La Jornada jueves 20 de enero de 2000

 


* Carlos Montemayor *

El obispo que viene

Visité Italia a principios de septiembre de 1999, por razones editoriales. Una tarde, cuando yo me encontraba en Milán, pidieron hablar conmigo dos personas que pertencecían a una ONG italiana muy activa y solidaria con diversas zonas de América Latina. Querían que yo supiera que se encontraba en la ciudad de Roma el obispo Samuel Ruiz empeñado en una peculiar tarea de cabildeo. Me informaron que el Vaticano pretendía nombrar a monseñor Raúl Vera arzobispo de Saltillo a fin de alejarlo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y que don Samuel había viajado a Italia para disuadir al Vaticano de ese grave error político y pastoral.

Ahora resulta evidente que esas gestiones de cabildeo realizadas por don Samuel Ruiz fracasaron y que el Vaticano, provisto de una alarmante insensibilidad política que se contradice con sus afirmaciones retóricas sobre la deshumanización de las políticas neoliberales del mundo contemporáneo, decidió remover al obispo Raúl Vera y mandarlo a Saltillo sin la coartada de su encumbramiento al Arzobispado.

Sé que la Iglesia católica obedece (aunque hoy no fue el caso) en ciertos asuntos políticos el mandato evangélico de que su mano derecha no sepa lo que hace su mano izquierda y que su mano izquierda también ignore lo que haga su mano derecha. Sé que los intereses políticos de la Iglesia católica en el mundo son más vastos y de más largo plazo que los del gobierno mexicano actual. Pero podríamos suponer que las autoridades de la Iglesia católica en México no necesariamente tienen planes de tan largo plazo como la institución milenaria y universal a la que pertenecen y que tienen objetivos inmediatos, que quizás acortan su visión y sus intereses políticos, fiscales y espirituales.

En esta dinámica, el Vaticano, en un "rapto" de confianza minuciosamente estudiado, puede optar por dejar sueltas las riendas de una Iglesia regional que sólo sería un breve accidente desde la perspectiva universal de su organización y metas pastorales, sociales y políticas. Si el Vaticano se beneficiara con esta medida, bueno sería para la Iglesia toda. Si se equivocara, bueno sería para rehacer el camino de negociación política con un gobierno contradictorio y de menguada autoridad como el mexicano. En cualquiera de los resultados posibles de esta infortunada decisión, el Vaticano ganaría. También podría beneficiarse la Iglesia mexicana como institución si sus jerarcas no llegaran al extremo de la ceguera y amnesia que están padeciendo los jerarcas priístas del México de hoy.

Ahora bien, las razones pastorales y políticas que convirtieron a monseñor Raúl Vera en obispo coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas son las mismas que hoy lo convirtieron en el nuevo obispo de Saltillo para alejarlo de Chiapas. Las razones son claras incluso para aquéllos que se resistan a verlas: lo nombraron obispo coadjutor para frenar al obispo Samuel Ruiz y bloquear los apoyos que la Diócesis de San Cristóbal de las Casas pudiera brindar a zapatistas, comunidades indígenas desplazadas, periodistas nacionales y extranjeros, observadores internacionales y nacionales, y organizaciones de defensa de derechos humanos del país y del mundo.

Cuando el Vaticano eligió a monseñor Vera, curiosamente se trataba de un hombre de toda la confianza de quien era secretario de Gobernación en ese momento. Ni el Vaticano ni el secretario de Gobernación comprendieron después los motivos de la inesperada mudanza de Raúl Vera. Ahora el Vaticano y la Secretaría de Gobernación desean que el nuevo obispo de Chiapas permanezca lo más a salvo posible de una conversión pastoral y política como la de monseñor Vera.

ƑQué ganaría con esto el Vaticano y la Iglesia católica mexicana? Mucho a corto, mediano y largo plazo en México y quizás en algunas otras zonas de América. ƑQué ganaría la Secretaría de Gobernación? Poco en beneficio de la historia del país y mucho en su estrategia de guera para Chiapas. La remoción del obispo Raúl Vera podría proporcionarles a la Secretaría de Gobernación y al Ejército Mexicano condiciones políticas óptimas para fortalecer la privacidad que necesitan para el avance de la guerra contra los zapatistas. Es inmenso el desgarramiento social provocado por la acción impune de los grupos paramilitares y el cerco militar. Esta violencia social inducida por el gobierno mexicano, independientemente del destino final del EZLN, durará muchos años más y alentará a mediano plazo un nuevo levantamiento armado.

El Vaticano y la Secretaría de Gobernación creen que con el cambio del obispo Raúl Vera sus oraciones dirigidas al cielo en favor de la guerra contra los zapatistas serán escuchadas con mayor provecho. Es seguro, para desgracia del país, que tendrán que volver a rezar muchas más veces juntos. La guerra que avanza en Chiapas, por más que esté orientada ahora con una técnica de origen maoísta, no representa una verdadera solución para el conflicto de Chiapas. Es un agravamiento del conflicto. Es una forma de sembrar levantamientos armados hoy y mañana.