* Orlando Delgado Selley *

Resultados macroeconómicos y nivel de vida

Los principales resultados macroeconómicos de 1999 han empezado a conocerse: para el PIB se estima un crecimiento de 3.7 por ciento, superior al esperado en 7 décimas de punto; la inflación cerró en 12.3 por ciento, inferior a la meta del 13 por ciento; el déficit comercial disminuyó 33 por ciento, explicado por un incremento de las exportaciones de 16.4 por ciento, mientras las importaciones lo hicieron en 13.3 por ciento. Los otros componentes de la demanda agregada también mostraron comportamientos favorables: la inversión y el consumo del sector privado; los indicadores del empleo fueron positivos: se redujo la tasa de desocupación abierta y el número de afiliados al IMSS, tanto permanentes como eventuales, aumentó en 706 mil; finalmente, los salarios reales en la industria manufacturera subieron 1.9 por ciento y en la maquila lo hicieron en 14.4.

Esto, según el Banco de México, ''corrobora que la aplicación de una política económica congruente por un tiempo prolongado está sentando las bases para desarrollar el potencial de crecimiento de la economía nacional'' (Política Monetaria. Programa para 2000, p.13). El propio Banco de México reconoce que en el comportamiento económico nacional influyó positivamente la evolución de la economía internacional, que se esperaba adversa y resultó muy favorable, particularmente por dos aspectos centrales: la continuación del crecimiento de la economía norteamericana, junto con la recuperación de los precios del petróleo.

Estos resultados, que seguramente festinarán con bombos y platillos los economistas oficiales tan pronto se hagan públicos, no son igualmente favorables para todos y todas las mexicanas. Por el contrario, para un número cada vez mayor de personas, la vida se resuelve día con día, de una manera crecientemente alejada de cualquier parámetro de consumo mínimamente adecuado: más del 40 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza, de acuerdo con los datos del Banco Mundial; si se utilizan mediciones más estrictas, como las de Boltvinik, los pobres extremos suman 45 millones y los pobres llegan a 70 millones.

Además, 52 por ciento de la fuerza de trabajo se emplea en la economía informal, en la que se carece de cualquier tipo de prestación de carácter laboral, como seguridad social, antigüedad, etc.; los 706 mil nuevos trabajadores afiliados al IMSS, de los que solamente 488 mil son permanentes, están lejos del millón 150 mil puestos de trabajo requeridos para absorber a los jóvenes que se incorporaron en 1999 a la fuerza de trabajo.

Los asalariados que perciben hasta dos salarios mínimos, el 49.8 por ciento de la población urbana ocupada, según la información de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano, sólo alcanzarían a adquirir el 44 por ciento de una canasta de consumo familiar con requerimientos nutricionales mínimos, si efectivamente todos recibieran esos dos salarios.

Para todos y todas estas personas asalariadas, el incremento del 10 por ciento ya se esfumó con los aumentos en las rentas de las viviendas, el transporte urbano en casi todo el país, refrescos envasados, cerveza, tortilla; estos incrementos impactaron el Indice Nacional de Precios al Consumidor en 0.75 por ciento y a la canasta básica de consumo en 0.87.

Así las cosas, los ''logros macroeconómicos'' no alcanzan al grueso de la población, por el contrario, el deterioro de los niveles de vida resulta alarmante. ''La aplicación congruente de una política económica por un periodo prolongado'', luego de 17 años, ilustra con contundencia que esta política económica ha sido incapaz de generar un crecimiento sostenido de la economía; lo que sí ha conseguido es un crecimiento extraordinario de la desigualdad.