Bernardo Bátiz Vázquez
Sombra sobre el PAN
Una de las pocas veces que escuché a Manuel Gómez Morín fue en el antiguo Centro Asturiano, en un acto que tuvo lugar con motivo de una celebración en su honor, y de varias cosas que dijo una me impresionó más vivamentente.
El fundador de Acción Nacional se refirió a los inicios del partido, durante la campaña electoral de 1940, cuando una parte muy importante de sus flamantes militantes apoyaron a Juan Andrew Almazán como candidato a la Presidencia, en contra de la opinión de otros panistas, entre ellos el mismo don Manuel.
Recordó entonces el maestro Gómez Morín a Almazán como El generalito del caballo blanco: pura apariencia, sin ideas, sin propuestas, sin consistencia política. El generalito había sido zapatista, carrancista y, en su momento, huertista. Las convicciones no se le daban, pero sí la habilidad para estar en posiciones favorables y atraer la opinión popular.
La referencia al caballo era porque llegaba espectacularmente a los mítines populares en su favor en un equino blanco, y el diminutivo de generalito era, según interpreto, por su pequeñez a la hora de sustentar ideas, de hacer propuestas o de enunciar soluciones o, quizá, por su inconsistencia ante los asesinatos de sus seguidores y ante el fraude electoral denunciado por todo México. Su campaña se basaba en su personalidad de caudillo y en desplantes teatrales que admiraban a las mentes sencillas y atraían miradas y votos.
Al fundar el PAN, don Manuel pensaba superar la época de los caudillos, militantes o civiles, que en política todo lo jugaban a su carisma personal, a la fuerza de su personalidad o a su éxito militar. Por eso en 1929 propuso al caudillo civil, José Vasconcelos, la fundación de un partido permanente que superara personalismos y que no estuviera supeditado al éxito o al fracaso de un dirigente. El PAN de los primeros tiempos era una propuesta de unión, de comunidad política, alrededor de principios, no de personalidades, por muy brillantes que éstas fueran.
Desgraciadamente, los neopanistas no entienden de esto y proponen hoy que en las boletas electorales aparezca la fotografía de estudio y bien pensada para impactar la imaginación, que no la inteligencia, de posibles votantes ingenuos. Buscan, no sabemos si con éxito o no, que se incline la voluntad de los votantes por la figura del candidato, más que por lo que éste diga o proponga.
Ya es una pena ver el emblema panista unido al de un partido que es ejemplo de la degradación de la política y del filibusterismo de una buena causa, como para ahora verlo cubierto con la sombra de un aspirante a caudillo, que ni siquiera tiene un buen caballo blanco para llegar teatralmente a los mítines, y mucho menos un ápice del talento de Vasconcelos.
El intento de que los votantes tengan a la vista en una boleta electoral una foto retocada de un candidato maquillado más que un problema jurídico es un asunto de principios; se trata de exaltar el culto a la personalidad por encima de las convicciones y de los valores. Es tratar de sacar ventaja en forma innoble de una actitud política que contradice la historia misma del Partido Acción Nacional que, como se ve, está cada vez más en manos de hábiles empresarios, que ven en un candidato no una persona, sino un producto que hay que "vender".
Una nueva política, un avance hacia la democracia y hacia el bien común presupone que la política sea una confrontación de tesis, ideas, propuestas, no una competencia entre manejadores de imagen y "creativos".
Por lo visto el PAN no podrá salir fácilmente de la sombra de caudillismo, de vanidad, de oportunismo que su candidato y sus amigos han echado sobre él.