Ť Pedía que a las actrices de ese género no se les considerara sólo bailarinas


Murió Meche Barba, distinguida exponente del cine de rumberas

Ť Desde los seis años se inició en la farándula y participó en teatro, cine y televisión

Raquel Peguero Ť La única rumbera mexicana que logró ponerse al tú por tú con la cachondería de las cubanas y brillar con luz propia, y quien durante toda su vida prefirió vivir alejada del glamour, Meche Barba, se despidió de este mundo como lo vivió: en silenciosa discreción. La actriz, cuya última participación en el cine fue en 1991, en En los años de Greta, de Alberto Bojórquez, murió ayer, cerca de la una de la madrugada, a consecuencia de un efisema pulmonar, después de haber permanecido varios días hospitalizada.

Protagonista de casi 50 películas, Mercedes Barba Feito fue hija del pulsador español Antonio Barba y de Mercedes Feito. Nació en Nueva York de manera casual, mientras su padre desempeñaba en la gran manzana un trabajo en el circo. Desde muy chica comenzó en la farándula: ''Estaba loca por ser artista. Mis inicios no fueron en el teatro sino en los salones de variedad . Empecé a los seis años cantando Mamá Inés, dónde está mi gato, que interpreté como suplente", relató alguna vez.

Años más tarde, debido a una enfermedad de su padre, se dedicó a la artisteada con su hermana Carmen, en una temporada llamada Caras bonitas, organizada por el legendario Panzón Soto: "Realmente a la que querían era a mi hermana, que era muy bonita, pero como mis padres no querían que se fuera sola, me llevaron a mí también. Soto no me quería porque apenas tenía doce años. 'Esto no es un colegio, necesito mujeres', dijo, pero tuvo que contratarme. Me la dieron de partiquina, o sea, haciendo de todo, más bien sosteniendo una farola", contó a Fernando Muñoz, en su libro Las reinas del trópico.

MERCEDES BARBA Durante un periodo largo se mantuvo como segunda tiple en la compañía del Panzón Soto: ''Era de las que menos ganaban, me daban cuatro pesos". Al regresar de una gira, estrenaron en Bellas Artes Rayando el sol, en la que "el destino", decía, hizo que bailara ahí. Un día la primera bailarina se enfermó y Meche la suplió en todos sus números: ''Fue la primera vez que me pinté de dorado, Ƒqué curioso, verdad?''. Al regreso de la estrella, volvió a su puesto, pero la mira de los empresarios ya estaba en ella. Junto con su hermana se pasó al Follies para realizar números de baile de tango, swing, folclor... Pisó todos los escenarios de la época. Al poco tiempo su hermana se casó y ella continuó con una nueva pareja de baile, Pepín Pastor.

Como debía mantener a sus padres, Meche trabajaba mañana, tarde y noche. En 1937 se acercó por primera vez al cine, en la película Ave sin rumbo, de Roberto O'Quigley, bailando la rumba El jibarto y luego, en 1942, hizo un par de bets en Dos corazones y un tango, de Mario del Río, y Canto a las Américas, de Ramón Pereda. Un año más tarde, mientras trabajaba en el teatro Lírico, Agustín Isunza, "que me quería mucho, me llamaba 'hija'", le preguntó si quería hacer un papel un poco más grande en una película. "Yo que tenía un gran complejo por lo feyita que soy, le dije: 'cómo si soy tan fea estaré en el cine, šimagínate!", pero me convenció. Así filmó Sota, caballo y rey: ''Entré con el pie derecho, porque Conchita Gentil Arcos se enfermó y me dieron sus partes que llevaban parlamento, así que mi papel tuvo más relevancia como actriz, por eso nunca se me ocurrió que fuera a sobresalir como bailarina''.

Al cine de rumberas llegó al lado de María Antonieta Pons. De nueva cuenta Isunza la recomendó para que hiciera una partecita en Rosalinda (Rolando Aguilar, 1944). Esa fue la única vez que ambas compartieron pantalla. Meche interpretó en aquella ocasión a una nativa de sarong de larga y oscura cabellera. Antes de su gran lanzamiento en Humo en los ojos (Alberto Gout, 1946), papel que le ofrecieron los productores porque no lograron un acuerdo con la Pons, Barba realizó dos películas con Miguel Contreras Torres, con quien la actriz firmó contrato para tres, porque ųle dijo el directorų "no la voy a lanzar para que luego se me vaya con otro". En una interpretó a una rancherita en Rancho de mis recuerdos; en la otra de damita joven en El hijo de nadie, y la tercera fue Loco y vagabundo. En estas dos últimas compartió la pantalla con Manuel Medel.

Humo en los ojos, a la que llegó tras derrotar a cinco candidatas, entre ellas Lupita Torrentera, significó su gran despegue, que le valió el papel de villana en Gran casino, de Luis Buñuel, protagonizada por el charro cantor Jorge Negrete. Para su mala suerte, ''el papel ųque era muy buenoų lo cortaron tanto que quedó en papelito", pero ya estaba más que colocada y los llamados cinematográficos comenzaron a lloverle.

Los productores consideraban que los papeles de arrabal eran los que mejor se ajustaban a su personalidad, así llegó su primer protagónico en Cortesana (Alberto Gout, 1947), en la que ejecuta varios números como rumbera, para después rencontrarse con Germán Valdés Tin Tan, a quien había amadrinado en las carpas y ya era un "señorón de la pantalla grande", en Músico, poeta y loco, de Humberto Gómez Landeros, donde Meche aparece con minúsculas faldas y suéteres pegados, muy eróticos.

Un año más tarde fue presentada como "la sensual bailarina'' en Lazos de fuego, en la que compartió protagónico con David Silva, para seguir con La venus del fuego, en la que actuó por primera vez con el recién fallecido Fernando Fernández. La pareja causó furor y realizarían juntos varias cintas más. Su consagración como actriz vendría de la mano de la entonces debutante directora Matilde Landeta, que la llamó para que interpretara Lola Casanova (1948), basada en la obra de Francisco Rojas González, que dedicó a Meche Barba: ''Para mí fue muy importante. Ya estaba colocada en el gusto del público y era un reto, porque ahí no bailo, lo que me fascinó, pues quería hacer algo como actriz, cosa que no podía, porque los productores sólo me querían bailando, y pues bailaba''.

Luego siguieron otras cintas de distintos géneros: la comedia ligera (Negra consentida) y los melodramas (El pecado de Laura y Eterna agonía), todos dirigidos por Julián Soler, y de nuevo en el medio del cabaret en Fuego en la carne, Amor de la calle, Si fuera una cualquiera y Amor vendido, Pasionaria, Dancing (salón de baile), La mujer desnuda y Ambiciosa, entre otras, en las que bailó desde mambos hasta rumbas, y que filmó entre 1949 y 1952 con directores como Joaquín Pardavé, Miguel Morayta y Ernesto Cortázar.

El retorno a las pantallas

"El cine me dio mucha felicidad. Amé mi carrera", le contó a Macarena Quiroz en una entrevista para la revista Somos, en la cual consideró que siempre existió un cierto "menosprecio por el cine de rumberas, y a la mayoría de nosotras nos encasillaron como bailarinas y dejaron de lado nuestro trabajo como actrices, incluso nos daban temas similares, a pesar de que cada una tuvo su estilo, porque siempre fuimos diferentes y la gente nunca nos confundió".

Con el cambio de temáticas en las películas decidió alejarse del medio y se dedicó a su hogar, a su hijo Fernando Fernández y sus cuatro nietos. En 1982 el escritor Carlos Romero, fanático del cine de rumberas, la convenció de que saliera de su encierro. Participó, así, en la telenovela La pobre señorita Limantour, a la que le seguirían ocho más, la última Rosalinda, con Thalía, en papelitos, en su mayoría, de sirvienta, hasta su regreso al cine en Los años de Greta, que le valió un premio Ariel por mejor coactuación femenina.

Meche Barba será incinerada y sepultada en el panteón Español.