* Bárbara Jacobs *
La Malinche, lengua por absolver
Varios de los caminos del recuerdo me conducen a Marisol Martín del Campo. De niña quería oír cuentos de padres que golpearan a sus hijos. De adolescente escribió un cuento de una niña y un niño perdidos en el mar que deciden enamorarse para no zozobrar cada uno solo y por su lado. Pero ya había visto Romeo y Julieta en la pantalla (hablo de los cincuenta), y podía ųpor tantoų incorporarse equipada con la pasión y la tragedia al mundo de los libros que leía.
No cesaba de leer, de orillar a sus amigas a leer lo que ella leía para que nosotras la conociéramos de veras, identificáramos su humor y apreciáramos su risa. Era una risa irónica, aunque entonces ella no la supiera definir así; seducida por el suspenso, propensa al sentido dramático, inclinada al conocimiento, sí, pero con una sonrisa, resultado de la calma que debe tener el lector que leer en movimiento y en peligro, capaz de leer meciéndose en una hamaca, pero sobre un barranco. ƑQué va a ser cuando sea grande, Marisol? Ganar un premio con un primer libro, una colección de cuentos; ser la voz de Jeanne Rucar, la viuda de Luis Buñuel, el eco de su lamento por haber sido una mujer sin piano. Marisol escribirá.
Publica ahora la biografía de Malinalli, mal llamado La Malinche, o la historia de la Conquista de México, o una novela de amor cuya realidad impugna el feminismo, la pasión de una esclava feliz de ser usada, de ser la prisionera de su dueño, Hernán Cortés, de ser su vasija; satisfecha de ser su preferida, la única indispensable del conquistador, quien la dio a Alonso, su primer amor, y de quien la arrebató. Pero, Ƒqué es una novela histórica? O, Ƒcómo se funde la Historia con la literatura? ƑSe burla una frontera? El libro de Marisol es la conmoción de las cosas, el arte narrativo de Marisol da vida a la cronología de los hechos históricos, la percepción de Marisol encuentra las razones que los eruditos registran como incógnitas, la pluma de Marisol llena las lagunas. O que el lector haga la prueba. Que antes de leer la novela lea la cronología de la historia. Me atrevo a asegurar que no experimentará emoción alguna en su lectura. Y que lea las notas. Las incógnitas de los especialistas y sus desacuerdos le dejarán trunca la historia y confusa. En cambio, los comentarios de Marisol a esas notas, tímidos y audaces, se la completarán, se la aclararán.
Armar una sucesión de acontecimientos históricos no es lo mismo que narrarlos. En el libro de Marisol es la pasión literaria lo que infundirá interés y emoción a la lectura de los datos; el desbocamiento de la necesidad literaria lo que, de forma arrolladora, sabrá excluir lo redundante y seleccionar lo significativo, que pedía Lytton Strachey; hilar lo que favorezca la corriente de vida subyacente a los hechos.
Ahí en donde no hay acuerdo entre los historiadores, entra al quite el novelista con su inteligencia y su imaginación, se decide por una de las posibilidades, y no se azora cuando se ve cómo su razón elegida embona con precisión en el marco de los sucesos, adquiere el peso y la palpitación que la convierten en la razón imprescindible de la historia que narra. En una novela no cuentan tanto las fuentes como su interpretación; en una novela, una vez creada una razón, ésta dará la impresión no sólo de que siempre fue tal, sino de que sólo así, según la creó la narración, podía haber sido.
Quiero decir que después de leer La novela de Malinalli, la idea de Malinalli que tendrá el lector se convertirá en la verdadera Malinalli. Es que el personaje de Malinalli recreado por Marisol Martín del Campo en la novela, con las elecciones y las omisiones de la autora, con sus intuiciones y sus emociones, se transforma, por la facultad del arte narrativo, en el personaje real de la historia. Yo no podré volver a pensar en Malinalli, o sea, nuestra familiar Malinche, sino como aprendí a verla según la novela de Marisol. Podría decir lo mismo de Cortés. Y del amor de los dos. Y podría decir lo mismo de todos y cada uno de los personajes que hicieron la historia de México antes de la Conquista, de los personajes y su mundo, de la colorida y rica vida cotidiana, de la estructura social, política y religiosa, milenarias y tremendas. Una vida hecha y en movimiento, de pronto interrumpida sin deberla ni temerla, al traste sus principios, sus propias guerras, sus anhelos, sus tradiciones; una vida descrita con la pericia del mejor.
El libro de Marisol, su visión de esta historia, es la conmoción de las cosas, es la reflexión sobre si la actuación de Malinalli obedece a una injustificable traición, o a una justificable venganza; es la reflexión sobre si la duda de si someterse a una fatalidad fundamentada, como hizo Moctezuma, es de cobardes o es de sabios; es la reflexión sobre el tema de la valentía y la dignidad, encarnadas en Cuauhtémoc; es la reflexión sobre si la motivación de Cortés en pos de la Conquista se debió a su búsqueda de poder o a la fuerza desatada de su ignorancia.
La poesía, presente en el lenguaje de la novela de Marisol, en los "gorriones que intentan escapar del fuego, algunos con las alas ardiendo", durante la destrucción de Tenochtitlán. La poesía conductora del amor en los apelativos en nahuatl o en maya, en ese ixyachalmil con el que Malinalli se conecta imagiariamente con Alonso, su verdadero amado, ixyachalmil, pájaro pequeño de tan suave canto como el ruiseñor, ixyachalmil, pájaro de dulce canto.