La Jornada domingo 16 de enero de 2000

Angeles González Gamio
"El que a buen árbol se arrima...

uena sombra le cobija", dice un dicho popular; en el caso del que acoge la casa de los niños de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, esto es absolutamente cierto. El lugar está situado en la parte trasera del edificio que alberga el noble organismo, ubicado en la avenida Chapultepec 49, en los ámbitos del Centro Histórico.

La Casa del Arbol ųsueño de todo infanteų se ha convertido en un espacio de importancia para los niños y adolescentes de la ciudad. Acaba de cumplir cuatro años de vida y ha sido visitada por cerca de 172 mil párvulos, quienes a través de juegos conocen sus derechos y obligaciones. En este país en el que desgraciadamente la violencia intrafamiliar, todavía, es pan nuestro de cada día, este tipo de acciones tiene enorme trascendencia.

En el interesante informe que brindó la licenciada Teresita Gómez de León, coordinadora del proyecto, en la celebración del cuarto aniversario, nos enteramos de que son muchos los derechos humanos de los niños que se ven afectados cotidianamente; los más frecuentes: el maltrato físico que va del pellizco hasta una golpiza irracional y salvaje. Otra congoja frecuente para los pequeños es ser víctimas de apodos y sobrenombres denigrantes, que los humillan y lastiman su dignidad. En tercer lugar se quejan de padecer šrobos!, que va de sus alimentos hasta sus pertenencias, sus artículos escolares, juguetes o dinero.

Aunque la comisión no puede intervenir directamente cuando recibe estas quejas, canaliza a los pequeños a los organismos pertinentes, o sea que las lamentaciones, como afirma Teresita, no se quedan en el papel. Los niños van acompañados de maestros y padres de familia, que reciben también los mensajes y cuando lo solicitan se les da asesoría respecto al modo de educarlos.

Lo verdaderamente trascendente es que, a través de una cultura de los derechos humanos, los niños están aprendiendo que ellos son parte del remedio a los problemas que los aquejan; que tienen la posibilidad de cambiar lo que no está bien. Esta es la mentalidad que prevalece entre las personas que trabajan en la comisión, comenzando por su presidente, Luis de la Barreda Solórzano, quien les contagia una mística, que se refleja en una entrega total y apasionada, cuyo resultado es la eficacia y celeridad con la que se resuelven las quejas.

El recorrido por la Casa del Arbol es muy grato, incluso para los adultos; la finalidad es que los pequeños conozcan el lenguaje de los derechos humanos y familiarizarlos con las instituciones que tienen la misión de defenderlos. El paseo se lleva a cabo por varios atractivos módulos: La Balanza, Nuestras Instituciones, El Rompecabezas de la República Mexicana, Pantalla Interactiva, El Arbol y el de Inconformidades, por medio del cual la comisión detecta posibles violaciones a los derechos de los niños, entre ellas el maltrato familiar, el escolar y las agresiones sufridas en la vía pública.

Guías especializados acompañan a los infantes que conocen conceptos como justicia, igualdad, identidad y paz, contenidos en la legislación mexicana y en la Convención de los Derechos del Niño.

La Casa del Arbol se renueva constantemente, recogiendo las inquietudes que expresan los propios niños; así, comienza el año con tres nuevos materiales didácticos: el Calendario 2000, que aborda el problema de la discriminación de género, a través de un juego elaborado por artesanos del país; el Juego de Cartas de los Derechos Humanos, el cual busca que los pequeños manejen un vocabulario e información sobre el tema, mediante los cuales estén en posibilidades de expresa sus derechos, y el Mosaico de Derechos, conformado por 600 mosaicos que representan a cada grupo humano, formando al mismo tiempo un mapa de la República Mexicana.

Hay que destacar el esfuerzo que ha hecho la comisión para acercarse por medio de este espacio a niños y adolescentes en situación de calle y con requerimientos especiales, como los pequeños que padecen sida, indígenas y migrantes, así como a discapacitados e invidentes, para quienes tiene materiales específicos.

El origen de esta Casa del Arbol, la creación de la comisión, sus problemas, logros y muchas historias más, se pueden leer en el interesante y sabroso libro del doctor Luis de la Barreda, bien titulado El alma del ombudsman, que se presenta el próximo miércoles, a las 19:30 horas, en el Centro Cultural San Angel, con la participación del padre Miguel Concha, Angeles Mastretta, el autor y quien esto escribe.

Indispensable la pausa gastronómico etílica, para comentar tantas cosas agradables. A unas cuadras de la comisión, en donde avenida Chapultepec se llama Arcos de Belén, en la esquina con Luis Moya se encuentra El Rincón de Castilla, cantina de gran tradición, con excelente comida, en la que destaca el chamorro de sabor y tamaño colosal.

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