Inflación
* León Bendesky *
Según el Banco de México, la inflación en esta economía sigue siendo muy alta. En principio, éste parece un reconocimiento contradictorio en función de la misma evaluación tan favorable que hicieron el propio banco central y la Secretaría de Hacienda del resultado de la inflación en 1999, que fue de 12.32 por ciento y por debajo del 13 por ciento proyectado inicialmente. No lo es, en cambio, cuando las autoridades monetarias se están planteando para este año un registro del alza de los precios inferior a 10 por ciento y alcanzar hacia el 2003 una inflación similar a la actual en Estados Unidos, que es del orden de 2.5 por ciento anual.
En ese terreno, la expectativa de desinflación sí parece contradictoria con la manera en que opera el sistema económico en México. La política monetaria, que se aplica desde la más reciente crisis de fines de 1994, ha logrado, en principio, controlar la inflación. Para ello ha usado un estricto control de la cantidad de dinero y de crédito, y un régimen de tipo de cambio que, a pesar de ser flexible, ha funcionado de modo efectivo como una ancla de los precios. Estas medidas no han generado mayor eficiencia del sistema económico en su conjunto, es decir, de la producción y de la distribución, que es, finalmente, el único modo de mantener baja la inflación de manera sostenida en un entorno de crecimiento. Para ello, la gestión monetaria es un instrumento complementario y no privilegiado de la política económica.
Esta es una de las lecciones de la actual expansión económica en Estados Unidos que, según las interpretaciones más usuales, descansa en una renovación tecnológica que ha acrecentado las ganancias de un segmento importante de las empresas y el gasto en consumo de la población. Aún así, el crecimiento con baja inflación no parece ser eterno, como advierte de modo recurrente el presidente de la Reserva Federal, por ello será necesario hacer un ajuste por algún lado. El acomodo de las tasas de interés es un instrumento monetario que tiene un cierto margen de acción, pero el énfasis de la política económica está en lo que se llama el sector real, por ejemplo, el estado del mercado laboral y el nivel de los salarios compatible con márgenes de ganancias que sigan favoreciendo la inversión. Son precisamente estas consideraciones las que están ausentes en el diagnóstico de las autoridades monetarias en México, las cuales se aferran a un control monetario cuyos efectos, supuestamente, habrían de adecuar la operación de la economía a las condiciones deseadas de estabilidad.
La decisión que el pasado 18 de enero tomó el Banco de México para contener la inflación fue imponer una nueva restricción a la cantidad de dinero mediante la aplicación del instrumento del "corto" a los bancos. Así, esta medida se ha convertido en una forma casi permanente de administrar el dinero en la economía y se ha ejercido en ocho ocasiones desde el 11 de marzo de 1998. Desde el último trimestre de 1999 se apreció un rápido aumento de la cantidad de dinero que casi rebasó 34 mil millones de pesos, meta fijada por el Banco de México. En el Programa Monetario para 2000 se interpreta tal divergencia por una mayor demanda de dinero resultante del crecimiento económico, y que se expresa en mayores salarios reales (especialmente en el sector manufacturero), el mayor uso de efectivo en lugar de cheques para realizar pagos, y a los gastos de las campañas electorales.
Para el banco central es su propia política monetaria la que se ha convertido en una ancla efectiva de la inflación; sin embargo, el tipo de cambio está cumpliendo también esa función, y una de las explicaciones del comportamiento del crecimiento de los precios es, precisamente, el efecto favorable de la apreciación del peso frente al dólar. Otro elemento estabilizador es el que ejercen los salarios que se contienen en márgenes compatibles con el nivel a la baja de los precios. La pregunta que surge de la política monetaria de Banxico es: Ƒpor qué sigue habiendo y cuáles son las presiones para que suban los precios? Un par de casos recientes son los de la cerveza y la tortilla.
La gestión puramente monetaria de la inflación no está cimentada sólidamente; su amarre fiscal es muy frágil y por eso poco duradero. Lo mismo ocurre con algunos de sus componentes institucionales: el sistema bancario, que opera como un intermediario de liquidez sin realizar, cual debe, funciones de crédito. Finalmente están las variables referidas a la tasa de interés, que cada vez será más difícil reducir, y el tipo de cambio que, inevitablemente, deberá ajustarse. Todavía es mucho lo debe hacer el propio banco central y el conjunto de la política económica para alcanzar bajos niveles sostenibles de inflación. Y por ello es notoria la ausencia en el análisis de las condiciones del crecimiento económico que se está registrando ahora en la economía, y eso se refiere a su contenido sectorial y su distribución regional y, sobre todo, a los factores de eficiencia del funcionamiento del sistema. *