* La señora de los tres siglos es la persona de mayor edad del país
Con 113 años, Lucila Mariscal es inalcanzable para la muerte
* Tiene 18 nietos, 42 bisnietos y 10 tataranietos; viajar constantemente la mantiene viva, asegura
Jesús Narváez Robles, corresponsal, Santiago Ixcuintla, Nay., 23 de enero * Conocida desde hace unos días como "la señora de los tres siglos", a sus 113 años de edad, doña Lucila Mariscal Ceja continúa viviendo de la misma forma que ha transcurrido la mayor parte del tiempo: viajando de un lado a otro, porque eso le ha permitido, dice, "pasar la vida contenta y lograr que la muerte nunca me encuentre".
Rodeada por más de cincuenta personas ųparientes todosų que en las últimas semanas casi a diario la visitan, la centenaria mujer habla poco, pero no pierde la oportunidad de lanzar una broma en voz baja a su única hija sobreviviente, Amanda, de 79 años de edad (las otras tres ya fallecidas, eran mayores), así como a cualquiera de sus 18 nietos, 20 bisnietos (de los 42 que tiene) y 10 tataranietos que se hallan presentes en la casa de su nieta Guadalupe Caro, en la colonia Primero de Enero.
Entre silencio y silencio, recuerda que "hace 50 años la gente decía que en el 2000 llegarían los marcianos en sus platillos voladores, pero más antes, hace 100 años, ni siquiera se hablaba de ese año, como ahora no se menciona el 3000. Nadie se imagina que pueda llegar a terminar un siglo que apenas empieza, pero yo sí pude, mire".
Nacida el 13 de diciembre de 1886 en Mexcaltitán, isla ubicada sobre el río San Pedro, doña Lucila explica que la principal causa de su longevidad es porque "Dios me ha querido guardar, y aquí estoy".
Sin embargo, tanto ella como sus familiares ųla mayoría mujeres dedicadas a la venta de camarónų señalan que su forma de vida, viajando de un lugar a otro y radicando en casa de sus diferentes familiares, la han convertido en alguien "inalcanzable para la muerte". Se le considera la persona de mayor edad en el país.
Su nieta Guadalupe, de 50 años, cuenta en voz alta una historia que Doña Lucila comenta despacio: "Dicen que cuando la muerte buscaba a un viejito, él se disfrazaba y se iba de un lado a otro, y cuando la muerte un día se lo encontró, él le dijo que si le ayudaba con el costal que cargaba, y luego corrió mientras le gritaba a la muerte, ese costal está lleno de todos los huaraches que me he acabado durante todo el tiempo que he huido de usted, todavía me pienso acabar los que traigo puestos".
Así vive mi abuela, dice Guadalupe, al tiempo que todos ríen y narran cómo la centenaria anciana pasa un tiempo en la isla de Mexcaltitán, otro más en Tuxpan, a veces en Los Medina (municipio de Rosamorada), o aquí en Santiago, ya sea en esta casa o con sus nietos que viven en el Barrio del Cerro Grande. Aunque doña Lucila cumplió 113 años en diciembre pasado ųa cuyo festejo en su honor anualmente acude gente de toda la regiónų nadie en su familia duda que llegará a los 114.
Aunque vio la primera luz en la penúltima década del siglo 19, ella dice que sus recuerdos más viejos se ubican en la transición del siglo 19 hacía el 20. "Pero en aquellos tiempos era otro mundo. Y ahora, en este nuevo siglo (el 21) quién sabe cuántas nuevas cosas pueda yo ver".
Nadadora consumada
Narra que cuando llegó 1900 vivía, como ahora, yendo de un lado a otro, junto con sus padres, Wenceslao Mariscal y Carmen Ceja, quienes vivían de la pesca, labor que permitió a Lucila ser, desde niña, una consumada nadadora y conocedora de los entreveros creados por los ríos San Pedro y Santiago, que muy cercanos uno del otro llegan hasta el mar, donde navegaba por horas.
Cada uno de los presentes narra algún recuerdo, y señalan que la señora "trabajó en todo: en la extracción de ostión, en la captura de pescado, en las salineras, vendía churros, nieve, menudo y lo que se pudiera".
La misma Doña Lucila comenta brevemente sus tiempos de juventud, cuando supo de la existencia de Porfirio Díaz, pero "al que sí conocí en persona fue a (Francisco I.) Madero, porque mi papá me llevó para el norte, nomás a verlo, pero no participamos peleando, aunque sí nos tocó ver muchas muertes en la guerra (Revolución)".
Con su voz pausada y apenas audible, señala que "ya más para acá me acuerdo de don Lázaro Cárdenas, pero ya luego, metida en mi trabajo, y con mis padres muertos, no me enteraba de nada del gobierno. Sé que ahora las cosas están difíciles, pero yo tengo a toda mi familia y voy a seguir hasta que Dios decida cuándo me lleva".