Ricardo Lagos
* Jorge Camil *
Cuando Ricardo Lagos comenzó a incursionar en política universitaria su tío sentenció: "si vas a entrar en política tienes que hacerte de fortuna, si no, siempre vas a depender de los demás". Con el tiempo, Lagos haría fortuna como abogado y funcionario internacional, y política desde la publicación de su provocativa tesis universitaria: Concentración del poder económico. Lagos revisó cuidadosamente la maraña de datos en los polvorientos libros del Registro de Sociedades Anónimas para identificar los capitales de los grupos mercantiles y seguir el hilo de Ariadna por el oscuro laberinto de los consejos de administración entrelazados. Sus conclusiones confirmaron sus sospechas: 4 por ciento de las sociedades existentes controlaba 60 por ciento de los capitales corporativos. Diana Massis y Guillermo Hidalgo, biógrafos de Lagos, recuerdan que la revista Time publicó en 1960 una nota sobre la tesis de Lagos que sería premonitoria de su estilo intelectual de hacer política: "los estudiantes latinoamericanos (...) molestan a sus mayores con piedras y motines, pero Ricardo Lagos, un (...) estudiante de economía y leyes de la Universidad de Chile, se las arregló para (hacerlo) de una manera más interesante: escribió un libro". La polémica sobre la obra de Lagos sacudió los esqueletos que dormían en los rincones del Congreso chileno, donde el entonces senador Salvador Allende utilizó la información para revelar la gran cantidad de empresas en las cuales figuraba el apellido del mandatario Jorge Alessandri.
Hoy, 40 años después, los propietarios de los capitales identificados por el joven Lagos, y los pinochetistas amenazados por el fantasma de Allende, han sido derrotados por un nuevo estilo de socialismo. Es cierto que Chile ha tenido siempre una sólida tradición de izquierda, alentada por la prosa de sus excelentes escritores y el verso de sus insignes poetas, nutrida por el sindicalismo de los orgullosos obreros que abarrotan de madrugada las paradas de camión en las calles de Santiago, y las vidas inverosímiles de quienes fueron por medio siglo sufridos trabajadores de la pampa salitrera en el desierto de Atacama; los héroes legendarios de Hernán Rivera Letelier, hermanados en su pobreza y gustos musicales con el pueblo mexicano en las páginas explosivas de La reina Isabel cantaba rancheras, y cruelmente aplastados por el general Carlos Ibáñez (el primer dictador militar apoyado por la derecha chilena) en Fatamorgana de amor con banda de música: la nostálgica y heroica novela desarrollada en el Chile de los treinta. Sin embargo, la derecha chilena ha persistido también, como fuerza detentadora del poder político o simple legitimadora de la función gubernamental, desde el inicio del siglo pasado. Para Carlos Ruiz (El discurso de la derecha chilena), la tradición conservadora (representada por el nacionalismo autoritario y el corporativismo católico), proclive a limitar el desborde de la democracia, encontró que el neoliberalismo de F.A. Hayek no excluía un régimen autoritario, y en esa forma aportó la reserva ideológica que legitimó el engendro del régimen maniqueo de Augusto Pinochet: el puño de hierro militar enfundado en el guante blanco de los Chicago boys.
El triunfo de Ricardo Lagos en segunda vuelta es la reivindicación que se merecen millones de chilenos que desde su país o en el exilio han luchado con denuedo un cuarto de siglo por el pleno restablecimiento de la democracia: sin senadores vitalicios ni amarres constitucionales; sin tutela militar ni inmunidades; sin leyes de punto final ni cortapisas. Es la victoria del nuevo socialismo que se quedó a mitad del camino en Uruguay, pero triunfa en casi todos los países de la comunidad europea, y ahora en Chile; es el cumplimiento de la sentencia que, apuntando a la cámara con índice de fuego, Ricardo Lagos le dictó a Augusto Pinochet el 25 de abril de 1998 en televisión nacional: "Usted, general Pinochet, dijo que (...) no sería candidato en 1989 (...) Y ahora le promete al país otros ocho años con tortura, con asesinatos, con violación a los derechos humanos. (Es) inadmisible que un chileno tenga tanta ambición de poder". Irónicamente, es posible que la visión de un Pinochet fortalecido, regresando a los brazos reconfortantes de un gobierno derechista (el de Joaquín Lavín), haya sido el factor que decidió la elección a favor de Lagos. *