* Marcela Rodríguez
Los extraditables, novela sobre seres que viven al límite
Renato Ravelo * Los extraditables es el título de una novela de fin de siglo, que tiene un par de semanas pasada de moda, aunque su mensaje de desolación parece extrañamente vigente. Su autora, Marcela Rodríguez, la escribió a retazos durante tres años, como quien cose una colcha, aunque su aspiración seguro no es la de la mujer que borda, surce y remedia el paso del tiempo en las prendas.
''La memoria nos dominará. No seremos más que nuestra memoria. No podremos escapar de uno mismo..." dice esperanzadora Peggy, una especie de flapper, esa mujer evocadora de los años veinte y su delgadez. Ella comparte espacios y tiempos que se superponen con un barman, Roco, y Nicola y Fito, pareja adicta a la noche, así como un tal Duncan que prefiere cosas más fuertes. En esas páginas permea una violencia latente, como una promesa que se acaba de cumplir.
Editada por Plaza & Janés, la novela se presenta así: ''El texto de Marcela Rodríguez (DF, 1970) no contiene ninguna explicación sobre lo que significa vivir o de cómo hacerlo".
Una obra que tiene verdades contundentes como la importancia del pan de caja y la mantequilla de cacahuate en cualquier proyecto que se respete de felicidad, y otras a medias, como la conveniencia de citar a Cecil Taylor, sólo por dejar constancia de un particular gusto, diríase incluso extraño gusto musical.
Si bien el título se presta para suponer que se trata de un estudio sobre los Pinochet, los Cabal Peniche, los Chapa Bezanilla o los Divinos, la autora explica que lo de extraditables alude a un sentido simbólico.
Los prescindibles o desechables, se le interrumpe, y asegura que no lo pensó así, aunque le da vueltas al concepto. Los extraditables, ''porque son personajes que viven al límite sus obsesiones y manías, viven más en la mente que en la realidad".
Pertenecer a una generación kinética
-ƑTus personajes representan conocidos?
-No están tomados de nadie en particular. Son una creación revestida de la experiencia, de lo que observas.
-ƑCómo surge la novela?
-No hay un proyecto de entrada, algo que me lo haya demandado externamente, ni compromiso comercial ni con una beca, así que surgió naturalmente. De ahí que concretarla llevara tres años, con periodos de inconstancia, de darle la vuelta, guardarla.
-ƑNo pensaste que no bastaba con la pasión de escribir?
-Sí, pero qué haces.
-Hay talleres...
-No tengo buena referencia. La escritura era parte de la necesidad. Es como la bicicleta; además fue como una escuelita porque en lo nuevo que escribo hay cosas que ya no se atoran. Al único escritor que se la di a leer una vez terminada fue Paco Ignacio Taibo y él me animó a publicarla.
-Te ubicas en la generación de escritores de tu edad que se preocupan más por la forma que por el fondo...
-Cuando hablo que hubo una apuesta estilística no me refiero a una búsqueda en particular sino que las cosas estuvieran bien hechas, preocuparse por la palabra.
-Pero si son una generación bombardeada por el desorden visual.
-Eso tiene que ver con nuestra formación, con la televisión, con la contaminación visual de los anuncios, Somos una generación kinética, donde la imagen y el movimiento pesan mucho. Básicamente, todos somos extraditables.