La Jornada domingo 16 de enero de 2000

Marco Rascón
Optimismo por el agua

Hay que coincidir con la idea de que la reconstrucción de los lagos en la ciudad de México permitiría dotar a la metrópoli de futuro y optimismo. Este acontecimiento significaría el aseguramiento del agua para la ciudad en el nuevo siglo e indudablemente transformaría el uso del espacio, integraría a todo el oriente urbano, sumido ahora en un gris polvoso y marginal, y resolvería el problema de la recarga de los mantos acuíferos; haría del agua la solución y no el problema de la gran olla y los millones que aquí vivimos y vivirán.

Lo que en este año se decida no sólo en lo político, sino también en la orientación del presupuesto y el sentido de las grandes obras, configurará a la ciudad de México del 2010. En este caso, seguirá siendo la ciudad gris de los automóviles, el asfalto y la contaminación o la ciudad de sus habitantes. Junto a las pequeñas medidas locales, la ciudad en su conjunto, como totalidad, necesita de un puñado de decisiones básicas e históricas, que rebasan el mero ámbito político del Distrito Federal, pero que serán la causa para que el tiempo corra a favor de la ciudad y no en contra, agravando los problemas actuales. Por eso, no es pavimentando más para los autómoviles como la ciudad tiene futuro y sería optmista, sino es restableciendo su condición de lago; reconstruyendo el cuerpo de agua natural del vaso de Texcoco y Chalco y, con base en ello, reorganizar la vida y el crecimiento urbano integrados de nuevo a la gran obra de los volcanes, la sierra del Chichinautzin, el Ajusco, las montañas del poniente y sus ríos que bajan ahora sobre viaductos, calles y puentes para irse por el drenaje profundo hasta el mar.

Hay que coincidir con la idea presentada por los arquitectos Teodoro González de León, Alejandro Rosas, Alberto Kalach y Gabriel Quadri en La Ciudad y los lagos publicada por Clío, que fue discutida por el Gobierno del DF a través del Instituto de Cultura, que en 1998 convocó a un Foro sobre la ciudad y sus lagos, pero que quedó en mera propuesta, sin que exista aún la estrategia política, social y de obras, para llegar a ella.

Una gran corriente de opinión nacional y local en torno a esta propuesta significaría hacer crecer el cuerpo de agua del vaso regulador en Texcoco de mil hectáreas que es actualmente, a 13 mil quinientas en el año 2010. En medio de ellas quedaría asentado el aeropuerto de la ciudad de México y se integraría una bahía en torno al lago: tres veces la costera de Acapulco, generando actividad económica, trabajo, desarrollos habitacionales, comercio, especies de aves que le darían vida y futuro a toda la ciudad de México

De lo contrario, hoy somos el estanque de los cocodrilos que se seca; que con el estiaje histórico, todos los seres vivientes que aquí residimos nos volvemos salvajes e intolerantes en la lucha por la sobrevivencia, pues entramos en contradicciones por la falta de espacio, lo cual genera conflictos entre el desarrollo y la convivencia como los que se dan por el agua, uso de suelo, obras e infraestructura. Esto crea un estado de ánimo pesimista, donde la violencia y la contaminación nos rebasan ante el estancamiento y nuestra sequedad.

Con la propuesta se ganaría que el actual aeropuerto se convierta en un gran bosque al oriente de la ciudad y hacer de Iztapalapa, Venustiano Carranza, Ecatepec, Neza, Chimalhuacán y por ende Tláhuac y Xochimilco, un oriente frondoso, náutico, reconstituido para el tratamiento de las aguas y darle carga a los mantos acuíferos de toda la cuenca. La gran bahía de los lagos, tendría una extensión de 62 kilómetros y serían un potencial transformador para cientos de barrios y colonias que hoy viven no en el siglo XXI, sino que hacen esfuerzos por salir del XIX. La humedad que proporcionaría a toda la metrópoli sería de 4.72 metros cúbicos por segundo, dejando de ser el oriente plano, un horizonte de polvo y convertirse en vapor y humedad para los millones de narices y pieles humanas.

En el año 2010, si se decide ahora esta propuesta, la ciudad será otra. Por eso esta idea deberá influir como parte de las estrategias de los movimientos urbanos, sindicales, ambientalistas, urbanistas, gubernamentales, culturales y civiles, pues yo quisiera que mi hijo, al igual que millones de su generación, dijeran en ese año: "vivo en un lago".