Labastida y Fox en campaña

 

* Abraham Nuncio *

Hace unas semanas estuvieron en Monterrey Francisco Labastida y Vicente Fox. Sus participaciones de campaña fueron en extremo diferentes.

Labastida no asistió propiamente a actos públicos o, por lo menos, no adonde fuera numerosa la asistencia. Esto último lo subrayó su reunión con el grupo de los diez (ellos, que ahora son nueve, constituyen la cúpula de cúpulas de los empresarios regiomontanos y se autodenominan Consejo Industrial de Monterrey).

De esa reunión sólo se supo lo que la información privilegiada (y mortecina) de ciertas columnas de cierta prensa proporcionó a los lectores: la cena fue en casa de Eugenio Garza Lagüera (Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma y Bancomer, etcétera); a ella no asistieron Alfonso Romo (Pulsar-Savia) ni Eugenio Clariond Reyes (IMSA Ƒy también AHMSA?); los empresarios, cuyas empresas clasifican entre las primeras 50 más grandes del país (cuatro entre las diez de mayor tamaño), tocaron con el candidato priísta los temas relacionados con la seguridad --"y no sólo la personal, sino también la seguridad sobre la propiedad..."-- y los impuestos.

ƑHubo compromisos? ƑA cambio de qué? El jornalero David Carrizales hizo la inferencia elemental: a cambio de dinero para la campaña. Pero puede agregarse sin el menor atropello a la lógica: a cambio de su apoyo electoral. Sobre todo ahora que Nuevo León está gobernado por Acción Nacional y partiendo del gran poder condicionante de los empresarios regiomontanos, que ha crecido tanto por lo que tienen como por lo que deben. Hay que considerar, por otro lado, que tan sólo los representantes de los nueve oligopolios que cenaron con Labastida dan empleo, mínimo, a 150 mil trabajadores bajo un esquema laboral paternalista mezcla de prácticas japonesas y de un arcaico mutualismo. También, que su querencia está con el PAN (aunque hasta ahora, por obvio interés, hayan apoyado al PRI), y que ellos fueron los pioneros del neoliberalismo en México.

La presencia de Vicente Fox en Monterrey destacó por un hecho insólito: su reunión con los representantes de la corriente evangélica del cristianismo en la cual comparó a sus denominaciones con la oposición y a la Iglesia católica con el PRI.

El audaz pronunciamiento foxiano tuvo y tendrá repercusiones bastante más que significativas. No sólo estuvo dirigido a la minoría evangélica por largas décadas hostigada y perseguida en México, como hoy mismo sucede en algunas comunidades indígenas del sureste; a Fox no debió escaparle que también lo dirigía al sector evangélico mayoritario en Estados Unidos. Con algunos de sus líderes políticos ha tenido contactos evaluados de manera muy peculiar. En su autobiografía él ve a ese país como la fuente proveedora de la que dependemos; luego, "no hay que darle patadas al pesebre". El panista ha propuesto la revisión de nuestra relación con Estados Unidos --profundizar la dependencia, es dable suponer, hasta en tanto no especifique lo contrario.

En su comparación dijo una verdad de roca: la aspiración monopólica y excluyente de la interpretación papal del Evangelio ha dado lugar a los peores excesos por parte de la Iglesia católica en detrimento de otras interpretaciones del cristianismo y, más aún, de otras creencias religiosas. Esta Iglesia no ha dejado de ser la promotora de una religión de Estado. Los panistas más ortodoxos todavía piensan en la existencia de un orden social cristiano. En Garza García, el municipio de Nuevo León donde viven los más ricos, impidieron no hace mucho la construcción de un templo mormón.

La comparación de la Iglesia católica con el PRI, no obstante, es casi imposible que no le cueste votos, como ya pudo preverlo por la respuesta del cardenal Rivera Carrera, arzobispo primado de México.

Un pronunciamiento más, contrario a los que ha hecho Vicente Fox en el extranjero sobre el tema, fue considerar al petróleo de México como "sagrado". Lo hizo no ante un auditorio de decenas o centenas de individuos, sino en uno de los canales con mayor rating en la televisión regiomontana a pregunta expresa de Gilberto Marcos, conductor del programa Foro.

El marketing político puede hacer que los protagonistas de la actual campaña digan una cosa ante un auditorio y la nieguen frente a otro. Nada hará cambiar el cinismo resultante. Nada, salvo el comportamiento de los electores en las urnas. *