Ť Una muestra del artista costarricense se exhibe en el Museo Rufino Tamayo


La exuberancia femenina, según Max Jiménez

Mónica Mateos Ť De Costa Rica llegan a México mujeres de ojos grandes y miradas cuya serenidad contrasta con la voluptuosidad de sus formas, todas ellas del color de la tierra: graves, macizas, fecundas. Son mujeres de senos absolutamente redondos y sonrisas al borde del llanto. Mujeres nacidas del pincel de uno de los creadores más importantes de aquella nación centroamericana: Max Jiménez.

Con motivo de la visita del presidente costarricense Miguel Angel Rodríguez, se organizó en el Museo Rufino Tamayo una breve pero grata muestra de 50 obras realizadas por el artista tico, de quien se celebran los 100 años de su natalicio en este 2000.

Inaugurada la noche del martes por el presidente Ernesto Zedillo y su esposa Nilda Patricia Velasco, la exposición convocó a un nutrido grupo de diplomáticos mexicanos y costarricenses, quienes apreciaron los óleos de Jiménez, fallecido en 1947 y considerado una de las grandes figuras del arte latinoamericano.

De la obra pictórica de Max Jiménez se desprenden esencialmente dos rasgos: el tema recurrente de las playas y sus desnudos monumentales o mujeres gigantes, muy cercanas a "las gordas" del colombiano Fernando Botero, pero con un imprescindible toque sensual.

El artista no solamente se dedicó a la pintura, sino que complementó sus actividades creativas incursionando en la escultura, el grabado, la poesía, la narrativa y el ensayo. Fue un viajero incansable que no dudó en permanecer largas temporadas en Europa para empaparse de las vanguardias pictóricas que ahí germinaron en los veinte y treinta. Fue contemporáneo de Pablo Picasso, Wassily Kandinski, Marcel Duchamp, Amadeo Modigliani, Marc Chagall, Salvador Dalí, Joan Miró y Giorgio de Chirico, entre otros.

Sus primeros cuadros los realizó en 1919, en Europa. Como escritor mantuvo comunicación epistolar con César Vallejo y en 1926 publicó un libro de ensayos. Posteriormente incursionó en el grabado para ilustrar su obra literaria.

En 1939 se llevó a cabo en París su primera exposición; al año siguiente fue invitado a exponer en Nueva York. En la obra realizada en aquella época se perciben influencias de Modigliani y Picasso.

Después de un largo itinerario en el extranjero regresó a su tierra natal donde realizó su primera y última muestra en vida en 1945. Max Jiménez murió el l3 de mayo de 1947.

Ubicar al artista en el tiempo y saber de su actividad intelectual, que comprendió no sólo las artes plásticas sino la literatura, "implica considerarlo como precursor en esas disciplinas y por ende incomprendido en su patria natal", señaló el crítico de arte costarricense José Miguel Rojas.

El año pasado, el Museo de Arte Costarricense le dedicó a Jiménez una amplia retrospectiva, parte de la cual llega hoy a México. En total, el artista realizó 73 óleos entre 1939 y 1945, la mayoría de los cuales pertenecen a su familia; su producción plástica también incluye 14 esculturas y varias decenas de dibujos.

Aunque breve, la obra que se muestra en el Tamayo plasma la descomunal fuerza femenina de las mujeres del Caribe, las cuales se bañan en el mar o sueñan o bailan o exhiben en sus exuberantes pechos crucifijos o collares de flores.

Son las certezas que el pintor Max Jiménez halló en vida, tan contundentes como sus palabras: "No hay nada tan fácil de destruir como la vida de un artista. No hay nada tan difícil de destruir como su obra".

(La exposición Max Jiménez. Un artista del siglo, permanecerá hasta el 30 de enero en el Museo Rufino Tamayo, ubicado en Paseo de la Reforma esquina Gandhi, Chapultepec).

Mujer desnuda, árbol desnudo (1941)Abrazo (1939)Desesperanza (1940)Anita (1938)