La Jornada viernes 14 de enero de 2000

Horacio Labastida
El rector De la Fuente y el congreso universitario

Con la legítima autorización del Consejo Universitario, el rector De la Fuente presentó a los universitarios una convocatoria para celebrar el congreso donde se analicen y se ofrezcan soluciones innovadoras a los grandes problemas universitarios de nuestro tiempo. Con notoriedad es evidente que la realización del congreso toca en los más profundo de la conciencia y el corazón de la crítica huelga de casi nueve meses, noble y promisoria en su orto, turbia y estéril en el actual ocaso; noble y promisoria cuando enarboló la primacía de la universidad pública y gratuita; torpe y enana en la medida en que hace a un lado los grandes valores del espíritu universitario y se enfrasca en anfibologías injuriantes y marginales al aliento creador que compromete sin excepción a los miembros del claustro.

ƑQuién es el propietario de la idea del congreso? En verdad no hay propietario alguno, puesto que tal idea ha flotado en la atmósfera cambiante del último medio siglo que separa al México y la universidad de 1945, del México y la universidad del 2000. Las transformaciones cuantitativas y cualitativas han planteado demandas aperplejantes. Lo recuerdo con precisión. Fui director de Servicios Escolares cuando se enfrentó por vez primera, quizá en 1955, la expansiva demanda de ingreso estudiantil motivada por los rápidos aumentos de las clases medias que provocó la Segunda Guerra Mundial y las políticas de sustitución de importaciones. No fueron adoptadas medidas restrictivas de matrícula; se dejó a los primeros años de licenciatura la selección de alumnos que continuarían las carreras: entre el primero y el tercer año de éstas resultaba purgado más de 50 por ciento de los estudiantes. Esto fue un desahogo, mas no la solución. Al analizarse las cuestiones con el entonces rector Nabor Carrillo, saltó la idea del congreso con el propósito de despejar dos incógnitas: la armonización de la población estudiantil masiva y los rigores académicos, y una serena y radical demanda al gobierno de entregar a la universidad un subsidio suficiente para cubrir gastos y financiar el mejoramiento de la docencia y la investigación; se habló de elevar sustantivamente sueldos a docentes, investigadores y trabajadores; de ampliar las partida de laboratorios y acervos biblio-hemerográficos, y de un fondo de becas destinado a estudios en el exterior.

Luego de este punto de partida, la idea del congreso apareció aquí y allá, sin dueño, en función del progreso de la República y de la propia universidad. En ésta se enlazarían ciencias físicas y ciencias humanas en torno al objetivo esencial de la universidad: el perfeccionamiento del hombre con la sabiduría que acuña la conjunción del saber de la naturaleza con el saber del espíritu. En estos días de crisis volvió a la palestra la propuesta del congreso como una idea cultivada en los sentimientos de la comunidad toda, y tales sentimientos fueron recogidos por el rector De la Fuente en numerosas sesiones que tuvo con el personal de las escuelas, facultades e institutos y en el diálogo con los huelguistas, dando forma a una propuesta moldeada en el consenso que acreditará con números el recuento de sufragios que se emitan en el plebiscito del próximo 20 de enero.

Si el CGH quiere recobrar su grandeza inicial y dar generosidad a sus peticiones, seguramente entregará las aulas a la comunidad universitaria. Por razones morales ineludibles, la sede del Congreso será el claustro de la UNAM; este es su lugar y no otro. ƑPodrán abrir los ojos y mirar con claridad los no pocos ciegos del CGH? Si el hombre es producto de sus circunstancias, luchemos por humanizarlas y ennoblecerlas. De esto se ocupará el congreso universitario.