Emilio Pradilla Cobos
Mejor calidad del aire
A pesar de las temperaturas excepcionalmente bajas registradas este invierno, y del número creciente de automotores en circulación, la ciudad de México no ha sufrido las molestias que provocan las contingencias ambientales y su impacto sobre la circulación vehicular y la salud. Concluye un año caracterizado por una mejoría notoria en la calidad del aire que respiramos, a pesar del mayor rigor impuesto a la norma. Así lo muestra la información difundida por la Secretaría del Medio Ambiente del DF (La Jornada, 7/01/2000, 30 y 31) y lo vivido por los capitalinos.
Este positivo balance es resultado de la política y acciones del gobierno de la capital en coordinación con el estado de México: fortalecimiento de la Comisión Ambiental Metropolitana, aprobación de una nueva Ley Ambiental, aplicación de nuevos programas de Contingencias Ambientales y de Verificación Vehicular mucho más estrictos, aumento del número de verificaciones ambientales a la industria, combate a la corrupción en la verificación vehicular --en verificentros y calles-- e industrial, sustitución de combustible en vehículos oficiales, intensa reforestación urbana, mejor control de incendios forestales, y una campaña de concientización del público sobre estos temas. Este resultado ha sido posible gracias a la cooperación, voluntaria u obligada, de los defeños.
Para que los avances se conviertan en cambios de largo plazo, existen problemas que exigen modificaciones profundas de la cultura y las prácticas de muy diversos sectores de la ciudadanía y las empresas e instituciones. El número de automotores en circulación sigue creciendo, debido a la promoción de las trasnacionales automotrices, las facilidades de crédito y los problemas del transporte público, con un impacto notorio sobre la congestión del tránsito y el aumento de las emisiones contaminantes totales; los cambios técnicos en los vehículos, promovidos por el gobierno del DF, disminuyen las emisiones unitarias, pero al eximir a más autos del Hoy no circula, actúan en el mismo sentido. Los automovilistas seguimos usando excesiva e irracionalmente el auto particular.
El transporte público de pasajeros sigue dominado por el medio más contaminante y congestionante del tránsito: el microbús; los empresarios del ramo no responden eficazmente a la propuesta de cambiarlos por camiones de mayor tamaño y menos contaminantes; y el pulpo microbusero se opone agresivamente a las medidas aplicadas por el gobierno defeño. La restricción presupuestal de este último imposibilita una mayor inversión en los medios más racionales, menos congestionantes y poco contaminantes: camiones articulados, trolebuses, metro y trenes ligeros. Los capitalinos no apoyamos en la práctica las medidas de regulación operativa del transporte, sobre todo el uso de paradas fijas. Una parte de los propietarios y usuarios de transporte de carga no realiza el mantenimiento y reposición adecuada de los vehículos, no respeta la norma de circulación ni atiende las medidas operativas para reducir su impacto contaminante.
En la industria, el comercio y los servicios contaminantes se juntan la descapitalización, las limitaciones de crédito bancario y altas tasas de interés para dificultar la modernización ecológica, con la falta de información y la cultura de la mayor ganancia al menor costo posible, lo que mantiene un alto número de fuentes fijas de contaminación atmosférica. En general, los capitalinos carecemos de una cultura ambiental que nos induzca a realizar las prácticas de protección y reproducción de la vegetación. No menos importante es la búsqueda de consensos para lograr un reordenamiento racional y eficaz de la zona metropolitana, y el diseño de una ciudad futura discontinua con separaciones de protección ecológica, y autosuficiencia funcional relativa en los nuevos asentamientos que reciban a la población futura para reducir los desplazamientos vehiculares.
No bastan las acciones del gobierno del DF y las que concerte con el estado de México; una parte sustancial de las acciones para seguir mejorando la calidad del aire y hacer más habitable la ciudad depende de la cultura y las prácticas de todos los que la habitamos, de las empresas, las instituciones y los gobiernos que se asientan en el Valle de México, empezando por el federal.