* Jean Meyer *

Una nubecilla dorada sobre el Cáucaso

Así se llama la novela autobiográfica escrita en 1981 y publicada en 1987 por Anatoly Pristavkin, quien vivió, como niño ruso, la tragedia chechena de 1944. Cuenta la deportación masiva, decidida por José Stalin, de miles de huérfanos moscovitas que fueron mandados al Cáucaso, en donde muchos fueron masacrados por los guerrilleros chechenos, enardecidos por la deportación de sus familias hacia el oriente. Hombre de gran corazón, dedicado a todas las causas perdidas (huérfanos, presos, niños de la calle, etcétera), Pristavkin está muy preocupado por el consenso --Ƒhasta cuándo durará?-- de la sociedad rusa sobre la nueva guerra de Chechenia.

No niega los motivos invocados por el gobierno: las actividades criminales de bandas chechenas especializadas en el secuestro y el "mercado de esclavos", con toda impunidad frente a un Estado checheno inexistente; las empresas desestabilizadoras para todo el Cáucaso, de jefes militares islamistas, más poderosos que el propio presidente checheno, Aslan Masjadov. Pero le da vergüenza, le preocupa, le asusta la actitud de todos los partidos, menos uno, el demócrata Yabloko de Grigori Yavlinski (6 por ciento de los votos en diciembre de 1999), y de la gran mayoría de la sociedad rusa.

Solzhenitsin, quien condenó la guerra de 1994, aprueba la presente; Elena Bonner y Serguei Kovaliev quedan solos en su protesta pero no los sigue la organización no gubernamental Memorial, que aprueba la guerra. Pristavkin escribe, habla, declara. Lo puede hacer, ciertamente, Ƒpero quién escucha a esas tres voces solitarias y a los valientes periodistas de Novedades de Moscú o de Pensamiento Ruso?

"Si el pueblo quiere a un tal poder, Dios nos ayude, eso significa que el pueblo desea a Stalin. Mucha gente piensa que la historia es irreversible, pero somos capaces de todo. Rusia es un país de milagros. Si los generales y la seguridad (los órganos) vuelven a gobernarnos, entonces el camino futuro será terrible, y no sólo para nosotros". En otra entrevista recuerda que cuando llegó al Cáucaso por primera vez, "cada muchacho en Chechenia me hablaba de Ermolov (el general ruso contemporáneo de Pushkin, quien empezó la conquista y fundó Grozny la Terrible) como si fuese su enemigo personal. Ermolov había venido hace más de cinco generaciones (...) "Claro, tenemos que luchar contra los terroristas, pero no contra un pueblo entero. Hay otros métodos que funcionan en sociedades civilizadas. Uno no debe transformar a 250 mil mujeres y niños en refugiados. Todos esos niños van a crecer con odio hacia los rusos y hacia Rusia".

A Pristavkin le duele la indiferencia de la nación frente a los sufrimientos de los civiles chechenos, y su indiferencia (aparente) frente a las bajas rusas: "Si unos pocos soldados de Estados Unidos mueren, es una tragedia nacional, pero a Rusia le es ligera la muerte de, por lo menos, 400 soldados caídos en los últimos combates. Eso significa 400 esposas o novias que esperan en vano, 400 madres que sufren, 400 padres que se emborrachan a morir porque han perdido su hijo único".

A propósito de la popularidad de Putin, dice que está consternado porque "los escalones del poder van a ser la violencia, la destrucción de un país, de una nación y la corrupción de los medios informativos. Un viejo dicho oriental afirma que puedes conquistar un país a caballo, pero que no puedes gobernar a caballo. No hablo sólo de Chechenia, sino también de Rusia".