Claudia Sheinbaum Pardo
Crisis de suministro de gas, crisis de la política energética
La reciente escasez en el suministro de gas licuado de petróleo (GLP) en nuestro país no sólo es producto de una contingencia asociada a los intensos fríos, sino que es fundamentalmente efecto de una insuficiente inversión en la infraestructura necesaria para cubrir la creciente demanda nacional de petrolíferos.
El GLP es una mezcla compuesta principalmente por gas butano y propano proveniente tanto de la refinación de petróleo (25 por ciento), como de las plantas procesadoras de gas natural (75 por ciento). Su destino es primordialmente para los sectores residencial y comercial (85 por ciento) y en menor medida para el industrial (incluido el propio Pemex, 10), el transporte (4) y el sector agropecuario (uno por ciento).
De acuerdo con información de Secretaría de Energía y de Pemex, entre 1990 y 1998 la demanda de GLP creció en cerca de 35 por ciento, mientras la producción nacional de este hidrocarburo tan sólo lo hizo en 2.5 por ciento. Por supuesto, la forma de cubrir la creciente demanda ha sido a través de las importaciones. En efecto, en el mismo periodo la importación de GLP creció en 170 por ciento, lo cual significó en 1999 un promedio de 100 mil barriles diarios.
Cabe resaltar que el GLP no es el único hidrocarburo bajo esta circunstancia. La importación de gasolina pasó de representar el 7 por ciento del consumo nacional en 1990 a cerca del 12 en 1998.
Es evidente, entonces, que ha habido una política deliberada para hacer reposar, en cada vez mayor medida, la seguridad energética nacional en las importaciones de hidrocarburos, abandonando la vocación industrial de Pemex tanto en refinación, como en la capacidad de procesamiento del gas natural. Al nivel del consumo nacional de energía, aunque las importaciones de hidrocarburos no son muy grandes, sí es alarmante el crecimiento de las mismas (65 por ciento de 1990 a 1998), comparado con el bajo crecimiento en la capacidad nacional de procesamiento de hidrocarburos (4 por ciento en el mismo periodo).
Por si esto fuera poco, de acuerdo con la prospectiva de gas natural de Secretaría de Energía y la capacidad de extracción de gas natural de Pemex, de no aumentar la explotación nacional de gas no asociado, para mediados de la próxima década el país deberá importar cerca de la mitad del gas natural que consuma.
Lo más impresionante es que la reciente crisis de suministro de GLP vivida en nuestro país no hace mella en los encargados de la política energética nacional. El Secretario de Energía en vez de asumir la necesidad de ampliar la infraestructura nacional de procesamiento de crudo y gas natural, sugirió que la libre importación de GLP hubiese sido la solución al problema (parece que a como dé lugar su objetivo es abrir el sector energético nacional).
No se critica entonces la decisión coyuntural de resolver el problema a través de la importación, sino la política energética nacional que ha llevado a situaciones de escasez cuya única alternativa es la importación creciente de hidrocarburos procesados.
La política energética es, en la mayoría de los países, un asunto de seguridad nacional (Ƒcuántas guerras en el mundo no han sido promovidas por esta causa?). Con todo y globalización, la seguridad en el suministro de energía de una nación sigue siendo un problema de soberanía y desarrollo de recursos propios.
ƑA qué responde entonces la insistente necedad de proponerse como política cubrir la demanda energética nacional a través de la importación creciente de hidrocarburos, en vez de ampliar la infraestructura nacional de transformación de crudo, explotación y procesamiento de gas natural? ƑCompromisos establecidos en las negociaciones del TLC? ƑCompromisos con empresas energéticas transnacionales?
Lo cierto es que por razones de seguridad nacional y de equilibrio en la balanza comercial es indispensable cambiar esta tendencia y rescatar la política de autosuficiencia, estableciendo ritmos suficientes de extracción, refinación de crudo y procesamiento de gas natural, para abastecer la mayor parte de la demanda del mercado interno con producción nacional, y recurriendo a las importaciones sólo de manera marginal. Sólo bajo esta lógica puede comenzar a desarrollarse una política energética soberana y sustentable.