La Jornada viernes 14 de enero de 2000

José Cueli
El plebiscito. Esperanza y dolor

Los jóvenes miembros del CGH podrán ser como los representantes de rectoría y la mayoría de los universitarios, apasionados, héroes y hasta mártires, pero, ese pero, no negociadores. En el conflicto universitario que dura y dura, persiste la división entre los que vociferan y los que usan el lenguaje. Salva a los del CGH el hecho de que es a la parte académica de la UNAM a los que nos corresponde enseñarles el uso del lenguaje como medio de razonar. Por lo pronto, a casi nueve meses de iniciado el conflicto universitario, la representación de rectoría aparentemente es derrotada por la representación del CGH, dueña por medio de la violencia de la huelga en la UNAM. Imposible resultó que el CGH aceptara ya no un diálogo, sino incluso rechazó el formato de diálogo fijo, inmutable, con reglas claras y precisas, que no se pudiera modificar cada día con nuevas variables. Ya con anterioridad mencioné la necesidad de que tiempos, espacios y personas tienen que tener fijeza para posibilitar el diálogo, ya de por sí difícil, al estar en juego la transformación de la UNAM.

Las rupturas al formato de diálogo y las que sigan, son el fiel reflejo de las fisuras irreparables del desamparo en que se nace y que conducen a negarlo mediante la necesidad de poder, omnipotencia y de infligirle todo el dolor posible al "otro", humillándolo, como única forma posible de experimentar una sensación de grandiosidad y cubrir con ello la depresión y el desamparo. La UNAM nos mostró, vía el CGH, su condición deleznable, no en cuanto a su contenido sino en su consistencia, perdiendo de pronto la fuerza que emanaba de la razón, adquiriendo un inefable e indefinible sesgo equívoco que nos hace dudar de nosotros mismos para dejar de ser, carentes de signo alguno.

Se comprende entonces como la lucha es desigual porque para los amantes de la razón, del lenguaje, están vetados los recursos propios del fanatismo. Ya se sabe que la creencia es ciega y, por tanto, fácil de inducir sobre la parte más narcisista del ser humano esa que se desdobla en omnipotencia, manía, y fantasías de poderío; mientras que la palabra, Ƒqué es la palabra?, si el lenguaje es suficientemente pobre para decir de sí mismo y además cambia el significado de acuerdo a la movilización de los escenarios, tornándola vulnerable, subjetiva, máxime cuando lo más elemental de las reglas, de las formas de dialogar son rotas cotidianamente.

Difícil la labor de los académicos de la UNAM frente a la fuerza de una huelga, demostrar al CGH, vía la paciencia, que escuchar es la forma de dialogar.

Juventud qué, enojada por múltiples problemas - no universitarios - fútiles en sus desplantes, no puede captar la compenetración de la esperanza con el dolor, ofuscada por ganar y mantener esa huelga que les permite salir del anonimato, afirmarse en la vida, más allá de todos los manejos titiriteros que se vislumbran en sus contradicciones.

Dentro de la avalancha de opiniones y comentarios, destacan la propuesta del rector, incluido un plebiscito, eco de la voz de la mayoría de los universitarios, apreciada más como una aportación que como una liquidación, transluciendo un esfuerzo por salir del impasse en que se encuentra el conflicto, es decir, del callejón sin salida, cada día mas entrampado. Los acontecimientos poseen una realidad tan evidente que turba y luego irrita. En los gritos amenazantes del CGH se siente revivir, con dejo de sarcasmo y decepción, el fluido de una juventud muy lastimada en cuyos ojos se adivinan la cólera, lo cual es indicio de que algo va mal, muy mal, porque estaba mal establecido.

El rector De la Fuente ha tomado el toro por los cuernos. Su respuesta al pliego petitorio (concediendo prácticamente todo lo que pedía el CGH ) y el plebiscito, es un llamamiento tácito a terminar ya la huelga que tiene paralizada a la UNAM. Aún así, después de concederles todo lo que pedían, el CGH dice no y decide que la huelga proseguirá ƑPorqué? Quien sabe porqué... Argumentan el hecho de no ser ellos los interlocutores y pedir "un dialogo directo". Mientras el rector De la Fuente preside la UNAM con una especie de horror frío en la qué, prescindiendo de toda violencia y haciendo acopio de paciencia lucha por salir del impasse y reestructurar nuestra máxima casa de estudios vía la razón.