* Víctor M. Godínez *

Límites de un ciclo excepcional

La expansión más prolongada que hasta ahora consignaba la historia económica de Estados Unidos tuvo lugar entre 1961 y 1969. Durante 106 meses la producción y el empleo se mantuvieron en ascenso alcanzando niveles de ocupación y actividad, que rara vez se habían observado en ese país. La duración de aquel ciclo de crecimiento acaba de ser igualada en este mes de enero por la expansión en curso desde mayo de 1992. Y dado que ésta no muestra por ahora ningún síntoma que anuncie de manera inminente su fin, debe decirse que estamos en presencia de un periodo excepcional de crecimiento económico.

El ciclo actual, en efecto, se aparta de la regla en muchos sentidos. Una diferencia mayor con respecto a otras fases de crecimiento intenso y prolongado en Estados Unidos es que ahora no hay de por medio el estímulo económico de una guerra, como la de Vietnam en los años sesenta, la de Corea en los cincuenta, y la mundial a fines de los treinta y principios de los cuarenta. En todos estos casos, el esfuerzo bélico se tradujo en incrementos extraordinarios de la demanda que ejercieron efectos multiplicadores en la producción, el empleo y el ingreso de los estadunidenses, pero provocando también presiones inflacionarias crecientes que invariablemente precipitaron la finalización del ciclo expansivo y la entrada en recesión de la economía. El crecimiento actual, en cambio, es engendrado principalmente por un vasto proceso de innovación tecnológica que se difundió al conjunto del sistema productivo, abrió nuevas oportunidades de acumulación y amplió el horizonte de mercado con una nueva gama de productos cuyo consumo (tanto en las unidades familiares como en las productivas) aún no estaba generalizado diez o quince años atrás. Otra diferencia notable es que el crecimiento actual, pese a su intensidad y la virtual plena ocupación de la fuerza de trabajo que produjo, no ha desatado hasta la fecha una espiral inflacionaria, como ocurría de manera típica en el pasado. Además, el peligro de una ampliación incontrolada del déficit fiscal como la que sucedió al finalizar el ciclo económico de los 60, también está casi descartada.

Ahora bien, esta renovación del ciclo económico incluye ciertas modificaciones en lo que hace tanto a las fuentes típicas de riesgo y vulnerabilidad como a los mecanismos que los desencadenan. El crecimiento actual se caracteriza por un incremento extraordinario y, en algunos aspectos, sin precedentes del llamado efecto riqueza que se origina en la apreciación, igualmente excepcional, de los títulos y valores financieros en que se ha invertido durante estos años una parte sustancial del ahorro familiar. Este hecho provocó un auge del consumo privado, que viene creciendo con una velocidad considerablemente mayor que los ingresos.

La plena ocupación de la fuerza de trabajo que vive Estados Unidos se sustenta en este auge de la demanda interna. Es aquí, precisamente, donde está el nudo gordiano. La relación de fuerzas en el mercado laboral es claramente favorable para los trabajadores. Así lo expresa desde hace meses la tendencia al alza del salario, cuyo crecimiento ha empezado a ser superior al de la productividad. Para eliminar las consecuencias inflacionarias de este hecho sería necesario que disminuyan proporcionalmente otros costos o bien que se reduzcan los márgenes de ganancia del sector corporativo. Este expediente, sin embargo, precipitaría una recesión; así lo advirtió el jefe de la Reserva Federal el pasado 13 de enero ante el Club Económico de Nueva York. Para descartar esta posibilidad, añadió el señor Greenspan: "el empleo no podrá seguir creciendo indefinidamente".

En otras palabras, la economía deberá entrar en una fase de crecimiento moderado. El aterrizaje suave que busca el conductor de la política monetaria se logrará por medio de nuevos incrementos de la tasa de interés. Este escenario tiene un triple significado negativo para México. Primero, impedirá que sigan disminuyendo las tasas internas de interés. Segundo, el menor crecimiento estadunidense se traducirá en una baja de la demanda para el sector exportador, que es el principal dinamo de nuestra economía. Tercero, la tasa de absorción de fuerza de trabajo mexicana en el mercado estadunidense disminuirá, reduciendo, en consecuencia, el efecto de "válvula de escape" social que durante todos estos años tuvo para nuestro país. Esta parece ser la tendencia que dominará el entorno internacional en los últimos meses de este gobierno y el primer año del próximo.