Ť Salutación a Fernando Benítez en su cumpleaños 90 Ť

Ť Elena Poniatowska Ť

Festejar los 90 años de Fernando Benítez es recordarlo desde 1956 o 1957, cuando lo conocí en la Librería Zaplana de la avenida Juárez. En 1949 había lanzado el suplemento México en la Cultura del periódico Novedades con el apoyo total del gerente del diario, Fernando Canales. Lo dirigían, al alimón, él y Gastón García Cantú. Ahora sí que ''el estilo personal de gobernar" de cada uno no podía ser más disímbolo. A Benítez le gustaba el relajo y resolvía los problemas en forma drástica. García Cantú era sumamente cuidadoso, mesurado y cada vez que solicitaba un reportaje o una entrevista te daba todas las armas para realizarla e incluso te indicaba qué libros debías leer. Benítez, en cambio, exclamaba: ''ƑDe qué te preocupas, angelito? Cualquiera de tus preguntas, entre más babosa, mejor".

Batalla por Cuba

Una vez el crítico de arte Jorge Juan Crespo de la Serna vino a preguntarle por qué no publicaba sus artículos, a lo que Benítez respondió:

-Mira lo que hago con los artículos que no publico.

Sacó el cajón superior derecho de su escritorio y lo tiró por la ventana a la calle de Bucareli. No sé si haya matado a algún voceador, pero lo que sí terminó fue su relación con Crespo de la Serna, ante la atónita mirada de Luis Cardoza y Aragón.

benitez-fernando-manos-jpg En 1959, el 26 de julio, a raíz del triunfo de la Revolución cubana, fuimos invitados a La Habana, Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Vicente Rojo, Carlos Loret de Mola y yo. Allá se encontraban Manolo Barbachano y Julio Scherer García. Viajamos acompañando al general Lázaro Cárdenas.

En esa ocasión tuve la oportunidad de tratar mejor a Fernando Benítez, quien me hablaba de ''usted" y me reprochaba mis zapatos de plan quinquenal.

-ƑPor qué usa usted esos horribles borceguíes tan poco femeninos?

-Es que camino mucho.

En La Habana, la Revolución cubana electrizaba a los mexicanos. (También los electrizaban un poco las caderas de las cubanas).

''Nunca había ocurrido en América Latina una revolución que tenga tantas proyecciones para el futuro de nuestros países. Voy a escribir un libro" -exclamó Benítez.

Salió La batalla de Cuba, publicado por la editorial ERA.

''Para hacer mi libro La batalla de Cuba yo hubiera querido seguir el modelo de André Malraux en L'Espoir. El libro comenzaría con un carnaval de negros en Santa Ana: doscientos muchachos, médicos, abogados, profesionistas, casi todos ricos, venden sus libros, sus automóviles, compran armas, se pintan la cara de negro y asaltan el cuartel Moncada, defendido por siete mil soldados de la dictadura de Batista. Este fue el arranque de la Revolución y este debía ser el arranque de mi libro, pero no lo logré porque un reportaje así concebido requería una extensa documentación y mucho tiempo para escribirlo y yo sentí la necesidad de defender a la revolución en el momento en que era atacada por las agencias de prensa, los articulistas y los traidores cubanos a quienes el State Department, en su afán de aniquilarla, pagan muy generosamente."

Benítez eufórico fue un gran propagandista de la Revolución cubana. Decía que ésta había modificado para siempre la estructura colonial de América Latina.

''La Revolución cubana ha destruido los grandes mitos, las grandes vilezas que impiden el progreso de Latinoamérica: el del ejército invencible, la corrupción inevitable, la dependencia total de la economía y la política de Estados Unidos, el de que los pobres serán siempre pobres y los ricos siempre ricos."

Benítez también fue propagandista del general Lázaro Cárdenas, sobre quien escribió extensamente. ''En 1938, cuando EU decretó el boicot mundial a la expropiación petrolera, México, para no morir de hambre, tuvo necesidad de vender su petróleo a la Alemania de Hitler y a la Italia de Mussolini. Eso no significó que México fuera nazi o fascista. Cuba ahora le vende a España, Italia, Francia, Alemania así como le vendió a la URSS y al bloque socialista. EU, con su sordidez de comerciantes y su falta de visión histórica, no ha logrado asfixiarla".

Años más tarde, el entusiasmo de Benítez por la Revolución cubana habría de decaer. Gran promotor cultural, Fernando Benítez tenía razón al proclamar que hacía el mejor suplemento cultural de México y de América, pues en él no sólo acogió a Alfonso Reyes, Octavio Paz, Rufino Tamayo, José Vasconcelos, Carlos Chávez, sino a los futuros creadores del país. Carlos Fuentes y José Luis Cuevas, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis quienes abarcaron los grandes temas: la corrupción, el racismo, la chabacanería, la mentira y en 1968 se opusieron, indignados, al gobierno de Día Ordaz.

México en la Cultura abrió la puerta a muchos Méxicos, sobre todo al México de los indígenas a los que Benítez habría de dedicar tantas horas de investigación y convivencia. Conquistador él mismo, recorrió con fruición la ruta de Hernán Cortés y fue a escudriñar lo que sucedía en los conventos durante la Colonia, entre los frailes que habían venido a evangelizarnos y los demonios que no querían volver al infierno. Su gran colección Los indios de México, publicada por ERA, es sin lugar a dudas su obra maestra literaria y antropológica.

Grandes reservas de júbilo

En el campo del periodismo cultural, Fernando Benítez jamás ha dejado de alentar con sus gritos y sus piruetas a jóvenes inteligentes. Celebra el talento y lo consagra. Su huella en Carlos Fuentes, en José Luis Cuevas, en Vicente Rojo, en José Emilio Pacheco, en Carlos Monsiváis, en su devoto Iván Restrepo es indeleble y así lo han repetido mil veces ellos mismos, agradecidos y generosos porque además han ido más lejos que su maestro.

Benítez hizo que en su suplemento florecieran la crítica y la lucidez. Y lo hizo con algo que siempre es bienvenido: la alegría. En cualquier circunstancia, en el peor de los momentos, las grandes reservas de júbilo de Benítez se desbordan en chuscas sentencias y en situaciones imprevisibles que hacen creer, después de todo, ''que aquí no pasan cosas, de mayor importancia que las rosas".

Exaltado y virulento, cortesano, contradictorio, arbitrario y despiadado, de la actitud de Benítez hacia la Revolución cubana también podría derivarse su postura política hacia América Latina y hacia la relación de México con Estados Unidos. Sus declaraciones más llamativas, a veces hasta inconscientes, han hecho época y sus puntadas se han festejado siempre así como él mismo celebra sus trajes bien cortados y su paraguas que usa aun en época de secas y sólo para subrayar su elegancia. Personaje de novela, Carlos Fuentes lo inmortaliza en Cristóbal Nonato, y sus seguidores sonríen contentos de recordarlo y de enumerar anécdotas e incidentes jocosos.

Imposible olvidar la malicia en su mirada antes de lanzar alguno de sus dardos mortales. Imposible pasar por alto la fuerza de su optimismo y su audacia. Imposible olvidar el amor que le tienen Vicente Rojo (a quien él considera su hijo), José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas y Carlos Monsiváis, hoy pilares de la cultura mexicana.

Benítez se reiría y diría a grandes voces y haciendo toda clase de aspavientos: ''Ven hermanitos qué buen ojo tengo".