ZEDILLO: OPTIMISMO INFUNDADO
Ayer, en su alocución en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, el presidente Ernesto Zedillo hizo una exposición optimista de la globalización económica en curso y se mostró partidario de ahondar y extender la apertura comercial a toda costa.
En tono beligerante, censuró la "globalifobia" de los ambientalistas y laboristas que alertan sobre los peligros y las consecuencias negativas de las aperturas indiscriminadas, los mismos que obstaculizaron con sus protestas la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle.
En una expresión de lo que puede calificarse, simétricamente, de "globalifilia", Zedillo se refirió a la apertura comercial como instrumento de combate a la marginación y la miseria, en la lógica de una visión economicista y ensimismada en los indicadores macroeconómicos, los cuales no necesariamente reflejan las circunstancias reales en que vive la población. Para ilustrar los beneficios de la política de apertura sin límites que ha mantenido su gobierno, el jefe del Ejecutivo elogió la situación "de los migrantes rurales del sur" del país "que han encontrado trabajo en las enormes plantas maquiladoras de las ciudades norteñas de Tijuana y Juárez".
Este ejemplo omite los infiernos sociales que se han generado en esas ciudades fronterizas, particularmente en Juárez, donde más de 200 mujeres -la mayoría de las cuales eran migrantes del sur, pobres, trabajadoras de las maquilas- han sido asesinadas en cinco años, sino que pasa por alto que esa migración es resultado de la gravísima destrucción del tejido social de comunidades provocada, precisamente, por el libre comercio. En el campo mexicano, el Tratado de Libre Comercio ha dejado a millones de niños, jóvenes y adultos sin ninguna perspectiva de futuro digna, sin más horizonte que trabajar para el narcotráfico, sumarse a los grupos guerrilleros, engrosar la marginalidad miserable de los centros urbanos o cruzar el río Bravo.
Aunque este panorama es resultado de políticas aperturistas iniciadas con Miguel de la Madrid, profundizadas por Carlos Salinas y continuadas en el actual sexenio, ninguno de los tres gobiernos se ha preocupado por ofrecer alternativas decorosas a los millones a los que la apertura comercial han dejado sin futuro.
Por otra parte, el elogio del crecimiento económico en abstracto no toma en cuenta que, a pesar de éste, la pobreza ha aumentado, que el drama humano es más desgarrador y agudo, y que la desigualdad en la distribución de la riqueza se ha ahondado. El crecimiento que propicia el libre comercio, en suma, se queda en los niveles superiores de la pirámide social.
En la recta final del sexenio sería iluso suponer que existe alguna posibilidad de cambiar el rumbo económico. Sin embargo, en el balance final que la nación haga de la gestión de Zedillo estará presente --lo está desde ahora- el desastre social y humano causado por la doctrina económica que el mandatario defendió ayer en Davos con una pasión poco frecuente en sus discursos.
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