La Jornada viernes 7 de enero de 2000

Horacio Labastida
Las palabras de Claudia

A Hermann Bellinghausen debemos los mexicanos un conocimiento honesto y sabio de lo que ha ocurrido en la selva chiapaneca desde el 1Ɔ de enero de 1994, cuando el levantamiento de los zapatistas descorrió los telones que ocultaban la creciente miseria extendida aquí y allá, por todos los lugares de la patria. Esa rebeldía fue trascendental porque con el sacrificio de quienes cayeron en San Cristóbal, fue posible izar la verdad y echar abajo la gran mentira de nuestro ingreso al primer mundo. Una sostenida y sistemática propaganda inspirada en el Espíritu de Houston, donde los que mandan abrieron de par en par las puertas de los recursos humanos y materiales a las grandes empresas trasnacionales, había logrado infiltrar en la opinión pública de estratos medios y altos la falsificada idea de una prosperidad que en todo caso se redujo al acaudalamiento de quienes mañosamente aprovecharon en su beneficio las riquezas nacionales privatizadas y acumuladas a partir de la expropiación cardenista de las compañías petroleras.

Claro que los tamaños son diferentes. La gigantesca venta de los bienes del Estado en la antigua URSS gestó el gobierno de las elites millonarias que hoy se ocupan de construir en Rusia la democracia empresarial que intenta implantar su autoridad en los pueblos orientales que la rodean. El genocidio de Chechenia, por ejemplo, no tiene mayor propósito que allegarse el abundante patrimonio escondido en las tierras de la hoy república destrozada. Teniendo en cuenta criterios sólo cualitativos y no cuantitativos, el efecto real del remate mexicano de la propiedad pública no es muy distinto del registrado en la Rusia de hoy. El fenómeno es muy semejante. Si el poder económico se transforma en poder político, al lograr el primero, por su acopio, alcanzar grados nodulares críticos, es válido aseverar que en nuestro país el Estado cayó en manos de los que hoy entrelazan con habilidad sus intereses con el poder público que los propicia y engrandece, junto con una peculiar característica: tales intereses están formados por los de un grupo local subordinado a los señores metropolitanos del dinero. En este naciente siglo XXI, la colonialidad, igual que en el siglo pasado, no consiste en la imposición de un ejército extranjero sobre la población conquistada, sino sobre todo en la supeditación financiera local a las reglas de los bancos y las bolsas que determinan mundialmente la marcha de los negocios.

Hermann Bellinghausen apuntó con precisión (La Jornada, número 5506) lo que Claudia, en nombre de las bases de apoyo al EZLN, leyó al nacer el año 2000. "Nosotros celebramos. el rechazo del maltrato que le dan al pueblo pobre de México. Ya basta de esclavitud, de feudalismos, de capitalismos, de neoliberalismo", mostrando en tales frases una radical negación del estado de cosas prevalecientes en el planeta entero, pues con habilidad remarcó que la lucha zapatista por la justicia y la libertad simboliza una lucha de los seres humanos del presente y de las futuras generaciones. "Sabemos que hay muchos más ųexpresó Claudiaų que no alcanzamos a ver y sentimos que estarán de acuerdo con nosotros, porque necesitan su buena tierra para trabajar, su buen trabajo y salario justo", y esta actual estructura de la sociedad no desaparecerá, afirmó rotunda Claudia, mientras un circuito decida sobre los asuntos públicos sin tomar en cuenta al pueblo. Pero la interrogación se viene encima con toda la fuerza de gravedad intelectual. ƑDe qué lucha nos habla Claudia? La respuesta de la zapatista en rotunda: luchamos por liberar nuestras vidas y las de los demás; quiero mi libertad como libertad del hombre; luchamos por una paz verdadera, no de noticias y discursos; queremos paz en la historia; ya no queremos ser perseguidos, asesinados, torturados, violados; queremos vivir alegres, felices. Estas son las palabras de Claudia, pronunciadas el 1Ɔ de enero en La Realidad, Chiapas; celebrábase en ese amanecer un aniversario más de la revolución de 1994; y la grandeza de tales palabras radica en que dentro de su circunstancia, la de los zapatistas, está el anhelo universal de romper la opresión que busca amilanar y asfixiar al espíritu del hombre. Nadie puede dudarlo. La Realidad chiapaneca y los pueblos del orbe están unidos en un maravilloso propósito de generosa liberación.