de gobernantes electos.
La disyuntiva es grave, pues en un esquema de pluralidad política, pero sin programa, el caos administrativo podría alentar a las tendencias más intolerantes y conservadoras. *