Ficha para un diccionario
 
 Carlos Monsiváis
  

Nota de un no tan hipotético diccionario del siglo XXII: Benítez, Fernando. Nació en la ciudad de México en 1910 y desapareció en 2032 en un vuelo de reconocimiento de la expedición en busca del sitio donde se supone estuvo la selva lacandona (cerca de donde estuvo Chiapas). Entre sus obras destaca Los Indios de México, los cinco tomos de Ediciones Era, un valioso documento literario y antropológico sobre las etnias hoy en buena parte radicadas en el estado de California. Dramaturgo gozosamente fallido (Cristóbal Colón), novelista a reconsiderar (El rey viejo, El agua envenenada), historiador (La ruta de Hernán Cortés, Los demonios en el convento, La ciudad de México), embajador de México en la República Dominicana, fue también periodista y promotor cultural de primer orden. Tuvo a su cargo los siguientes suplementos: México en la cultura de Novedades, La cultura en México, de Siempre!, Sábado de Unomásuno, La Jornada Semanal de La Jornada. Antes de unirse a la "expedición nostálgica", publicó una serie de artículos protestando contra la instalación de MacDonalds en los centros ceremoniales pre-hispánicos, y contra la estatua en el Zócalo al Turista Desconocido. 

foto -BENITEZ-recorteLa ficha no es exacta, pero no creo que le disguste a Fernando Benítez. El desde la vanidad más autocrítica que conozco, se precia por igual de sus éxitos y de sus fracasos, se enorgullece siempre de su profesión fundamental (periodista), se considera a la vez reportero, historiador y antropólogo, se ufana de su recorrido panorámico por el mundo indígena, y convierte en anécdota permanente su trato con el poder y su vida en los suplementos culturales. Pero si algo no ha sido anecdótico es el trabajo de Benítez, esencial en el cambio de perspectivas sobre la cultura. Desde los años cuarenta, en la dirección de El Nacional, Benítez captó lo que se negaban a entender los burócratas: el carácter intenso, con frecuencia regocijante, de las artes y las humanidades, México en la cultura fue, en este sentido, la aportación inesperada, porque sus destinatarios no fueron sólo los de siempre sino el nuevo público, los nuevos continentes culturales. El repertorio de Benítez fue amplísimo: "cabezas" entusiastas y provocadoras, interés por el corpus de la literatura mexicana, fe en el papel fundamental del diseño (el complemento de la admiración por Miguel Prieto y Vicente Rojo), adhesión en la práctica a la izquierda nacionalista (en un medio periodístico dominado por la ortodoxia gubernamental y empresarial) creencia en la variedad de intereses del lector ideal a quien le importaban igualmente el ballet, el teatro, la figura consagrada pero escasamente leída, la película europea... los nuevos autores. Y el conjunto unido por la euforia de Fernando, su júbilo ante cada nueva colaboración, su respeto por la crítica y la disidencia. 

benitez-1La salida forzada de México en la cultura y la comprobación del vasto apoyo que lo rodeaba, llevó a Benítez a combinar en La cultura en México los elementos que ya figuraban en sus reportajes, desde China a la vista y ki, el drama de una planta y un pueblo: el sitio central de la literatura, la denuncia política y social, los vínculos entre actualidad y tradición. Con la presencia de otra generación de escritores, que Benítez impulsó, en La cultura en México, fue el doble registro de la vida cultural y de los juicios y opiniones de los intelectuales, sobre fenómenos del momento: la Revolución Cubana de la primera etapa, el surgimiento de una "masa crítica" en las universidades, la multiplicación de editoriales, el papel creciente de lo cultural en la vida latinoamericana. 
Desde posiciones de igualdad, Benítez alentó el trabajo de equipo, y por más que el suplemento fuese inevitable expresión de un grupo, admiró y justipreció a muy diversos creadores y a tendencias muy opuestas. No recuerdo en los sesentas otra publicación más efectivamente plural. 

En 1968 y en los dos años siguientes Benítez mantuvo actitudes de gran firmeza ante el acoso gubernamental. Protestó con energía extraordinaria por la matanza de Tlatelolco, defendió junto con un pequeño grupo a Octavio Paz, insultado por funcionarios y aduladores de oficio; le dio reiteradamente espacio a los presos políticos; insistió en la vuelta a la legalidad. Recuerdo a Fernando leyéndonos a José Emilio Pacheco y a mí su editorial (firmado) sobre el 2 de octubre, la indignación y la seriedad en el estilo y la actitud. 

En todo este tiempo, Benítez ha perseverado en su vocación triple: la literatura, el periodismo, la amistad. A los noventa años sólo es posible imaginarlo escribiendo notas mentales para un reportaje, exigiendo la participación de sus hermanitos en la nueva empresa que lo alucina. Y tal vez lo único que en verdad lamente Fernando Benítez es no haber sido el primero en entrevistar a Cristóbal Colón.