Soledad Loaeza
Políticos primitivos
El único propósito de año nuevo de los partidos políticos será conquistar la Presidencia de la República y la mayoría en el Congreso. Es comprensible que así sea; también es justificable y quizá necesario. El problema es que en el camino puede quedarse mucho de lo que han logrado en años recientes para consolidarse como organizaciones estables, predecibles y confiables, y que se deje al descubierto lo más primitivo de nuestra vida política y de nuestros políticos.
Las encuestas y el tono de los candidatos indican que la contienda por la Presidencia de la República será intensa y, más todavía, feroz. Así será porque para los tres grandes partidos, el PRI, el PAN y el PRD, está realmente en juego la posibilidad de acceder al poder: por una parte, las autoridades y los procedimientos electorales se han refinado y sofisticado de tal manera que un fraude es prácticamente imposible, digan lo que digan los descreídos; por otra, mucho ha disminuido la desigualdad entre los partidos, la cual en el pasado fue uno de los argumentos de las oposiciones para justificar sus derrotas.
Es posible que el PRI detente el poder federal, pero el PAN y el PRD tienen ya experiencia de gobierno qué presentar al electorado, y posiciones desde las que pueden movilizar recursos materiales y humanos para apoyar a sus candidatos. Baste recordar que los perredistas gobiernan la capital de la República, la ciudad más grande del país, que cuenta con muy importantes ventajas económicas, culturales y políticas que los funcionarios del gobierno local utilizan en una exitosa campaña de relaciones públicas para promover la imagen de su partido. De hecho, en las últimas semanas la jefa de Gobierno, Rosario Robles, ha tenido un índice de popularidad tan interesante que si se descuida el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, sus correligionarios van a pedirle que ceda la candidatura a la mandataria, así como en 1988 el entonces Partido Mexicano Socialista pidió a Heberto Castillo que abdicara de la suya en favor de quien entonces era visto como el portador del carisma cardenista.
Las perspectivas de la victoria harán más encarnizada la batalla, y frente a la sofisticación del IFE saldrá a relucir el fondo primitivo que todavía domina amplias áreas de la vida pública. La furibunda y grosera reacción de los panistas en contra de uno de sus compañeros de partido, el diputado Paoli, quien se negó a votar por la reducción de fondos presupuestales para el IPAB propuesta por el PAN y el PRD, es apenas una muestra de este primitivismo. En cierta forma es sorprendente descubrir que en Acción Nacional también hay cavernas, porque hasta ahora había sido el partido político que había alcanzado el mayor grado de civilidad entre las fuerzas presentes en el Congreso.
Los panistas rabiosos le reprochan a su compañero que se haya abstenido de votar contra el plan de rescate financiero en cuyo diseño su partido intervino activamente, el cual, además avaló. Paoli simplemente mantuvo una trayectoria parlamentaria consistente y actuó según la línea de oposición constructiva del propio PAN. Los panistas de la caverna reprueban esta conducta, y sólo entienden que con su decisión "apoyó" al PRI. En realidad todo sugiere que más que por convicción los diputados panistas estén reaccionando otra vez lampareados por los perredistas, quienes se complacen en decirles que no son oposición de verdad, les chiflan y como adolescentes rijosos los retan a que se comporten con insolencia y prueben que son tanto o más de oposición que ellos. El PRD no hace más que jugar con las inseguridades de la caverna panista.
El comportamiento de otros actores políticos también permite prever episodios poco edificantes que prefiriríamos ahorrarnos, y que pueden convertir la campaña presidencial en un ring de lodo; algunos periódicos y locutores de noticias echarán a volar su imaginación, su plumita y su boquita, querrán demostrar que están bien conectados, que manejan información privilegiada y nos dirán de los candidatos y de sus partidos cosas que no se sentirán en obligación de probar, pero que ensuciarán todavía más el ambiente político. Habrá porras y aporreados, rayos y centellas, tronar de huesos y rechinar de dientes, y con todo esto una elección presidencial que en lugar de ser la coronación de todos los empeños de más de quince años de cambios y esfuerzos políticos, puede convertirse en un triste empedrado de buenas intenciones.