La Jornada sábado 29 de enero de 2000


* Manuel Vázquez Montalbán *

Sexo, extranjeros y programas de video

Cada país europeo ha pasado, pasa o pasará por un debate sobre las condiciones de leyes de extranjería que hagan frente al desajuste entre el envejecimiento de la población y los obstáculos que se ponen en la importación de trabajadores extranjeros. Este sería una de las faces del prisma del reajuste de un nuevo orden poblacional del mundo, acuciado por el agravamiento de la desigualdad entre el norte y el sur. Desde el punto de vista de la productividad necesaria para conservar los niveles asistenciales, Europa necesita aumentar su población activa, pero la parsimonia reproductora de los europeos no está por la labor y los empresarios con más conciencia de clase presionan para que se facilite la llegada de extranjeros: los necesitan al menos para garantizar la existencia del antiguamente llamado ejército de reserva del trabajo, es decir, los parados, que permiten rebajar salarios a los trabajadores y poder así competir con éxito en los mercados nacionales e internacionales.

Si hasta comienzos del año 2000 la cuestión estribaba en el número de extranjeros que se debían absorber irremediablemente, empieza a fraguar una alternativa: Europa debe tener más hijos para así no depender de una necesaria invasión de los bárbaros y por lo tanto hay que ayudar a las familias para que se animen a practicar funciones reproductoras lo antes posible. Los europeos habían descubierto al cabo de los siglos la posibilidad de fornicar por placer o por cortesía y hasta los católicos habían hecho, generalmente, caso omiso al catolicismo polaco o al polaco catolicismo del actual Papa, empeñado en ligar sexo con procreación. Tampoco las advertencias economicistas sobre los riesgos del envejecimiento de la población habían estimulado la práctica de una sexualidad utilitaria al servicio de las estadísticas demográficas. Pero es posible que la opción de que o nos reproducimos entre nosotros o vamos a necesitar a los bárbaros, sea más movilizadora y a partir de esta noche, por ejemplo, las parejas heterosexuales se miren intensamente a los ojos, redescubran los escotes y las braguetas, pongan un video porno en el televisor y a los acordes del himno europeo, que suele escucharse con motivo de los partidos de futbol de la Liga de Campeones, se vayan a la cama por Europa como unidad de destino en lo universal o lo global.

El gobierno español ya empieza a legislar a favor de las familias más numerosas, aunque España se había situado en la cola de la reproductividad mundial, como lógico bandazo a la teología reproductora nacional-católica dominante bajo el franquismo. Hay parejas entusiasmadas porque por fin han encontrado un motivo para fornicar, un motivo en cierto sentido patriótico y cultural, aunque algo catastrofista. A comienzos de los años 70, los universitarios ácratas catalanes idearon el eslogan "šCardeu, cardeu, que el mon s'acaba! (Fornicad, fornicad, que el mundo se acaba)" y ahora sería conveniente reconvertirlo y dejarlo en "Cardeu, cardeu, que Europa s'acaba", para salvar a la vieja dama digna de la necesidad de abrirse a los bárbaros del sur o del este. Hay tanta sensibilidad sobre el problema que se especula sobre la necesidad última de seleccionar bárbaros preferidos o menores. Por ejemplo, se consideraría mejor a un bárbaro procedente de los antiguamente llamados países del este que a uno que venga de los que siguen siendo países del sur. En España ocuparían los latinoamericanos la primera plaza de bárbaros aceptables y a continuación los, vamos a llamarles, bárbaros orientales caucasianos, es decir, polacos, checos, húngaros, búlgaros, rumanos, bosnios, croatas y casi es de mal gusto mencionar a los serbios.

Pero los bárbaros no se conformarán con morirse de hambre y de desesperación histórica porque los europeos hayan decidido recuperar la sexualidad reproductiva y tratarán de saltarse las fronteras, como han hecho hasta ahora. Como lo intentarán, seguro, aun aplaudiendo que se fornique mucho más, sea cual sea el pretexto, habrá que aumentar el presupuesto para alambradas y guerras humanitarias para salvar a Europa de la invasión de los bárbaros. La Organización del Tratado del Atlántico Norte ya está sobre aviso.