La marcha de la sinrazón
* Guillermo Sheridan *
Ustedes quieren diluir nuestra participación en toda la comunidad! --gritó un miembro del CGH ante la representación de rectoría cuando anunció el plebiscito del día 20. Es una de las frases más memorables de esta larga pesadilla.
A quien profiere una frase así, le produce horror pertenecer a una comunidad. Es comprensible tratándose de un grupo que, a nombre de la comunidad, erradicó a la comunidad de sus planes. Es la misma comunidad que el CGH ya había diluido previamente en una representatividad que le arrebató por la fuerza; la misma comunidad a la que declaró inexistente cuando se presumió poseedor de una "interlocución única" contradictoria con el espíritu universitario.
El CGH desconoció a la comunidad. La menospreció desde su peculiar altivez y despreció y nongrateó y castigó toda postura disidente con una suficiencia de Savonarola. Su empeño por ser "interlocutor único" --en una instancia en la que la pluralidad de posturas no es optativa, sino definitoria-- acabó por arrastrar al CGH a una misteriosa megalomanía entintada de fascismo. El CGH se diluyó sin ayuda de nadie.
La propuesta del rector y el Consejo Universitario es generosa y congruente: ante la amenaza de la "interlocución única" (es decir, ante la pretensión de que un grupo cualquiera, cuando quiera, pueda alzarse con la representatividad de la UNAM), reivindica el carácter plural de la UNAM e instrumenta un plebiscito en el que sus integrantes se expresarán con libertad. El rector hace lo que el CGH nunca quiso hacer: reconoce que la UNAM somos cientos de miles de universitarios, y que nuestras diferencias se discuten y arreglan sin necesidad de la fuerza.
El CGH, fiel a su discurso autista, ya ha sentenciado que quienes participen en el plebiscito "estarán dando su aval para una salida represiva" al conflicto. Se anticipan a un resultado adverso y tumultuario, y rechazan desde ahora, una vez más, la opinión de la comunidad que desprecian. Más allá de que nadie desea la "represión", habría que ver en su advertencia un oculto deseo de lo que los líderes del CGH dicen temer (ya es hora de separar a los líderes de sus muchachos). No reconocer la existencia de otros universitarios, y no acatar democráticamente su voluntad, reafirma a esos líderes como usurpadores, y al fantasma de la represión como su propia, última amenaza.
El penoso autismo de los líderes les impidió reconocer lo que habían ganado cuando lo ganaron, y aún hoy, cuando la propuesta del rector satisface las "peticiones" que le permite la legislación universitaria, se obstinan en una sinrazón sospechosa. Ni siquiera el derecho a figurar como impulsores (por la fuerza) del congreso que muchos universitarios hemos buscado (por la razón) desde hace años, ha satisfecho sus apetitos.
Barbara Tuchman analizó en The March of Folly algunos episodios históricos (uno de ellos la tragedia de Moctezuma) para explicar la sinrazón que orilla a personas o grupos a desoír la cordura, la inteligencia y el sentido común y a caer en una fascinación morbosa con la derrota actuando contra sus propios intereses. Desde el instante en que los líderes del CGH optaron por no ganar, expresan esa voluntad de derrota. Habrá que precaverse de las consecuencias de una derrota tan empeñosamente buscada y de la amenaza de violencia que quiere rubricarla. No se debe permitir que el sometimiento a la violencia empañe lo mucho que puede ganar la UNAM de un congreso de universitarios libres. *