ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Pocas veces ganan presencia pública los conflictos internos del PAN. Por lo regular, las desavenencias entre los grupos e intereses que confluyen en el partido blanquiazul se resuelven de manera silenciosa, discreta, como se deben arreglar los problemas en toda familia decente.
Sin embargo, ansioso de promover cambios en la vida pública de la nación, Vicente Fox ha logrado, ya, generar uno muy importante en su propio partido: le ha convertido en piedra de escándalo, en bastimento para las lenguas de los lavaderos políticos, en lentejuela de vestuarios de pasarela.
La bestia indomable de la locuacidad
Fox no ha sido, en realidad, el candidato presidencial que los fundadores y los pensadores de Acción Nacional habrían pensado vez alguna, y tampoco se ha ganado, en los hechos, acaso con prudencia y con inteligencia, un espacio de respetuosa aceptación de todos sus correligionarios. Al contrario, ha usado la postulación presidencial para mostrarse con toda intención, y con abuso, como un ranchero guanajuatense incapaz de domar al potro desbocado que es su lengua, y también como un altísimo ejecutivo refresquero siempre dispuesto a pasar vergüenzas o a desmentirse a sí mismo antes que perder la oportunidad de hacer una frase ingeniosa o un discurso estridente, aunque esas elaboraciones verbales fuesen huecas.
Marranos, iglesia priísta y miliébano
Por ese camino de estridencia y frivolidad, Fox se ha tropezado una y otra vez. Todavía está inmerso en el escándalo de haber comparado con el PRI a la Iglesia católica (toda, no sólo a su jerarquía o no sólo a una parte de esa jerarquía). Días atrás había clasificado en la escala porcina a los jueces electorales federales que le negaron el derecho de insertar su fotografía, o su silueta, en las boletas del 2 de julio venidero. Semanas atrás, para dar algunos otros ejemplos, había tenido que ofrecer una disculpa pública (ante el riesgo de ser demandado judicialmente, y de perder ese pleito legal) a los editores de la revista Milenio por haber dicho, sin pruebas, que esa publicación era propiedad de Liébano Sáenz, el secretario particular del presidente Zedillo, luego que allí demostraron lo que Fox evadía reconocer, que es beneficiario de Fobaproa en las empresas familiares.
Dividir la vida entre amigos y enemigos
Pero no sólo es verbal la belicosidad de Vicente, sino producto de una concepción intelectual y de una postura política, cuya expresión más refinada se llama Los amigos de Fox. Enaltecer e institucionalizar en política el concepto de la amistad conlleva la obligada contraparte de rechazar y combatir a los enemigos. E implica, por lo demás, la preeminencia de las relaciones de amistad (frecuente antesala del compadrazgo) sobre las estrictamente políticas.
En el caso de Francisco José Paoli Bolio se está, en primer lugar, en un ejemplo claro de esa guerra de exterminio que llevan Los amigos de Fox y sus silentes aliados, que prefieren allanarse antes que ser barridos (cualquier símil con las actitudes asumidas por Hitler y algunos gobiernos europeos antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial es, en sus debidas proporciones, absolutamente intencional).
Paoli Bolio es, para empezar, un hombre al que Diego Fernández de Cevallos impulsó a entrar al PAN y a quien defendió incluso en días pasados, cuando ya se había dejado caer sobre la cabeza del diputado yucateco la tormenta verbal de Fox y sus seguidores.
El candidato presidencial estableció que podría haber indicios de corrupción en la actitud del diputado federal que prefirió salir del salón de sesiones, cuya mesa directiva presidía, para evitar votar a favor, como su conciencia se lo sugería, de la propuesta priísta de asignación de recursos al IPAB. Paoli Bolio desde entonces quedó en el centro de una airada controversia, iniciada en el momento mismo posterior a la votación, cuando algunos de sus compañeros le reclamaron de manera violenta no haber votado en el mismo sentido que lo hicieron casi todos los demás legisladores panistas.
Vivir en lo oscurito
Las divergencias internas del PAN tienen, además, como sustento, la incongruencia en la que ha vivido desde años atrás este importante partido. Desde el momento en el que decidió darle a Carlos Salinas la oportunidad de legitimarse "en los hechos", y con ello abrirle el paso franco hacia la presidencia que los indicios disponibles mostraban que no había ganado, el PAN ha vivido en una relación de amasiato con los gobiernos federales priístas.
Primero, como era natural, con el agraciado inmediato, que fue Salinas de Gortari, en cuya administración se dieron las principales muestras de arreglos políticos subterráneos, una de cuyas aberraciones extremas fue la imposición de Carlos Medina Plascencia como gobernador interino de Guanajuato, cargo que ejerció el ahora diputado federal durante todo un periodosexenal sin que hubiese votado el pueblo realmente por él, sino sólo un Congreso avasallado por Salinas para aceptar la renuncia del cantor Ramón Aguirre (šAh! Aquellas veladas y aquella interpretación magistral de Motivos, Ƒacaso volverán, en este delamadridismo sinaloense renovado?) e imponer al amigo de Fox, Medina Plascencia.
Otro que se salió sin avisar
Y luego, como también era natural, con el sucesor, con aquel Ernesto Zedillo en cuyos momentos más difíciles se salió el jefe Diego del escenario (no del salón de sesiones) para dejar el camino libre a una decisión cupular (no la del IPAB, sino la de que ganase el candidato tricolor).
Y, en ese cuadro de complicidades y de incongruencias, el Fobaproa y su derivación, el IPAB, como piezas maestras. El PAN ha permitido que las pillerías sean acalladas, para empezar, porque de ellas han participado varios de sus héroes cívicos, de sus candidatos y personajes a los que pomposamente presenta como naturalmente honestos porque "no tienen necesidad de robar, pues ya son ricos". Es cierto, hay priístas que roban a puños, sacando las monedas con escándalo de las arcas públicas, mientras que hay distinguidos panistas que hacen "negocios" silenciosos, respetables, aunque éstos sean finalmente con cargo también al erario.
Y finalmente, cuando se han tenido que definir posturas públicas, el PAN se lava la cara y aparece como si nada, votando en lo general contra la asignación del mismo monstruo que ya había creado, que es el IPAB.
Y en ese esquema sanciona a uno de sus diputados, a Paoli Bolio, por sospechar que fue comprado o cooptado por el priísmo, pero sin morderse ni la cola ni la lengua. Puede ser que haya habido compra o cooptación, pero no sólo de uno, sino de varios, y no sólo de quienes votaron en público de cierta manera, sino también de muchos de quienes lo hicieron en contra y que dirigen las estrategias del blanquiazul.
La justicia selectiva
Por lo demás, no deja de llamar la atención el rigor de la justicia panista: sanciona a Paoli Bolio por abstenerse de votar y salir del salón de sesiones, pero no hace lo mismo con el subcoordinador de la fracción panista de San Lázaro, Juan Miguel Alcántara o con Juan Marcos Gutiérrez, quienes se fueron a esquiar a un lugar de los Estados Unidos en lugar de ir a legislar (Alcántara es del equipo de Medina Plascencia y avisó a su suplente para que lo relevara, y Gutiérrez, quien forma parte de la coordinación de Los Amigos de Fox en Baja California, ni siquiera esa molestia se tomó).
Lo bueno es que, gracias a Fox, a su división entre amigos y enemigos, ahora los pleitos internos del PAN emergen y son conocidos de manera pública. Mientrastanto, en el PRI, en el cuartel labastidista, ríen y hacen cuentas alegres...
Astillas: Camacho, Manuel Camacho, el hombre al que los fantasmas de su pasado político persiguen sin descanso, y de quien mañana, con más espacio disponible, se hablará un poco aquí...Y también de Jalisco, y de Nuevo León, y de Yucatán, donde la política se ha puesto movida y sabrosa, con las listas de candidatos, en los dos primeros estados, y las visitas, por separado, de Zedillo y Labastida (y doñaTeresa Uriarte) al tercero...(quienes quieran ayudar a enriquecer el criterio de este escribano, en estos temas, mediante el correo electrónico serán bienvenidos).
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