Luis González Souza
UNAM, último jalón
A los nueve meses nacen los seres más inteligentes del universo. El conflicto de la UNAM está por cumplir los nueve meses. Ergo (anticientífico, pero sugerente): ahora sí ya es tiempo de que nazca la solución de ese conflicto.
Hablamos de una verdadera solución y no de parches ni de salidas engañosas, que tarde o temprano resultan contraproducentes. Aunque se impaciente el mismo Peregrullo, conviene restablecer lo obvio: por ser un conflicto universitario, sólo es posible una solución universitaria.
ƑY qué es una solución universitaria? En primer lugar, algo elemental sólo en apariencia: una solución entre universitarios. Esto excluye a una compleja gama de actores y escenógrafos tan perniciosos como camaleónicos. Políticos que confunden a la UNAM con una Secretaría de Estado o con un centro de capacitación partidista. Burócratas universitarios que la confunden con una plataforma de lanzamientos politiqueros o con una mina inacabable de cheques, bonos y hasta sueldos vitalicios. Académicos que sólo la usan para dar lustre a su curriculum. Estudiantes (totalmente minoritarios) que se dedican a todo menos a estudiar, incluyendo actividades de plano antiuniversitarias (porrismo, espionaje, radicalismos provocadores) como las que han ayudado a descarrilar una y otra vez la solución del actual conflicto.
Una solución universitaria también supone una metodología acorde con los valores universitarios: apego a la verdad, análisis objetivo de la realidad, confrontación respetuosa y constructiva de ideas y enfoques diversos, construcción siempre colectiva (se sepa o no) de nuevos conocimientos y soluciones, entre otras cosas. No sobra subrayar que esa metodología (Ƒo toda una ética epistemológica?) es lo que más distingue a la UNAM, gracias a su inigualada pluralidad social e ideológica. De ahí el especial valor de esa universidad para todo nuestro país. Pero de ahí también la acrecentada responsabilidad de resolver sus conflictos sólo con métodos civilizados, democráticos.
Aquí y ahora la metodología universitaria tiene su piedra angular en el diálogo. De por sí el diálogo es el conducto más civilizado y democrático para resolver conflictos. Con mayor razón el diálogo es algo vital para los universitarios de la UNAM, acostumbrados como nadie a pensar para resolver (no sólo diagnosticar) problemas, lo mismo que a lidiar con las posturas más encontradas. Podría explicarse (y de todos modos lamentarse) la ausencia de una cultura de diálogo entre militares, policías, políticos de la autoritaria escuela mexicana, o incluso entre universitarios tecnocráticos. Pero entre universitarios de la UNAM, la solución sin diálogo de un conflicto equivale a una comunión sin hostia, o a una elección sin votos.
De modo que por la ausencia de un verdadero diálogo universitario ųhonesto, inteligente, constructivoų el conflicto en la UNAM no se ha resuelto, ni podrá hacerlo cabalmente. A nuestro juicio, ahí radica la gran falla de la propuesta de las autoridades universitarias que el próximo 20 de enero se someterá a plebiscito. Independientemente de sus avances, que los tiene, dicha propuesta no fue fruto del diálogo con los estudiantes en huelga. De ahí que más bien tienda a complicar el conflicto. Por lo pronto, se perfila un desgastante duelo de cifras ante la consulta que el propio CGH prepara para los días 18 y 19 próximos. Y para muchos también se perfila una manipulación del plebiscito a fin de justificar una salida represiva, que no haría sino llevar el conflicto a una explosividad de impacto nacional.
Urge, pues, regresar a la mesa de diálogo, pero con las enseñanzas del caso. Lo ideal sería hacerlo hoy mismo. Más si es mucho pedir, entonces las partes deberían comprometerse desde ahora a regresar a Minería inmediatamente después de la consulta estudiantil y del plebiscito rectoril. El análisis honesto de sus resultados ayudaría a extraer conclusiones útiles para la solución del conflicto.
La verdad, sin embargo, es que ya no conviene arriesgarse a otro empantanamiento del diálogo en Minería. ƑPor qué no apoyarse en un cuerpo colegiado o rotativo de moderadores avalados por ambas partes? Toda su función sería garantizar un diálogo centrado en lo esencial, acorde con el método y los valores universitarios.
Ojalá que los nueve meses de embarazo huelguístico, al menos alumbren ese nuevo y verdadero diálogo.