La Jornada lunes 17 de enero de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Fernando Gutiérrez Barrios ya había anunciado, desde antes del 7 de noviembre de 1999 --cuando eran inmensa mayoría quienes creían que el pleito entre Labastida y Madrazo iba en serio--, que la presunta pelea tendría "un final feliz".

Este jueves 13 recién pasado, en Villahermosa, Francisco y Roberto se abrazaron, se tomaron fotografías juntos, sonrientes, entusiastas, y se declararon amigos, correligionarios, compañeros del viaje al que llegarán triunfales al 2 de julio.

"šCon Labastida sí se puede!"

El final feliz vaticinado por el árbitro de aquella pelea arreglada fue cumplido hasta con exceso. Labastida le dio a la visita a Villahermosa la deferencia de ser la primera hecha en su condición oficial de candidato formalmente registrado ante el IFE. Madrazo, a su vez, fue capaz de trocar, en pleno acto multitudinario de supuesta unidad priísta, su anterior grito de batalla, el "Ƒquién dice que no se puede?", en el servil "šCon Labastida sí se puede!".

Labastida dijo, henchido de júbilo, posando para los libros escolares del futuro, que él y Madrazo habían modificado al PRI sin provocar rupturas, y que juntos habían transformado "el rumbo y la historia" del partido tricolor, haciendo el cambio más grande de esta organización al conseguir diez millones de votos (los lectores de Astillero sabrán acompañar la mención de tal cifra con un solo de jajás).

Dos prietitos en el tricolor

En el duelo de elogios escenificado en el trópico hubo, sin embargo, dos prietitos en el tricolor que permiten a esta columna continuar con el audaz ejercicio del vaticinio político. Si en el pasado reciente correspondió a este espacio el privilegio de sostener la tesis de que la pelea Madrazo-Labastida era tan genuina como las organizadas por Don King, ahora Astillero anuncia a todos sus acreedores y abonados que si bien la riña anterior estuvo arreglada (con Zedillo, en Los Pinos), ahora, contra el sentido de las fotografías, los abrazos, las sonrisas y los concursos de embarramiento de miel, la pelea entre Labastida y Madrazo va en serio.

El arreglo del final feliz se dio en Nueva York, en una sesión con Madrazo en la que participaron el gobernador de Oaxaca, José Murat (quien, por lo visto, debió sacar adelante el orgullo del terruño, cumpliendo funciones que tradicionalmente haría un secretario de Gobernación) y el principal rival de Esteban Moctezuma en el equipo labastidista, Emilio Gamboa Patrón. Pero ese arreglo se dio a nombre de Ernesto Zedillo y no obligadamente de Francisco Labastida. Por ello se usó como inmobiliaria garante, para anunciar la firma del convenio, uno de los salones de Los Pinos.

Ese acuerdo obligaba, entre otras cosas, al retorno de Madrazo al gobierno de Tabasco, al respeto de su corriente política, y a la conversión de los presuntos votos del 7 de noviembre en posiciones específicas para su gente, es decir, diputaciones y senadurías en proporción a las cifras mágicas anunciadas.

Pero Labastida, y sobre todo Moctezuma, principal antimadracista del país, no están nada convencidos de que deban respetar acuerdos como esos. Momentos de tensión hubo, de los que quedó huella impresa en los medios, en los que se analizó la posibilidad de romper con Madrazo en ese momento, y no a plazos. Sin embargo, ganó la razón política y se dieron por aceptados los acuerdos presidenciales con el tabasqueño. De las reyertas posteriores entre Madrazo y Labastida ha dado cuenta la posposición en dos ocasiones de la visita de éste al estado gobernado por aquél.

Un agandalle anunciado

Pero las cosas volvieron a su estado de ruptura a la hora de decidir la composición del comité directivo priísta estatal que se encargará de los trabajos políticos de este año. Madrazo deseaba continuar con su rapacidad política, imponiendo a los directivos que manejarían la campaña de Labastida (sólo de esta manera, con un PRI propio, Roberto podría garantizar la fluidez de recursos para la citada campaña y la transferencia de los votos madracistas hacia el sinaloense, se decía en la Quinta Grijalva). Labastida se resistió cuanto pudo contra ese nuevo chantaje político, pero finalmente cedió parcialmente (o al menos eso creyó él, que era parcialmente).

La tregua acordada entre tabasqueño y sinaloense pasó por la formación de un nuevo comité estatal en el que se daría la presidencia a Madrazo, la secretaría general a Labastida y el resto del comité se integraría de manera plural, respetando y dándole lugar a las diversas corrientes locales. En medio de jaloneos indecentes, quedó como presidente el madracista José Antonio Aysa, y como secretario general quien había sido coordinador estatal de la campaña de Labastida en la entidad, Víctor Manuel López Cruz. Ellos dos habrían de designar al resto del comité, siempre con un sentido de pluralidad interna.

Pero a la hora de la hora, fiel el madracismo a su divisa de voracidad, Aysa anunció, sin consultar y sin avisar a López Cruz, nombramientos de puros madracistas, dejando de lado a las otras corrientes (sobre todo las de Arturo Núñez y de Humberto Mayans).

El nuevo agandalle de Madrazo estuvo a punto de provocar la nueva suspensión de la visita ya anunciada, pero Labastida prefirió evitar el agravamiento del conflicto interno, se enfiló hacia Villahermosa y, llegando allá, dio declaraciones superficiales, conciliadoras, sobre el tema.

Dos amigos de Labastida

Sin embargo, Labastida hizo dos anuncios que provocaron zozobra en el madracismo: primero, que la contienda por la candidatura a gobernador se decidirá pasando las elecciones presidenciales del 2 de julio; y segundo, que los precandidatos más mencionados en los medios, y que son sus amigos, son el diputado Arturo Núñez y el senador Humberto Mayans.

Allí están las semillas de la nueva discordia: tradicionalmente, en el esquema priísta, el presidente entrante, electo, decide quién será el candidato a gobernador de Tabasco, pues los comicios locales son posteriores a los federales (en este caso, los presidenciales serán el 2 de julio, mientras que los estatales, de gobernador, diputados locales y presidentes municipales, el 15 de octubre).

Otro duelo de mapaches

Pero en esta ocasión, Labastida tendrá que moverse en tierras pantanosas, pues hay el compromiso hecho en Los Pinos de que la postulación provendrá de una elección interna. Dadas las graves rencillas entre Labastida y Madrazo, esos comicios internos serán nuevamente un duelo de mapaches, de poder a poder, con una notable ventaja para el tabasqueño por jugar en su propia cancha.

Por ello, Labastida pretende que esa elección interna se realice después de la del 2 de julio, cuando ya hubiese ganado (según las previsiones priístas) y ya no corriese ningún riesgo frente a Madrazo. Éste, como es obvio, quiere que la elección local interna sea antes del 2 de julio, para poder amenazar con algún estallido político dañino para el sinaloense. (La fecha más propicia para el labastidismo, para elegir ese candidato a gobernador, sería el 9 de julio, pues los registros legales de candidatos de todos los partidos se realizarán del 10 al 15 de julio).

Por último, conviene observar la pretensión labastidista de cerrar el número de aspirantes a la gubernatura tabasqueña en dos: Núñez, candidato del centro, y Mayans, senador que meses atrás había asegurado que renunciaría al PRI e imitaría el ejemplo de Pablo Salazar en Chiapas. Los dos son mucho más cercanos a Labastida que a Madrazo, aunque éste apoyaría de entre los dos a Mayans y no a Núñez. Pero desde luego, Roberto quiere dejar sucesor-guardaespaldas, y se moverá para impulsar a alguno de los suyos como aspirante no labastidista, por ejemplo el ex líder del Congreso, Pedro Jiménez León, o la alcaldesa Georgina Trujillo.

La segunda pelea apenas comienza, y ésta sí parece ser de a deveras, aunque así priven a don Fernando del privilegio de contar a sus nietecitos, sentados en las rodillas del buen abuelo, de un segundo cuento de lindo final feliz.

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