Por mi raza hablará Bill Gates
* Jaime Martínez Veloz *
Son muy distintos los medios para alcanzar las metas prometidas al país por los actuales candidatos presidenciales. Si bien la mayoría de las propuestas coinciden en los objetivos de buscar el bienestar y mejoramiento de la gente, las formas de cómo lograrlo reflejan la amplia diversidad aun de la concepción misma de entender y vivir la política de cada uno de los candidatos y sus equipos, agrupados en torno a un proyecto.
Por ejemplo, en una más de sus acostumbradas ráfagas ideáticas, el candidato panista Vicente Fox expresó su concepción de lo que a su parecer debe moldear la política educativa mexicana a nivel superior. En un encuentro con estudiantes de la Universidad Tecnológica resumió su filosofía de proyecto educativo para este país. A estos universitarios les dijo que en México "necesitamos una educación que permita crear Bill Gates", refiriéndose a la producción en masa de egresados innovadores y con visión para los negocios, perfil que supuestamente caracteriza al multimillonario estadunidense.
Además de discrepar con el rasgo esperado de los egresados de las universidades en este país, al señor Fox habría que aclararle que Bill Gates no fue egresado de su escuela, sino que la abandonó antes de titularse, una vez que descubrió su afición al poder y al dinero, como él mismo lo comenta. Inclusive la deserción universitaria de Gates tuvo algo que ver con su desacuerdo por la forma como se transmitía el conocimiento en su universidad. Supongamos que Vicente Fox desconoce esta faceta del idolatrado gurú de las computadoras y de la "supercarretera de la información".
Sin embargo, la concepción de la utilidad de un egresado del sistema educativo nacional está en función de intereses bien definidos y acordes con las teorías en boga. El mismo Bill Gates, iluminado con veladoras por los sumos sacerdotes del dios de moda, la economía de libre mercado, es la culminación monetaria exitosa de la aplicación científica a proyectos que son redituables en términos de la ideología dominante.
Es obligado reflexionar sobre la definición de qué tipo de educación se desea para qué clase de país. Habrá quienes al estilo de Vicente Fox deseen la producción en masa de empresarios. O hay quienes sean partidarios de la formación de científicos dedicados a la investigación, sin que forzosamente la redituabilidad económica esté garantizada de manera directa o en el corto plazo. Pero algo que debemos reconocer es que el desfasamiento entre las necesidades del país y la educación debe su gravedad a la exclusión de amplios sectores de las discusiones y participación en la toma de decisiones sobre el proyecto educativo de nación, hasta ahora corto cerrado a un grupo de ilustrísimas y eminencias.
La UNAM, por ejemplo, es un laboratorio experimental donde se viven las consecuencias de querer arrancarle a la educación superior en México su naturaleza de un bien público. De esa forma, usando la jerga de los economistas, la educación se consideraría como un bien privado, es decir, que decisiones trascendentales puedan sujetarse a las leyes de la oferta y la demanda.
Obviamente, por la visión incluyente para la toma de decisiones que forjen la política educativa de México nos habremos de enfrentar a las catástrofes apocalípticas lanzadas por los apologistas de la globalización. Ellos nuevamente nos habrán de advertir de la oscuridad eterna y el crujir de dientes si nos atrevemos a cuestionar las bondades etéreas de un modelo insuficiente.
Recuerdo el tono de anteriores discursos oficiales en eventos relacionados con la educación pública superior. Acordes con el guión, hasta las intervenciones de los alumnos giraban en torno a las "bondades" de una educación dirigida a preparar a la gente para salir a competir al mercado laboral. Triste visión. Como en un hipódromo, una competencia de caballos. Con esa visión oficial de política de educación pública, Vicente Fox debe estar feliz. *