Globalofílicos

* José Agustín Ortiz Pinchetti *

El señor Zedillo estuvo un poco provocador en sus declaraciones de Davos contra los globalifóbicos. También afirmó que nadie va a cambiar el rumbo del país ni en lo político ni en lo económico. Los globalifóbicos según él, son ecologistas y sindicalistas del primer mundo, ingenuos o cínicos que se oponen a los mercados abiertos a la libre competencia y a la historia, etc. ƑNo habrá globalifóbicos en su propio país? Es de temerse que sí. Salvo que el señor Zedillo se crea las cifras tendenciosas que manejan sus oficiales, debería de suponer que cuatro quintas partes de los mexicanos (cuando menos) deberían de estar en esa categoría. Bastaría que hagan un cálculo de costos y beneficios del modelo impuesto a México por sus acreedores y administrado por los tres últimos gobiernos durante casi 20 años. Una generación.

Unos 85 millones de mexicanos pueden dudar de las virtudes de la globalización. Saben que es un fenómeno que no puede frenarse y que tiene enormes posibilidades de beneficios, pero también sus riesgos. Depende de la habilidad y del patriotismo de los líderes de cada país. En México todo indica que el fenómeno ha rebasado a nuestros dirigentes. Estos han demostrado que no estaban preparados para manejarlo y carecen de una estrategia inteligente para aprovecharlo y disminuir sus impactos negativos.

El señor Zedillo debería de decirnos, sin retórica, que el efecto de la globalización para México ha significado enormes sacrificios e inversiones. También debería de decirnos que tendrá que pasar otra generación para que algún resultado positivo pueda esperarse.

Llevamos ya 20 años completos de estancamiento e inflación. El promedio medio anual del PIB por habitante habrá sido para este año de 0.15 es decir 0. El peso mexicano ha pasado de 22 por un dólar en 1981 a 9.500 en el año 2000. Y los expertos más serios señalan que está sobrevaluado. El deterioro del salario ha sido continuo. A cada medida para "salvar el modelo", las cosas han empeorado. La concentración del ingreso aumentó después de la privatización de los bancos, de la firma del TLC, después de cada crisis financiera. Los tres gobiernos "neoliberales" han ido de mal en peor. El de Zedillo Ponce de León ha llegado a las peores desigualdades en 50 años. Y no se ha tomado una sola medida importante para atenuarlas. El deterioro de las condiciones de vida haría pensar en que está próximo un grave problema político o un estallido social. Expertos norteamericanos catastrofistas piensan que nos acercamos a una guerra civil en México.

ƑPero para qué revisar las estadísticas? Lo invito a usted lector a que repase sus propias condiciones de vida. Lo que usted pueda recordar de 1980 hasta hoy. La violencia, la destrucción de la cohesión social, el deterioro del ambiente, la escasez de oportunidades y el aumento de los riesgos, quizás lo conviertan a usted en un globalifóbico.

Hay globalofílicos. Los dueños de los grandes consorcios financieros y los grandes exportadores deben serlo. También las 300 mil familias mexicanas titulares de 65 por ciento de los depósitos bancarios y los inversionistas extranjeros propietarios de las maquiladoras fronterizas. No tienen que vérselas con grupos ecológicos ni sindicatos agresivos ya sea de extrema derecha o izquierda. Pueden pagar salarios 12 veces menores que en sus propios países y deteriorar el ambiente sin pagar el costo. Sus empresas emiten desechos sólidos y líquidos a un sistema de drenaje casi inexistente. Sus trabajadores viven en áreas de confinamiento.

El señor Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos debe ser otro globalofílico. La prosperidad de su país, de la que él es uno de sus artífices, es tan pujante que le ha pedido al Senado flexibilizar las leyes migratorias para hacer frente a una gran demanda de mano de obra y mantener en plena marcha la economía estadunidense. El señor Greenspan estaría en otro sitio muy distinto si los gobiernos a los que ha servido tan eficazmente rindieran cuentas tan malas a los estadunidenses, como los presidentes neoliberales nos las han rendido a nosotros.

El señor Zedillo puede ser también globalofílico por razones personales. La teoría que defiende se ha impuesto en todo el mundo a contracorriente de los intereses y las necesidades de los países periféricos. Está construyendo una muy cómoda casa en el elegante fraccionamiento del Pedregal. Quizás sus pronósticos sobre el carácter prácticamente eterno de la política neoliberal sean demasiado optimistas. Pero si se cumple su propósito de que el sistema político vigente continúe operando, puede estar seguro que no sufrirá mayores problemas si después de su mandato se precipita otra crisis financiera o social o quiebra el sistema bancario que él deja en condiciones que los críticos consideran digamos... frágiles... *